El cine suele regodearse con el conflicto entre el hombre y la naturaleza, de su lucha por sobreponerse a ella y dominarla. Sin embargo, en ocasiones, también suele dar cuenta de la lucha por los recursos vitales y la opresión que cualquier forma de dominio conlleva. Lejos de la épica moralizante, la metatextualidad pretendida por Icíar Bollaín en su quinta película abre el juego a una reflexión en varias direcciones.

 

La película También la lluvia[1] muestra lo que sucedió en Cochabamba en el 2000 y que fue conocido como la guerra del agua[2]. Brevemente, la película trata sobre un director de cine y un productor: Sebastián y Costa, respectivamente, quienes viajan a Bolivia para rodar allí una película sobre el descubrimiento de América; y pretende mostrar la brutalidad con la que se llevó adelante la conquista.

Ahora bien, esta filmación se encuentra con un problema ya que, en el mismo lugar en el cual se lleva a cabo la grabación, estalla lo que se llamó “La guerra del agua”. Este conflicto surgió a fines de 1999 cuando el entonces presidente de Bolivia Hugo Banzer firma un contrato con una multinacional que privatiza el servicio de agua en Cochabamba. Esta privatización no solo aumentó el precio un 50%, sino que también, por la sanción de la ley 2029, se le daba el monopolio de este recurso a la empresa Aguas del Tunari. Lo que significaba que el agua de las comunidades también sería propiedad de la empresa y, asimismo, las comunidades deberían pagar por las conexiones de agua que “Aguas del Tunari” les proveería luego de sancionada la ley. Todo esto generó protestas que fueron fuertemente reprimidas por el gobierno y tuvieron como resultado un muerto y más de ciento cincuenta heridos. Finalmente, el gobierno de Bolivia le rescindió el contrato a la empresa.

En la película tenemos, en principio, dos niveles: lo que sucede en la película que filman Sebastián y Costa y lo que sucede en Cochabamba mientras ellos filman. Esta particularidad intenta trazar entonces un paralelo entre la violencia con la que se llevó adelante la conquista y el saqueo de los recursos –fundamentalmente del oro– por parte de los españoles con la forma en que las empresas multinacionales se enriquecían a través de la privatización de los recursos naturales. Lo interesante también es que este paralelo es trazado a través del personaje de Daniel, un joven que es seleccionado en el casting de la película para desempeñar el rol de un indio que lidera la resistencia; y es el mismo Daniel quien dirige la resistencia de los campesinos ante la empresa que ha privatizado el servicio del agua. Esa situación les genera un conflicto a Sebastián y a Costa, ya que, para ellos, la actividad en las manifestaciones que son fuertemente reprimidas pone en peligro la integridad de Daniel y de la película.


El problema entonces es la continuidad del rodaje y los problemas económicos que eso le ocasiona a Costa y a Sebastián. Además, hay un detalle que no es menor: la financiación de la película proviene de capitales norteamericanos que, frente al inminente conflicto social, quieren dejar la inversión. Podemos pensar que la película ubica a Costa y a Sebastián como los nuevos opresores económicos. El colonizador no ha cambiado del todo, ahora aparece en forma de capitales extranjeros. La cuestión de los recursos para filmar la película aparece desde el comienzo. Sebastián, el más joven, aparece como un idealista y se preocupa por el conflicto que está por desatarse; mientras que Costa, desde el principio, marca su interés económico. En una de las primeras escenas, una joven que hace un documental sobre la película le pregunta por qué filmarla en Bolivia y no en Centro América, que es efectivamente llego Colón. Costa responde que es justamente por una cuestión de costos –¿coincidencia?– y señala que en Cochabamba hay muchos extras y mano de obra barata y que por eso han decidido filmarla allí.

Otro punto interesante que se plantea en la película tiene que ver con la mirada hacia los directores, quienes intentan mostrar una crítica al modo en el cual los españoles saquearon violentamente las poblaciones originarias, pero no pueden ver más allá de ello. No pueden volver la crítica hacia su propio accionar frente al conflicto que los rodea. Se presenta, entonces, una pregunta que tiene que ver con el valor de la representación de la realidad: ¿El solo gesto de narrar un hecho de opresión es suficiente para poner en cuestión las condiciones que generaron ese hecho? Parecería que no, ya que el interés de ambos es que Daniel deje de participar en las protestas por la continuidad de su proyecto. La diferencia entre Daniel y el personaje que le toca interpretar en la película de Costa y Sebastián tiene que ver con que él no se doblega: cuando le ofrecen cinco mil dólares para que se mantuviera alejado de las manifestaciones hasta que se terminase de filmar la película, Daniel acepta el dinero, pero no obedece la directiva de Costa.

Finalmente la tensión social avanza y se hace más difícil sostener la situación. Se produce una represión muy violenta por parte del Estado, lo que ocasiona que los actores abandonen el país porque temen por su seguridad. El único que se involucra en el conflicto e interviene para ayudar a la familia de Daniel es Costa, quien se separa del grupo de filmación. Este personaje en los últimos minutos de la película atraviesa un cambio y va a buscar a la hija de Daniel, que ha sido herida en la manifestación. Podría pensarse entonces que sí, que hay un valor en el gesto de representar la opresión, pero vale aclarar que el acercamiento de Costa y Daniel es en términos personales; no, en términos políticos. La ayuda de Costa no pone en cuestión cierto orden establecido, no apunta a hacer tambalear el orden colonial sobre el cual está basada la lucha por el agua. La ayuda de Costa es personal y además por medio de aquello que él parece tener siempre como principal preocupación: el dinero.

La película permite pensar en las relaciones coloniales que siguen existiendo en la actualidad desde distintos puntos o niveles. Y creemos que esto tiene que ver con la estructura de la película: el ser una película dentro de otra película. Este procedimiento permite también hacer una reflexión sobre el modo de hacer la película de Costa y de Sebastián. Allí lo que podemos ver es la distancia entre aquella opresión que pretenden mostrar y aquella que sucede a su alrededor y que ellos mismos no pueden ver como tal. Para Costa y Sebastián, mostrar la opresión ocurrida en la conquista parecería ser un acto revolucionario en sí mismo, pero no lo es tanto, porque los llamados telefónicos que Costa recibe varias veces a lo largo de la película muestran que los capitales norteamericanos con sus intereses incluidos están ahí, condicionando la producción de la película. Por otro lado, está la guerra del agua, que los protagonistas parecen no ver, como una forma más de opresión de los capitales extranjeros sobre el suelo Latinoamericano, similar al que quieren mostrar y criticar. Los obstáculos para la realización de la película no son solo la guerra del agua o la tensión que está constantemente en el ambiente. No es tampoco la rebeldía de Daniel ni el que los actores y el equipo teman por sus vidas cuando se desata la violencia. Parece que la imposibilidad de hacer la película, el verdadero obstáculo, tiene que ver con la imposibilidad de ver realmente el “otro”, de construir un relato sobre el otro. Y este relato sobre el otro incluye también su lucha. Ese otro que ahora representa su resistencia de algún modo ha cambiado, y a la vez no. Esto aparece claro en un momento en el cual un grupo de mujeres se niega a actuar una escena en la que tienen que ahogar a sus bebés. Si bien Sebastián les explica que lo que van a sumergir en el agua son muñecos y no a los niños, las mujeres se niegan y se van. Hay ahí una imposibilidad para Sebastián y para los realizadores de la película de construir un relato sobre el otro que salga de su idea preconcebida: el continuum que hay entre los sujetos que fueron colonizados y los pobladores de Cochabamba en el año 2000.

La película tiene un final abierto: la soledad de Sebastián, y el acercamiento de Costa y Daniel justo con la promesa del primero de seguir ayudando económicamente a la hija del segundo. No logramos saber si realmente lo vivido en Cochabamba modifica a los personajes, a sus convicciones■

  

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[1]Película española dirigida por Icíar Bollaín en 2010. El guion de la película es de Paul Laverty.

[2]Sobre este tema puede leerse La “guerra” por el agua en Cochabamba. Crónica de una dolorosa victoria de Manuel De La Fuerte: http://www.umss.edu.bo/Academia/Centros/Ceplag/AguaMDLF.PDF

 

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