¿Qué pueden tener en común el porno y el heavy metal? Desde el Grupo de Investigación Interdisciplinaria sobre el Heavy Metal Argentino (GIIHMA) se traza una alianza analítica fundamental para proponer y comprender una ética y una estética común en ambos lenguajes.

 

Las relaciones de la pornografía y el heavy metal son amplias: desde la musicalización de escenas en películas XXX, hasta el diseño de tapas de discos, y casos de músicos, actores y actrices que han cruzado la frontera genérica y pasaron de un lado al otro[1], del porno al metal y viceversa. Sin embargo, en esos cruces interesa destacar un aspecto, algo que parece fundirse en lo más propio de sus potenciales cercanías: la pornografía y el heavy metal tienen un punto en común en cierta performatividad estética que podemos vincular a un imaginario de lo extremo como destino; precisamente, esa cercanía se juega en tanto podemos denominarlos como formas de lo liminar. Y allí, en ese punto distante hacia el que intentan llevarnos a nosotros, espectadores, podremos identificar una ética, una actitud común frente al buen gusto y la moral.

Estética

El heavy metal es un género recurrente para la musicalización de escenas porno. Cuanto más extremo es el acto representado, parece ser más acorde un mayor nivel de velocidad en la música. De hecho, una de las categorías que se puede encontrar en cualquier página porno es la de hardcore[2]: no solo porque esos videos puedan musicalizarse a partir de ese derivado del heavy metal, sino como un reducto donde se pueden encontrar las más variadas escenas de pornografía explícita y extrema, desde anos hiperventilados hasta múltiples miembros actuando sobre el cuerpo de una mujer. Y, entonces, surge una pregunta para este caso: ¿qué es lo «heavy» allí: la acción de esos penes ansiosos o el cuerpo resistente de esa mujer que se entrega a un placer sin fronteras en el dolor y, a veces, la sumisión? La respuesta, juego retórico, no importa (o dependerá del análisis de cada caso particular) porque lo central es que, ya sea que se trate de música extrema en su velocidad o de pornografía extrema en su manifestación, en ambos casos lo común, lo que constituye el territorio de la semejanza es ese punto lejano respecto del buen gusto que brindan las posibilidades estéticas del porno y del heavy.

Pero el heavy se relaciona con el mundo porno, además de lo mencionado, en una idea festiva del sexo y una erotización explícita del cuerpo. Así, en los ochenta afloró una estética de lo extremo en el metal en un sentido muy distinto: se trata del movimiento glam. Bandas como Poison, Twisted Sister, Whitesnake, entre otros, recurrieron a formas espectaculares de vestir para representarse en escena y en las tapas de discos. Incluso extremas para el propio heavy, donde dominaba una estética de lo masculino ligada al cuero, la moto, la cerveza y la fuerza del cuerpo emergiendo de remeras sin mangas. Pero, al mismo tiempo, ¿cómo evitar la imagen hipercodificada de aquellas bandas junto a una horda de mujeres despechadas, dispuestas a convertirse en groupies sin pudor, rompiendo todas las barreras de lo esperable en torno a una chica decente? Lo glam, en el heavy, es una reafirmación de lo masculino al mismo tiempo que su puesta en cuestión acerca de qué debe ser un hombre. En un terreno diferente al musical, encontramos lo extremo en la estética de la indumentaria y el cuerpo maquillado. Borrando fronteras de género, el glam metal reúne tópicos de lo masculino bajo formas de lo femenino, y permitió atribuirle a lo femenino (en el mundo del metal) acciones (la iniciativa sexual) reservadas para lo masculino.

 

Del glam metal se desprendió lo que fue el primer sex tape famoso: Tommy Lee, baterista de Motley Crüe, y Pamela Anderson. Punto culminante, ya no estético, sino real, visible a simple vista, de comunión entre la pornografía y el heavy metal: el músico convertido en actor (¿amateur?) porno.

 Por el lado argentino, Riff es la banda que más ha jugado con una modalidad de lo extremo en su estética[3] ligada al uso del cuerpo para el sexo. Zona de nadie, de 1992, muestra en su tapa un bar de chicas, donde un señor de campera de cuero, con el nombre de la banda inscripto en la espalda, conversa con la camarera (que parece, además, una madama) mientras otra mujer del lugar se expone insinuante y en ropa de cuero (tópico en la indumentaria de la banda), detrás de él. Sabemos: los cabaret son zona de nadie, un espacio donde la policía no tiene jurisdicción, sobornos mediante. Cinco años después, en Que sea rock, último disco de estudio de la banda, se incluye el tema “No obstante lo cual”. Allí Pappo canta: “Mis amigos me dicen / que tengo que formalizar / que busque un empleo / y que haga una vida normal. / No obstante lo cual, / para mí lo que hago está bien. / No obstante lo cual, / me sigue gustando el cabaret”. Podría pensarse que aquí se habla de prostitución, no, de pornografía. Pero no deben olvidarse algunas cosas: que el cabaret es un espacio de proyección de lo porno (pantallas, televisores, decoran los espacios), y que al estar hablando de estéticas nos referimos, como señalamos anteriormente, a modalidades más generales, donde lo porno es matriz de otro tipo de producciones –una cantera para la imaginación–.

En la Argentina existe (o existió[4]) un evento que nuclea el medio del porno con el del heavy metal. El evento está organizado por quien se considera el mayor referente del porno en la Argentina, Victor Maytland. Ha tenido dos ediciones y, en una de ellas, actuó un grupo llamado Las hijas de Yiya. El canto ochentoso de Rob Halford[5], feminizado y quitadas las connotaciones masoquistas, en un cuerpo femenino y rioplatense de la década del dos mil diez, parece revivir en esta banda del under argentino. Así, con canciones como “Murra”, “Triple X” y “Llegaron mis hermanas”, la voz poética de las letras se prepara para todo: “Una película porno quiero hacer con vos”, dicen las voces femeninas.

Las estéticas de lo porno y lo heavy parecen, invariablemente, confluir en el encuentro con lo que escapa a los límites, con aquello que vira hacia lo extremo.

Ética (y final)

Foucault, en la introducción a El uso de los placeres, estableció una distinción entre la ética y la moral. Esta última remite al conjunto de reglas o al código que señala cómo comportarse; la ética implica el modo en que el sujeto se relaciona con ese código, y es esto lo que la define. Es posible pensar que hay una ética que relaciona el heavy metal y el porno sobre la base de sus estéticas, sobre la base de lo que, en sus estéticas, rechazan de los códigos morales de nuestra sociedad y proponen, así, su ética. Se trata de formas que, como se señaló al inicio, se definen por su relación con lo liminar: están, en algunos casos, en el límite de lo tolerable para el gusto de la época, en el límite de lo que el oído, la vista y la moral pueden soportar. Son estéticas de lo liminar y en ese sentido juegan con el filo de lo inaceptable: allí reside su apuesta. En efecto, el heavy atravesó una serie de conflictos en los ochenta, de la mano de Dee Snider, cantante de Twisted Sister, quien debió rendir cuentas ante un tribunal, encabezado por Al Gore y su esposa, acerca de sus letras y sus formas ya que, para la mirada de sus enjuiciadores, corrompían el buen gusto de la familia estadounidense. Lo llamativo es que lo convocaron para declarar pensando que, como señala el mismo cantante en una entrevista[6], iban a poder “carnearlo” en público. Sin embargo, preparó un discurso para leer frente a ese tribunal. Demostró que, detrás de una estética de lo extremo en relación a la moral y al buen gusto, puede esconderse una apuesta ética: supo qué decir, cómo articular su discurso, e incluso proponerle a la Sra. Gore que si encontraba sadomasoquismo en las letras era porque ella lo estaba buscando (toda una concepción hermenéutica).

En definitiva: si podemos leer alguna ética vinculada a estas estéticas, es la del juego con los límites de lo aceptable para el buen gusto de una sociedad en un momento determinado, de tomarlo para postergar su umbral, para proponer territorios vírgenes aún. El heavy y el porno no han dejado de asemejarse en ese punto


 [1] No desarrollaremos ese tema, más que a partir de una simple mención, pero cabe destacar que Sasha Grey, luego de su retiro del mundo de la pornografía, está en vías de formar un grupo heavy. Y, en la otra orilla, Evan Seinfield, del grupo Biohazard, luego de casarse con su ex mujer y actriz porno, Tera Patrick, ha incursionado en el género.

[2] No importa determinar si primero existió el hardcore como género musical y luego como categoría porno. Para el punto de vista aquí asumido, esto es indiferente. Por otra parte, invirtiendo la influencia, podemos pensar en ciertas tapas de discos. Tal el caso de Cannibal Corpse, ícono del death metal, tal vez la forma más extrema del heavy. Un disco, como ejemplo: Tomb of the mutilated; la imagen: dos cuerpos monstruosos, uno, masculino le practica sexo oral al otro, femenino.

Nota del editor: Puede verse un comentario del disco mencionado, de su portada y algunas canciones en esta nota de Andén.

[3] V8, Hermética y Almafuerte, por nombrar el tríptico de bandas del mayor representante del género en Argentina Ricardo Iorio, que nunca estuvo cerca de esta modalidad estética.

[4] Las referencias encontradas señalan que la segunda, y tal vez última, edición del evento fue en 2012.

[5] “You give me pain, but you bring me pleausure”, de la canción “Pain and pleausure”.

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