Anoche tuve un sueño: golpearon a mi puerta; no lo podía creer; era Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar. Me dijo: –Afuera llueve y hace mucho frío. Y yo le respondí: –Claro, pasa o pase– no lo recuerdo bien. Usaba un traje raído, un lazo en el cuello y sus anteojos sobre la frente (cuenta la leyenda que cuando Don Simón no leía o escribía solía usar sus anteojos en la frente). Estaba preocupado porque en la Ciudad de Buenos Aires había encontrado muchas familias durmiendo en la calle. –Y pensar que yo quería incluir y formar en las Escuelas de la Patria a los cholitas y las cholitas que ruedan en la calle– me dijo –En los niños pobres está la Patria.
En ese momento volvieron a tocar a la puerta. Era Paulo Freire. Le dije: –Maestro, ¿quiere unos mates? A lo cual me respondió: –Tudo bem con los matecinhos pero vocé ¿no tem caipirinha? Revisé y encontré. Entonces le consulto: –¿Qué hace por aquí un pedagogo como Usted? Me miró y me respondió: –Estuve leyendo y quise ver con mis propios ojos las nuevas experiencias pedagógicas que hoy recorren Nossa América.
–Sí– le dije yo. Y le conté que hay nuevas sensibilidades sociológicas y pedagógicas que se suman a sus “viejos discípulos” del MST: está el Mocase, el Mocafor, los bachilleratos populares, la inclusión de la educación descolonizadora en las constituciones de Bolivia y Ecuador, el Instituto de Formación Docente Jauretche e incluso le dije algo de una tal Cátedra Libre Paulo Freire, que la armaron unos cumpas de un sindicato docente que entre sus propósitos cuenta con incluir su perspectiva en las aulas. Hacer de las aulas toda una pedagogía de los/las oprimidos/as, llenas de esperanza y autonomía.
Invité a los dos maestros a sentarse y en eso vemos asomarse a José Martí, quien me dice: –Oye chica, ¿puedo entrar? –Claro– le dije yo –estamos hablando de la pedagogía de Nuestra América. Y me sonríe por lo de “Nuestra América”. –Pensar que a ese texto lo escribí en 1891 y recién comenzó a circular alrededor de los años 20. En él decía que no existe la falsa dicotomía entre civilización y barbarie. ¿Les suena? Y que era preferible conocer Nuestra Grecia que la Grecia de los arcontes. Además, siempre creí que es necesario sembrar escuelas. –Beleza– dice Freire. –Yo también creo que cuando ellos dicen civilización y progreso dicen colonialismo– sostuvo Rodríguez–. Y les cuento que para mí existen tres tipos de colonialismo: la cultomanía, la traficomanía y la colonmanía. Si hasta nos quieren traer maestros de Europa o Estados Unidos ¿a quién se le puede ocurrir? ¿Saben cuál es el resultado de la importación de maestros? Que nuestros niños no tengan ni siquiera ganas de preguntar nada.
En ese momento escuchamos ruidos. Era Mariátegui, el Amauta, quien dice: –Escuché colonización y no pude resistirme a entrar. A mí lo que más me preocupa es la colonización mental. Yo estuve luchando allí, en mi Perú, por la Reforma Universitaria. –¿Quiere unos mates, José Carlos? – le pregunto.
–La verdad que tengo un hambre infinito. Allá no se come muy bien… –¿Allá dónde?– quise saber y aunque no alcance a escuchar su respuesta le preparé ají de gallina.
En ese momento ingresa a la cocina Saúl Taborda: –Yo también participé en la Reforma Universitaria pero en la Argentina, en Córdoba; pero siempre dije que si la Reforma no integraba a la primaria y a la secundaria no tendría salida, y así fue. Lamentablemente en la Argentina, la Reforma Universitaria fue perdiendo su sentido original; y es que lo que no se quiso ver fue que nuestro Estado era un Estado de importación. Y Mariátegui agregó: –Mi tarea era peruanizar el Perú. Respecto a los maestros, yo tengo mucha fe en ellos porque salen de la misma fila, de la misma clase social que sus estudiantes, en cambio los profesores universitarios… qué va.
Ni bien terminó de decir estas palabras cuando Jauretche se asomó a la charla. Si bien es cierto que saludó a cada uno de los presentes, se abrazó a Taborda de una manera especial; es que no se veían desde hacía mucho tiempo en Unquillo, Córdoba.
–Don Arturo– le dijo yo –¿sabe que a los y las estudiantes de sociología les encanta el Manual de Zonceras, el poema “Paso de los Libres” y ni que hablar de Los Profetas del Odio? Eso sí, le comenté que hay que tener mucho cuidado de los sociólogos de Medio Pelo que abundan y parecen los viudos de Germani y Portantiero.
Jauretche nos dijo que el Manual de Zonceras era la continuidad de la Colonización Pedagógica; que al principio había escrito Los Profetas del Odio y luego incluyó La Yapa, La colonización pedagógica.
Les comenté a Jauretche y a Freire que tenían muchos puntos en común y que tendríamos que organizar una jornada, una conferencia o una clase y que se podría llamar “En busca de una pedagogía latinoamericana”, pero que en verdad todos los presentes me honraban porque ellos eran los eslabones de la gran cadena del pensamiento y de la pedagogía latinoamericana.
Volvieron a golpear la puerta, miré a todos los presentes, no imaginé quien podía faltar, aunque no había que ser muy perspicaz para descubrir que no había otras mujeres en la reunión; pero me equivoqué, no era Ana Lorenzo, era León Tolstoi. Tenía mucho frío y nos dijo: –Yo no nací por estos lares pero ¿puedo participar? Le respondí que como en su cuento “Pobres gentes”, siempre había lugar para uno más. Además habíamos leído su propuesta educativa.
Jauretche frunció el ceño, y le contesto: –Para ser un pensador de la Patria Grande no alcanza con haber nacido aquí. No es un problema geográfico sino que se trata de mirar desde aquí, partir desde un universal situado y luego llegar a conocer a la humanidad. Pero cuando los europeos o los yankees dicen “universal” dicen “nosotros los europeos o los norteamericanos”.
–¡Bravo!– dijo Martí. –El tronco ha de ser Nuestra América, pero nadie sería capaz de negarse al arte, la filosofía, la literatura de otras latitudes; de hecho soy hijo de Canarias y de Valencia.
Y humildemente agrego: –Si los invito a ver mi clase de Filosofía no lo van a poder creer. Les pido a los estudiantes en la clase introductoria que me nombren filósofos y me suelen nombrar un equipo de fútbol europeo: Aristóteles, al arco; en la defensa, Platón, Hume y Kant; en el centro, Descartes, Hobbes, Hegel; y adelante, Marx, Foucault, Nietszche y Derrida. Ahora, a nadie se le ocurre que existe la filosofía latinoamericana, ni la filosofía africana, ni que hablar de hacer el mismo ejercicio en la materia Pedagogía.
Proseguí contando mi sueño de construir un profesorado latinoamericano, donde se enseñen las historias de Nuestra América, la filosofía latinoamericana, la sociología de la Patria Grande y la pedagogía de Indoamérica. Los nombres no importan, lo que sí importa es que las primeras materias deberían comenzar desde nosotros, desde nuestros relatos, nuestros saberes y luego integrar los llamados conocimientos universales
Paulo Freire nos dijo: –¿Y si nos reunimos prontito para discutir esto del profesorado latinoamericano? Nada más importante que formar a los docentes. Por eso acepté en su momento ser Secretario de Educación del Estado de San Pablo. –Y sí– dice Rodríguez –, las Escuelas de la Patria deben ser refundadas. El tiempo es el lugar de la acción.
Taborda nos mira y pregunta: –¿De dónde han de salir los nuevos docentes si no de la dialéctica entre tradición y revolución?
Los demás asienten y yo les cuento sobre Internet, los mails y las nuevas formas de comunicarnos. Luego quedamos en escribirnos.
A la mañana siguiente no tenía muy claro que había sucedido, sólo que en la mesa de mi cocina había unos anteojos que no eran los míos■
A los estudiantes que iluminan y alegran nuestras aulas,a los estudiantes de Nuestra América.