¿Cómo interviene en la gestación de los mitos locales y regionales el hecho de que las mayorías del norte del país estuvieran constituidas por “indios”, “negros”, “cholos” y “mestizos”? He ahí, en la tapa de este número, a San Martín, Martín Fierro (Felipe Varela, el Gauchito Gil, la Difunta Correa) Gardel, Perón y Eva, el Che, Maradona… ¿Es la tapa de un corte porteño, orientado por las sensibilidades de Buenos Aires y el entorno rioplatense, y no por las del norte del país? No, tal vez, en cuanto que esos iconos tienen, en grados varios, fuerte asidero en la creencias de las poblaciones del norte; pero…, ¿y sus énfasis, sus sombras, las ausencias? ¿Qué lugar tienen allí las guerras calchaquíes del siglo XVII, los dioses vencidos y “extirpados”, los cerros, los ríos, los árboles, el Supay-Mandinga-Diablu? ¿Hay un orden mediático porteño que se imprime sobre los territorios del norte? ¿Es la prevalencia de Buenos Aires y su mirada la que se impone en los iconos seleccionados? ¿Hace parte esa mítica de la construcción del Estado-Nación, orientada hacia la creciente demográfica y urbana concentrada en la desembocadura del Río de la Plata? ¿Qué otra icónica paralela, oculta, regurgitada, recreada, se oculta por detrás de San Martín, de Eva y Perón, del Che, de Maradona? ¿Son estos indudables mitos, también del norte argentino, viejos mitos con tránsitos narrativos locales? ¿Por qué una revista “nacional federal” nos propone como mapa mítico los acentos cosmopolitas de Buenos Aires y sus inmigrantes, del desarrollo industrial y urbano? ¿Estos han tenido efectos en nuestro norte? ¡Claro que sí! Han sido motivos de reorientación de las mentalidades, de los cambios de residencia y de los modos de vida. Pero, ¿sobre qué suelo, sobre qué enjambre de creencias, sobre qué nuevas conjugaciones de lo arcaico? Lo desconocemos, como desconocemos las mayorías “negras”-“indias”-“cholas”-“mestizas”, sus relatos y su sentir. ¿Caminamos, acaso, a contrapelo de la historia al señalar que estas nuevas fuerzas modernas operarían como meteóricos determinismos? ¿Ha quedado desoída una lectura inversa a las corrientes económicas, culturales y demográficas que empujan al país hacia el centralismo porteño? ¿Cómo se imbrican los mitos emergentes en los residuales y arcaicos en el trabajo cultural de los que se han ido, los que han quedado y los que vuelven al norte argentino? (Por no hablar de “paraguayos” y “bolivianos”, con quienes hay territorios comunes más allá de las fronteras nacionales establecidas y gestionadas). El espacio-tiempo de los mitos no es el Tiempo de la Historia. Sin embargo, parece que sobre los mitos trazamos también el Tiempo de la Historia.

Si atendemos a que el censo ordenado por el Rey Carlos III, realizado en 1778, dio como resultado que la población de las jurisdicciones capitulares de la recientemente creada Intendencia de Salta del Tucumán (Cabildos de Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca) estaba en más de un 50% constituida por “Negros, Zambos y Mulatos Libres” y “Esclavos”, y un 30% “Indios” (y el resto “Españoles”) y, si consideramos que esa proporción, con sus crecientes mezclas, abundó durante el siglo XIX y siguió en aumento oscuramente cuando la única adscripción censal fue ya “Argentinos”; nuestra mítica regional tendrá nudos prehispánicos que entraron en las configuraciones “cholas” con dioses y prácticas afro, bajo el catolicismo imperante, como es el caso de la extendida “salamanca”. Hay un mar de fondo y un pozo celeste que reverbera bajo el retablo, el calendario y la liturgia cristianos, y bajo los próceres, las batallas, las ciudades y las efemérides nacionales. Serían tal vez las preguntas que recorran estos senderos ocultos: ¿qué habita en Eva Perón de las Vírgenes y la Pachamama?, ¿qué se encubre bajo San Martín y Perón de los caudillos montoneros, de los alzados calchaquíes y de los cerros tutelares?, ¿qué asoma desde debajo de Gardel y Maradona de los mesianismos de las fiestas de los santos y los rituales de lluvia, de las habilidades y destrezas salamanqueras, de la suerte?, ¿qué se continúa en los migrantes al entorno rioplatense de los ciclos de las cosechas, de los indios vencidos y relocalizados, de las comunidades rearmadas tras la reforma toledana y el desmembramiento esclavista, y de las maneras de habitar sus territorios otros los pueblos prehispánicos?, ¿qué hay en el “obrero” del “campesino”?, ¿qué hay en la “ciudad” del “campo”, en lo “urbano” de lo “rural”, en la “civilización” de la “barbarie”? Preguntas que nos llevarían a desandar los caminos regionales por detrás de la apoteosis de los mitos, levantada como mausoleo de los fundadores de la República y su renovado gesto colonial. Porque también hay que descolonizar los mitos, para que “muestren el cobre” bajo el neón, el plástico y la brillantina.   

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