La pedagogía, cualquiera sea, no lo puede todo. Con ella se pueden transmitir técnicas, narrar experiencias, brindar las herramientas necesarias para conseguir determinados fines pero no pueden despertar pasión y amor por un arte cuando el sujeto por sí mismo no lo siente. ¿Cómo se transmite el conocimiento, entonces, cuando la materia es la transmisión misma de sentimientos, la empatía con un texto, la conexión con el espectador? 

Una vez escuché lo siguiente: “Hay tres maneras de aprender teatro: haciendo teatro, leyendo teatro y viendo teatro”.

La intención de este texto sobre la Pedagogía teatral es reflexionar sobre los procesos de aprendizaje de los sujetos que obtienen las herramientas necesarias para transitar la construcción de un espectáculo al que llamamos “Teatro”.

El hablar de Teatro nos puede llevar por caminos que recorren las más diversas subjetividades, ya que hay tantos tipos de teatro como teatristas lo realicen. Por eso resulta imprescindible la aplicación de un método que nos permita unificar los criterios de abordaje.

En primer lugar, tomaremos como punto de partida y centro de nuestro núcleo de acción el teatro como una de los artes de representación y expresión humanas.

 Hacia una valoración del objeto

El Teatro es un arte. Y se diferencia del resto de las artes por “hacer presente” las conductas de los hombres, en un aquí y ahora frente al espectador. Y las hace presentes en una dirección: los otros hombres. Su lenguaje es la acción.

Fue Konstantín Stanislavski el gran sistematizador de las técnicas del trabajo del actor, al conceptualizar sobre el valor que el teatro y el actor tienen para quienes reflexionamos sobre el proceso creador y su formación. Él inauguró el acto de extraer categorías generales y se situó frente al objeto desde una perspectiva científica. Es quien más se pregunta por el actor y quien se siente más reflexivo y sistemático sobre él.

Se situó frente al actor como un entomólogo frente a un insecto. ¿Qué le pasa a ese actor cuando se emociona? O su planteo superador: ¿Qué le pasa a ese actor cuando hace lo que hace?

Stanislavski y Danchenko −fundadores del Teatro de Arte de Moscú− decían, sobre la selección de actores, que ni en las conferencias mundiales de carácter internacional se delibera sobre las cuestiones de estado con la minuciosidad u exactitud con que ellos consideran las bases del futuro teatro.

Y en la evaluación de un actor: “En cuanto a este le llamo la atención sobre él. Porque tiene ideales por los cuales lucha, y no está dispuesto a hacer las paces con lo existente. Es un hombre de ideas”.[1]

Para que quede claro, hablaremos siempre sobre este modelo de actor.

            Nuestro campo de estudio, la pedagogía teatral, pertenece al campo de las ciencias humanas, y por lo tanto, dentro de la complejidad de lo dramático, nuestros interrogantes nos guiarán hacia el actor y su proceso de formación.

Cuando intentamos reflexionar sobre la formación actoral (didáctica) es ineludible pensar en una pedagogía que le dé marco. Se entiende la Pedagogía como la disciplina científica que se ocupa de la educación. Y definimos educación como un proceso de socialización y de individualización que consiste en una confrontación y transmisión de valores. Podemos decir, entonces, que los valores determinarán el encuadre pedagógico.

Explica Jamenson Fedric, en Documentos de Cultura, Documentos de Barbarie (Ed. Visor. Madrid. 1989): “Se dice que cuando Darwin hizo su viaje alrededor del mundo, descubrió la teoría de la evolución. Es una manera de decir, pero también se puede explicar que durante su viaje alrededor del mundo, Darwin, había reorganizado el conocimiento biológico de su época alrededor de la concepción de la historia”.

Dice Juan Carlos Gené, en Escrito en el escenario. Pensar el teatro (Editorial de la comunidad Iberoamericana de Teatro. Bs. As. 1996): “En la técnica formativa para el teatro está implícita una concepción para el ser humano; también del mundo, de la vida y de la muerte. Debes recordar el sentido, pero guárdate de considerarlo como materia de enseñanza; ese sentido, inevitable, se transmite implícitamente con las técnicas. Por eso creo que el maestro es ante todo un hombre esperanzado. En su técnica, que es aquello que se puede enseñar, transmitirá esa esperanza. Los maestros desesperanzados son la maldición de sus discípulos”.

 Delimitación del campo. Encuadre Pedagógico

Cuando hablamos de Pedagogía teatral, debemos hacer una distinción. ¿Qué se puede enseñar? Necesitaremos analizar, en nuestro arte, a qué le llamamos técnica y a qué, poética.

Llamamos técnicas a las herramientas utilizadas por el actor para la construcción del objeto; nos referiremos a poéticas como a la utilización de ese cuerpo de técnicas en forma subjetiva. Las técnicas son transmisibles, acumulativas y generalizables; y las poéticas son subjetivas, cambian con el tiempo y no se pueden generalizar.

Podemos enseñar a comprometerse pero, no a considerar la vivencia como un valor.

Siguiendo el método educativo, nos preguntamos: ¿Cómo vamos del desconocimiento al conocimiento? ¿Por dónde empezamos?

Debemos jerarquizar lo técnico sobre lo poético. Debemos servirnos de la estructura dramática como elemento de análisis para no caer en consideraciones equívocas. Podemos decir: la comedia tiene mecanismos que le son propios y no pecar en decir: “Moliere se hace así”.

La formación de actores

Ningún problema educativo puede ser estudiado al margen del contexto socioeconómico.

Al reflexionar, veamos qué posición debemos tomar frente a una problemática de mercado y cómo respondemos a sus demandas.

Ángel Magro, en Un mundo en crisis. Historia Universal (Ed. S XX. Bs As., 1989) dice: “En la actualidad se propone la razón tecnológica como gran legitimadora en el campo del saber, donde lo que se impone no es la verdad ni la justicia, sino la eficiencia; una técnica es buena cuando funciona mejor y/o gasta menos que otra”.

La cita anterior sirve como aporte de una disciplina auxiliar hacia nuestro campo. Ahora, para dar cierre a nuestra reflexión, veamos qué nos dice un hombre de teatro como Juan Carlos Gené:

Y en el mundo de hoy, lo que no tiene prensa y televisión, no existe. Pero existe tanto y, probablemente, más que todo lo otro. Y el teatro presenta al hombre como es, angelical y homicida, tierno y cruel. Nunca ha sido el teatro ámbito de almibaradas visiones del hombre y cuando tal cosa ocurrió, sus cultores cayeron en el olvido.

La actual sociedad premia al arte tan solo cuando es capaz de generar plusvalía. Pero, un planteo educativo que se precie de tal no puede partir de la realidad como inmodificable. (Ibídem).

Nuestra posición se enmarca en una economía de mercado. Es justamente este contexto problemático el que nos obliga a una reformulación de la pedagogía teatral. Todo sujeto que se precie de artista (en formación o no) debe implicarse en una concepción creadora. Más allá de si formamos creadores o no, tomamos a la creación como: a la combinación de formas que en la realidad no se encuentran.

Ahora, ¿generamos un actor para el mercado o lo pensamos como un sujeto modificador? El actor es sin dudas un creador y hacia allí debemos apuntar todo la pedagogía que lo tenga como sujeto. Y aunque la creatividad no pueda enseñarse, nada prueba que no pueda desarrollarse en las condiciones apropiadas.

 Conclusión

Nuestro objetivo es el de centrar la actividad en el actor. Este se constituye en una integridad psicofísica. Posee un cuerpo (físico) como instrumento. Creemos de fundamental valor el trabajo sobre su instrumento, considerando al actor en su carácter dual de instrumento y ejecutante en forma dialéctica. Al decir de Peter Brook: “Trabajamos la acrobacia para desarrollar la sensibilidad y no para ser acróbatas”.

Nuestro arte se escribe en el agua.

No pensamos en cuerpo poético agotable, sino por el contrario, creemos en la multiplicidad de estilos poéticos que conllevan un inacabable bagaje de producciones artísticas

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[1]Stanislavski, K. Mi vida en el arte. Diálogos.

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