Hace seis años volé de la ciudad de Buenos Aires como muchas personas que se deciden por un cambio… Es en torno a este cambio fuerte de vida y de lugar, donde mi mirada hacia casi todas las cosas se fue transformando. En algunos aspectos, fue de a poco y, en otros, con una rapidez muy singular.
Las mujeres como sujetos transformadores del Heavy Metal – Andén 89
Al escribir sobre música Heavy Metal, como forma artística y movimiento cultural; al avanzar en una lectura orientada hacia el género y las mujeres en el Heavy Metal; al adentrarme en los pequeños espacios reservados para la mujer en este movimiento y al preguntarme por qué el Heavy Metal no ha hecho eco aún de los cuestionamientos de género, me he encontrado con una especie de supuesto generalizado de que la música es en sí misma un lenguaje universal y autónomo y que excede a los sujetos que la componen. Lo mismo sucede cuando hablamos del ethos del «ser metalero», el Heavy Metal tiende hacia un lenguaje de resistencia universalista de «tener aguante», de «no comerse ninguna» y de «destrucción», en donde la construcción de subjetividad es dejada de lado.
Impermanencia – Andén 89
Uno de los rasgos que con más frecuencia se relaciona al budismo es el del carácter impermanente de nuestra existencia. En una comprensión simple, podemos decir que el budismo explicita que nada permanece igual. No solo el mundo fenoménico, sino aquello que consideramos el núcleo íntimo de nuestra identidad no es más que un discurrir constante. Nada permanece estable.
Estulticia: izquierdas y derechas en el peronismo – Andén 89
Los tiempos que corren en la política argentina sirven para alimentar los mitos sobre el peronismo. Mucho se ha arrastrado el error conceptual del peronismo de izquierda o de derecha. Esta nota desarrollará una breve idea de por qué hablar de peronismos es reproducir una falacia funcional al statu quo.
¿Mutatis mutandis? – Andén 89
Esteban Bullrich, primer ministro de educación del gobierno de la coalición Cambiemos, dijo en septiembre de 2016 que la función del sistema educativo argentino era la de crear generadores de empleo o, en su defecto: “Crear argentinos que sean capaces de vivir en la incertidumbre y disfrutarla”. Es innecesario ahondar en el tinte ideológico detrás de lo que dijo. Bullrich está lejos de ser un pensador penetrante, pero el espíritu de su comentario no es distinto a algo que hace notar Deleuze en su postscriptum sobre las sociedades de control: los políticos hablan de reformar (o cambiar) esto o aquello, pero saben que el mundo tal y como lo conocieron nuestros padres y abuelos está acabado. Gestionan la agonía. La incertidumbre, entonces, habrá de ser nuestra moneda de cambio en los tiempos por venir. ¿No lo es ya? ¿Desde hace cuánto? ¿Cincuenta, sesenta, doscientos años? No quedan certezas ni saberes inamovibles, esos resabios de la modernidad. No quedan, fruto de lo pos y la muerte de los ismos, refugios duraderos en los cuales cobijarnos con seguridad de la intemperie del cambio, aquel que no suele tenernos en cuenta.
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