Todas las búsquedas confluyen. Cuando se piensa en agua y contaminación el Riachuelo aparece. Resurgen la minería, el derroche en las grandes urbes, los acuíferos, Bolivia como paradigma de la sed. Y esas remembranzas se actualizan en el tiempo, una y otra vez vuelven, no sólo como las tragedias que son, sino como farsas que nunca dejan de doler.

 

Hace varios años ya, durante una exhibición de un documental, me permitieron apuntar una lista de posibles temas para tratar, y pensé en el agua. Luego de un registro sobre la minería que reveló complots empresariales y sus consecuencias medioambientales, era lógico pensar en mantener ese tema. Cuando me decidí por hacer un documental sobre el agua, no tenía mayor idea de qué podía implicar el tema en sí mismo. Por ello abrí un blog, para reflexionar sobre el agua e iniciar el debate público. Luego, cuando una vieja ingeniera química me buscó para facilitarme información, no me sorprendí; era la perspectiva discursiva por la que se me conocía.

En un bar frente al Parque Lezama, me cité con ella, llamémosla Ema –dado que prefirió mantener el anonimato–, y me entregó una serie de papeles de color verde manuscritos con pequeña caligrafía. A simple vista, pude entender algunas definiciones y vi que una serie de cuadros daban distintos valores de nitratos y de metales pesados. Luego de haber efectuado una gira con más de cien exhibiciones y sus posteriores debates, no tenía pudores así que, para ir a lo concreto, dejé los papeles y le pedí a Ema que me diera la explicación sobre lo que los manuscritos decían.

En ese momento me tomé la libertad de escrutar a mi interlocutora. Mientras ella me contaba que había sido profesora en la UBA y en La Plata, yo miraba sus ojos inseguros, su ropa gastada y noté su miedo al rechazo. No era la primera vez que me encontraba frente a un desconocido que decía tener importante información que podía revelar un complot. A veces eran locos marginales sin credibilidad, que buscaban que su mensaje fuera trasmitido por alguien más. ¿Sería uno más de esos casos?, no podía saberlo. Estuve tentado de guiarme por la primera impresión, pero me dispuse a darle veinte minutos de una tarde lluviosa de domingo, cuando me dijo que había trabajado a pedido de Edesur y de Edenor en un estudio comparativo de las napas al sur y al norte del Riachuelo. Lo interesante era que le habían pedido que comparara napas de Barrio Norte y Recoleta con otras del conurbano, vecino a la ciudad de Buenos aires. Expertos internacionales ya habían hecho los estudios, y solo le pedían a Ema que hiciera la lectura comparativa. Como había firmado la confidencialidad, no podía más que tomar notas resumidas del informe. La principal conclusión era que todas las napas de agua de Capital Federal y del conurbano estudiado estaban contaminadas con metales pesados y nitratos. Es decir, no había agua para consumo humano. Inclusive la tierra estaba contaminada de manera tal que volvía hacia las plantas y la vida natural en agentes contaminantes. Y concretamente ponía a un millón y medio de personas del lado sur del Riachuelo en riesgo de graves consecuencias por el alto nivel de contaminación.

Al escuchar esto, dejé de pasear mi mirada sobre el parque vecino –una vez más con calles inundadas– para posar mi mirada en la ingeniera Ema que estaba esperando mi reacción. La mujer, posiblemente de más de setenta años, me miraba por primera vez en profundidad, y yo no podía dejar de pensar en que seguramente vivía sola y que no tenía un buen pasar. Simples anotaciones para situar a mi personaje.

Estaba tentado por dos posibles comentarios, uno del tipo: “Qué tremendo”; y otro, que me parecía más patético aún, por mis asociaciones con la Coca Sarli: “Y usted, ¿qué pretende de mí?”. No sabía qué pensar de esas revelaciones. No me malinterprete, lector, no tenía dudas sobre la sinceridad de mi informante. Podía, aun, ser una mente extraviada, pero creía lo que decía. Podía estar Ema pasando hambre tal vez, pero esos papelitos verdes habían sido atesorados por años antes de haberlos puesto en la mesa. Para mí, era suficiente; pero no, para un documental. Ema por supuesto no tenía copia del informe que había entregado a las empresas y no tenía posesión de los estudios originales. Le pregunté si había otros profesionales que pudieran dar cuenta de similares conclusiones. Me dijo que sabía que había habido otros dos informes similares, pero no sabía quiénes eran sus autores ni las conclusiones. Pregunté si eso que me había contado tenía solución. Básicamente no. Para remediarlo, hacía falta evacuar a todas las empresas contaminantes, relocalizar a entre uno a cuatro millones de personas y remover la tierra contaminada para su tratamiento. “Quedamos así”, se me escapó decir; y me vino como un frio, una melancolía, una tristeza. Empecé unas palabras de contingencia, las posibles vías de financiamiento para el documental, los plazos, qué estaba haciendo en ese momento y cuándo podía hipotéticamente ver en firme el proyecto. Pero por dentro tenía una imagen de la situación, la de un pequeño pez payaso como en Buscando a Nemo, que trata de adentrarse en aguas oscuras. Ema había decidido darme los papeles aun ante mi rechazo inicial. Me dijo que estaba vieja y que era lo mejor. En fin, hablamos un rato más, pero esto fue lo sustancial. Luego guardé lo mejor que pude los papeles dentro de mi campera para que no se mojaran, y volví a mi hotel.

Con el proyecto del documental sobre el agua, me encontré con varias historias más, algunas de corte geopolítico, como la cuestión del acuífero guaraní y la implicancia de bases militares norteamericanas. Supe de la famosa Guerra del Agua en Bolivia, donde la privatización de la empresa de agua en Cochabamba inició una revuelta popular con más de sesenta y cinco muertos y que de algún modo fue lo que generó las condiciones para la llegada al poder, un par años después, de Evo Morales; y que es, quizás, la mejor anécdota sudamericana para contar un ciclo de conflictos y su resolución en torno al tema del agua. Escribí un primer esbozo de tratamiento, pero el desarrollo pedía una importante investigación, que nunca estuve en condiciones de afrontar por razones económicas.

Después la vida siguió pasando, me casé, armé mi familia en el extranjero, y el fenomenal tema fue quedando de lado. Supe de otros documentales que tocaban aspectos que me interesaban como Sed, una invasión gota a gota[1]. Por lo que me quedó claro que era un tema de aquel momento. También supe, ya viviendo en Croacia, del milésimo intento de sanear el Riachuelo por el gobierno de turno. Sin saber mayores detalles puedo suponer su resultado; desde el gobierno de Juan B. Justo se hacen anuncios, así que no es difícil arriesgar. Viviendo fuera del país, supe de varias cuencas criminalmente contaminadas en Asia, como las del Mekong o la del Yangtzé. Incluso ahora me queda cerca el Danubio, que también lo está. Veo que los documentales que abordan estos temas, en general, o están dentro del estilo de Discovery Channel, y por tanto sin que importe el contenido se quedan encapsulados en un tipo de consumidor que no hace casi lectura política de los hechos, o bien forman parte de los documentales antiglobalización, los que yo mismo consumo, que a veces minimizan las fuentes y maximizan las conclusiones y que a priori ya están estigmatizados por su pertenencia y circuito de distribución. No sé cuánta verdad tiene la muletilla que dice que las próximas guerras serán por el agua, pero siento que son más esperados los cuentos morales que las crónicas del apocalipsis; por lo que no estoy seguro de si con mis apuntes se debería hacer una película documental o más bien un texto que recoja las historias escuchadas.

La última vez que estuve por mi casa en la Argentina, buscando papeles volví a ver las hojas manuscritas de Ema entre otros folios de notas sueltas y me hizo pensar en esos locos que tienen absurdas notas que nadie creería; cuando advertí que al pasarme aquel legado me había pasado también su designio: contar una verdad acaso improbable, pero ominosa. Será tal vez por eso que hoy les comparto lo que he escuchado.


[1]Sed, invasión gota a gota (2004) Dirección y Guión:  Mausi Martínez

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