¿Lo necesitamos?, ¿vale la pena sostenerlo?¿Es una herramienta para quiénes? Leyes, soberanía, participación, educación, deuda externa e interna, redistribución de la riqueza. El Estado, una forma a la que están ligados, también, los que miran para otro lado.

El estado, sus leyes y nuestra relación con él

Según la definición de la RAE, el estado[1] es la forma de organización política, dotada de poder soberano e independiente, que integra la población de un territorio.

Parte de los integrantes de esa población, generalmente la mayoría, nace en el territorio de ese estado, sin elección, solo dependiendo de la ubicación geográfica de su madre en el momento del parto. Otra parte es inmigrante, y no necesariamente por decisión libre.

Difícilmente esos habitantes tengan alguna responsabilidad por cómo es dicho Estado en el momento en que llegaron.

Somos parte del estado, con obligaciones y derechos escritos en infinidad de leyes, tantas que desconocemos la mayoría, tantas que no alcanza con guiarnos por lo que creemos que es el bien para todos, para cumplirlas. “La necesidad de una ley escrita, jamás hubiera tomado cuerpo si el gobierno y la jurisprudencia no hubieran realizado la arbitraria conversión de lo inocente en culpable”[2]. Frase interesante, seguramente hay necesidad de que haya ley escrita, al menos hasta que evolucionemos lo suficiente como para prescindir de ellas.

 Las leyes se escriben con intencionalidades y presiones de todo tipo. Un lobby de un poderoso necesita la oposición de una gran lucha de la población, que se moviliza al tomar conciencia y obrar en consecuencia. Esa conciencia nos llama a luchar para modificar muchas de esas leyes, o, en situaciones más urgentes, a la desobediencia civil.

 Empresas del estado

Desde chico, nací en 1960, me gustó la idea de un estado ideal. Prefería las empresas estatales porque consideraba que eran un bien social, un avance. Más allá de quienes tenían el control de estas, significaban un escalón desde el que se podía discutir, tal vez con menos dificultad, algo realmente justo, sin ser garantía definitiva, sin quedarnos con los brazos cruzados. Por eso luché como pude en los noventa contra las privatizaciones y las desregulaciones. Justamente, haciendo uso del más duro pragmatismo, el Kirchnerismo estuvo a favor de esas privatizaciones, así como un gran sector de la actualmente llamada “oposición”. Este término tan usado, tanto por los medios que impulsan a sus candidatos para focalizar la vidriera en ellos, como por el gobierno, para convencer que solo existiría lo que está “más a la derecha de ellos”.

 Participación

Es fundamental preguntarnos: ¿quién se ocupa de cambiar esta realidad que es tan injusta?, ¿en manos de quiénes dejamos las decisiones? Frente al modelo de estado burgués actual ─herramienta fundamental para sostener el capitalismo, que nos está llevando a la catástrofe total─, se ha planteado, como un opuesto por negación, la anarquía.

¿Cómo transformar este sistema en otro que garantice la equidad? ¿Cómo lograr un estado basado en una forma de organización distinta? La tarea es difícil, ya que una sociedad sobreexplotada y alienada no tiene casi margen para proyectar y construir otro modo de organización social que reemplace el capitalismo, pero es ineludible, porque lo reclama el dolor que provoca y porque no tenemos margen, ya que está terminando con nuestro planeta.

Al respecto hay distintas posturas sobre el posible fin del capitalismo: “Se cae sólo”, “Hay que apurar la caída”, “Hagamos lo que hagamos, no se cae”. También hay distintas miradas respecto, por ejemplo, al parlamento. Algunos partidos anticapitalistas, como el P.R.T., sostienen que no se debe participar de las elecciones porque implica ayudar al sistema y ponen su esfuerzo en otras opciones. Otros, como los que participan del F.I.T., tienen tres diputados nacionales haciendo un intenso trabajo, presentando proyectos, haciendo “tribuna”, sin abandonar su fuerte presencia en las luchas sociales. Al contrario, dando ejemplo de que se puede.

 Algunos ejemplos y contraejemplos de participación

La Constituyente Social es una interesante propuesta que empezó a funcionar hace cinco años impulsada por la CTA, hasta su división, a raíz de las elecciones internas, en septiembre del 2010.

“Consiste en la organización y promoción de un proceso de debate y organización popular que busca alentar una nueva experiencia política y social en nuestro país, que recupere para las mayorías su capacidad de autogobierno en el marco de un proyecto de sociedad justo, equitativo y democrático, con el mayor grado posible de protagonismo y unidad popular, con la representación más amplia de las expresiones organizadas de nuestro Pueblo y en función de las prioridades y acciones que se definan participativamente en Asambleas distritales, regionales y nacionales”[3].

 No puedo dejar de señalar que el texto dice “recuperar”,lo que implica que alguna vez las mayorías habríamos tenido, en nuestro país, auto gobierno. De algo, no me enteré.

El sector a cargo de Pablo Micheli[4] no borró la idea de la Constituyente de sus proyectos, aunque no parece haber avances notables. El sector dirigido por Hugo Yasky[5], convertido en un verdadero felpudo-apéndice del gobierno, ahora habla de la “convocatoria económica social”, una invitación a “los trabajadores y los sectores productivos”,y declara, a través de Stella Maldonado, que “no existe un programa más revolucionario que la fuerza política y social dispuesta a sostenerlo”[6]. Creo que confunde la sopa con la olla.

Siguiendo con lo sindical, Claudio Marín, de FOETRA, declaró en “Minuto1”que:“Hasta que no haya una alternativa mejor para los trabajadores [según ellos, no la hay] habrá que apoyar a este gobierno”, por eso no pararon los pasados27 y 28 de agosto; lo mismo que dije de la palabra oposición. En la línea de nuestra Presidente, que dijo que a la izquierda de ella solo está la pared; si es por negar, el sionismo negó repetidamente, a través de sus representantes, la existencia de los palestinos ─por ejemplo, Golda Meir dijo, en 1969:“No existe tal cosa como los palestinos, nunca existieron”─. También la reina Victoria de Inglaterra llegó a decir que Bolivia no existía, luego de que un diplomático inglés tuviera un incidente en dicho país.

En la Constituyente Social se planteaba “no seguir delegando” y se invitaba a “descubrir las raíces de nuestra capacidad en cada problema”[7]. Es que es ridículo confiar nuestra representación en quienes en la práctica se guían por el mandato de otros intereses, o por otro tipo de corrupción, o por burocratización, no haciendo más que empeorar la situación.

Se marcaban, como ejes fundamentales, la distribución de la riqueza, la democracia participativa y la soberanía sobre los recursos naturales, el medioambiente y el hábitat. Claro que(opino), al analizar la distribución de la riqueza, se debe llegar a cuestionar los modos de producción. Lo demás, como reformas impositivas, son solo eso: reformas; un poco de oxígeno.

“Si la distribución primaria, la que se materializa en el transcurso del propio proceso de producción, fuese satisfactoria, ¿habría necesidad de mecanismos que vuelvan a actuar en el ámbito de la distribución? Indudablemente no. Pero tal equidad está fuera –objetivamente– de la lógica interna del capitalismo”.[8].

Con la Constituyente Social se buscaba impulsar un cambio en la línea de acción, pasando de “confiar en otro apoyándolo” a ponerse a construir por uno mismo. Sin duda, en el momento histórico en que vivimos, es una propuesta muy interesante, pedagógica y generadora de cambios más profundos.

Es necesario observar qué partidos políticos llevan adelante la organización de Asambleas y Congresos abiertos con verdadera intención de lograr participación, y cuáles hacen otro tipo de encuentros, por ejemplo, con los representantes de las corporaciones. En el caso de estos últimos, es muy elocuente la ceguera, y muy perverso el sistema, porque la publicidad utiliza siempre palabras como futuro, esperanza, impulsando a dejar en las manos de los que “saben qué hacer”, mostrándose siempre como algo nuevo y distinto. Y no lo son.

Podemos mencionar otras propuestas que, si bien pueden ser didácticas, también son anestesiantes, como los “presupuestos participativos” que suelen ser una porción del presupuesto que se deja pendiente para que, en reuniones organizadas con ese fin, la gente decida los beneficiarios de ciertas partidas de dinero.

También hay letra en la Constitución, como los artículos 39 (derecho de iniciativa)y 40 (consulta popular) que son más simbólicos que verdaderas herramientas de participación. Más bien parecen ser elementos para convencernos de que tenemos un verdadero sistema democrático

 El Estado y sus funciones

Más allá de la discusión sobre la necesidad o no de una organización social llamada Estado, en nuestro país, los trabajadores nunca tuvimos en nuestras manos esa herramienta. Podemos discutir intencionalidades, distintos períodos históricos con mayor o menor mirada de la situación de los sectores más postergados.

Refiriéndose a la primera etapa peronista, dice Javier Lindenboim: “Sin perjuicio de lo afirmado en las conocidas estrofas partidarias, estas políticas de ninguna manera solucionaron las profundas contradicciones de una sociedad como la argentina que era víctima tanto del desarrollo del capitalismo como de su insuficiencia”[9].

Por ahora el Estado es un moderador de algunos efectos negativos, y en muchos casos genera una dependencia que garantiza la continuidad del mismo efecto.

Los sectores más duros de los privilegiados presionan para sacar mejor tajada, con el riesgo de que se les muera el esclavo o la gallina de los huevos de oro.

Por ejemplo, Gary Becker, premio Nobel de economía 1992, declaraba en plena década de esplendor para ellos:“El Estado solo debe ocuparse de los más marginados para que no cometan delito”. Critican el estado grande, porque consideran que pueden tener más exclusividad como beneficiarios.

Regulan la desregulación. Pero, muchos saben que eso no alcanza para sostener la hegemonía. Necesitan convencer a las mayorías de que hacen lo mejor para todos. Por eso necesitan el estado benefactor.

Mientras, se toma deuda cuando la necesitan ELLOS con objetivos variados que van desde fugar capitales, pasando por todo tipo de negocios hasta para hacer una guerra, si la necesitan.

Y después quieren convencernos de que el país necesita ser considerado buen pagador, sino “no tenemos acceso al crédito”.

Y la deuda siempre la pagamos con la crisis social de las grandes mayorías.

 Conclusiones

Simplemente he tocado algunos aspectos del tema, como amerita un artículo. Tratando de hacer un simple aporte, aunque el tema da para mucho más. El hecho de que soy docente y no toqué el tema educación, que tanto tiene que ver con el estado y con el pueblo, es una buena muestra.

De lo que no cabe duda es de que urge pasar de este estado adormecedor, herramienta para garantizar un sistema indudablemente injusto y depredador, a otro que sea realmente instrumento de cambio de estructuras, y de que debemos poner todas nuestras capacidades y voluntades, porque tenemos tanto la obligación como el derecho de hacerlo.

Más allá de la visión que cada uno tenga, desentenderse es ser cómplice del estado, de este Estado■

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[1] http://lema.rae.es/drae/?val=estado

[2] Godwin, William, “De la educación nacional”,en La educación en las ideas libertarias, colección crítica social, Ediciones FORA.

[3] Disponible en: http://www.constituyentesocial.org.ar

[4] Ver: www.ctanacional.org

[5] Ver: www.cta.org.ar

[6] Disponible en: www.cta.org.ar/stella-maldonado-3020.html

[7] en http://www.constituyentesocial.org.ar

[8] Lindenboim, Javier (2005),El reparto de la torta. Claves para todos, Editorial: Capital intelectual.

[9] Ídem

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