Los desechos y desperdicios son un problema en todos lados, principalmente en los grandes centros urbanos. La ciudad autónoma de Buenos Aires, el más poblado del país, tiene una larga historia de idas y vueltas en políticas vinculadas al tratamiento de residuos. Sin embargo los resultados están a la vista. ¿Qué responsabilidad le cabe a las autoridades y qué responsabilidad a los habitantes? ¿Cuánto se sabe realmente sobre la magnitud del problema?
E n sus 2.780.400 km² de extensión y con poco más de 43 millones de habitantes, nuestro país produce anualmente 12.325.000 toneladas de basura por año de las cuales aproximadamente el 35 % son generadas por la provincia de Buenos Aires. Esto no implica que esa masa de basura se divida por la cantidad de habitantes y muestre lo que cada uno genera, sino que existe mucha variación según el nivel económico de cada región. Por ejemplo la Ciudad Autónoma de Buenos Aires genera poco más de 1,5 kg de basura por habitante por día, mientras que ciudades como Misiones generan 0,4 kg de basura por habitante por día. Estos valores aumentan año a año cerca de un 8 % de manera pareja en todas las ciudades y no parece atenuarse. Hoy casi la totalidad de esta basura es enterrada o arrojada sobre algún terreno, aunque existen algunos municipios mayormente pequeños que han logrado articular las herramientas públicas en función de lograr soluciones más ecológicas y sustentables que los rellenos sanitarios.
La ley 1854 del GCBA, sancionada el 24 de noviembre del 2005, conocida como Ley de Basura Cero, fue uno de los primeros intentos para concientizar sobre la importancia de la separación de los residuos en las casas, la disposición diferenciada según los contenedores, de una recolección de residuos preclasificados y de la promoción del reciclado de los diferentes componentes para gradualmente reducir el volumen; pero muchas de estas cosas no ocurrieron. No se logró trabajar mancomunadamente con las asociaciones civiles de recicladores urbanos preexistentes, conocidos anteriormente como “cartoneros”, que gestionaban el reciclado de los residuos; además hay que sumarle la poca o nula concientización vecinal sobre cómo separar y disponerlos residuos. La idea no es polemizar sobre si la ley fue eficiente en su aplicación o no lo fue, simplemente se pretende hacer una introducción al marco normativo actual que tienen los residuos y qué opciones existen para su tratamiento, en especial, los orgánicos.
Hoy en día, la basura que nosotros generamos podemos dividirla en varias categorías; por ejemplo: según su composición orgánica o inorgánica, por su origen, si es domiciliaria, industrial, hospitalaria, entre otros. La categoría orgánica incluye principalmente restos de comidas, residuos del jardín, de podas.
Actualmente contamos, para el tratamiento de los residuos, con: a) la disposición en un relleno sanitario, es decir enterrar la basura; o bien b) reciclar las fracciones de plásticos, vidrios, metales, y aprovechar la parte orgánica en algún proceso como el compostado; de esta manera reutilizamos recursos y disminuimos considerablemente la cantidad de basura que termina en un relleno. Existen otras opciones de tratamiento como la Biodigestión y la Pirólisis o la Gasificación.
El tratamiento de Biodigestión es una tecnología que se lleva adelante en muchos países desde hace muchísimo tiempo y consiste en un proceso de fermentación que se realiza en tanques con la fracción orgánica de los residuos para obtener dos productos: un gas, al que denominaremos biogás (que posee características similares al gas de red), y un barro estabilizado químicamente (rico en nutrientes que puede utilizarse como fertilizante). Los materiales involucrados en el proceso de fermentación deben ser acondicionados, lo cual implica que sean molidos o picados, dependiendo de cuáles sean los insumos. Toda la reacción química debe ocurrir sin oxígeno y en condiciones próximas a la neutralidad de pH, es decir, que no sea un medio ácido o alcalino.
Existen biodigestores de pequeña escala, utilizados en viviendas rurales para autoabastecerse de gas o para tratar excesos de materia orgánica. Los de media escala son tanques que tienen volúmenes de tratamiento que van desde los 10 m3 hasta los 100 m3 diarios, también se emplean para tratar desechos provenientes de la producción agropecuaria como camas de pollos (heces de ave, plumas, alimentos en el piso de los galpones de cría), heces de cerdo y de vaca, principalmente. Y los de gran escala con volúmenes mayores a los 100 m3 diarios que son empleados en la industria con el fin de disminuir el impacto ambiental de su actividad y, en muchos casos, consumen la propia energía que generan o vuelcan a la red eléctrica nacional. Como ejemplo en nuestro país, se comenzó a utilizar, hace unos años, el relleno sanitario que posee la CEAMSE en el Complejo Ambiental Norte III, el cual captura los gases del relleno, (el metano el gas que se colecta) para luego combustionarlos en los generadores y volcar a la red aproximadamente 10MW que equivalen a 20.000 casas. Otros ejemplos de este tipo son las industrias azucareras en el Norte que, como subproductos de la producción de azúcar, generan alcohol y biogás de los residuos de los ingenios.
El proceso de Pirólisis en nuestro país tiene carácter investigativo y se ha encontrado con muchos problemas planteados por asociaciones ambientalistas que declaran que es una solución muy contaminante. Para explicar brevemente el proceso, este consiste en un reordenamiento de la materia, lo que implica que cualquier material que ingresa en el reactor de Pirólisis, menos los vidrios y metales, será transformado en un fluido, del cual, luego de ser sometido a diferentes procesos, pueden obtenerse combustibles. El argumento que actualmente esgrimen las asociaciones ambientalistas en contra es que, al utilizarse esta tecnología, se liberan gases producto de la reacción que no son efectivamente filtrados por el sistema, y generan perjuicios ambientales a la atmósfera en el proceso de liberación. Lo que debería desarrollarse es un sistema de filtrado de aquellos gases para que esta tecnología sea ambientalmente inocua. Existen razones para suponer que en el futuro esta será una de las mejores tecnologías para el tratamiento de residuos.
Como conclusión de este tema que preocupa y ocupa a muchísimas personas, considero necesario reflexionar honestamente sobre los conceptos de basura o residuo. Nuestra sociedad ha normalizado la existencia de residuos que no pueden ser reciclados o reutilizados. Es tarea de todos nosotros consumir productos que tengan la menor cantidad de plásticos y envoltorios, asegurarnos, por ejemplo, que los envases puedan ser reciclados. Nuestro planeta actualmente está siendo sobreexplotado casi al doble en términos de sustentabilidad. Las consecuencias están a la vista en todo el mundo y no es solo culpa de unos u otros. Debemos asumir un compromiso con todos los productos que consumimos. Y ese compromiso debe hacerse hoy■