En Venezuela, la bandera del desarrollo se está enarbolando cada vez más con mayor crudeza, lo cual está marginando las expresiones y experiencias alternativas que se habían planteado (y practicado) en años anteriores. La Faja Petrolífera del Orinoco es ahora el estandarte del “desarrollo” y el “progreso” nacional. Se comienza a pisar el acelerador del carro desarrollista, lo que supone una expansión de indicadores económicos y de ocupación territorial. El proyecto de la Faja, lleva implícito un proceso de acumulación originaria en el territorio, que va a tener enormes repercusiones medio ambientales, en un mundo que ya no soporta más el modo de producción capitalista.

Los resultados finales de la cumbre de Cambio Climático de Durban en diciembre del año pasado no podían ser más desalentadores. Si el Protocolo de Kyoto ya era bastante insuficiente y tenía grandes vicios, ahora con lo que nos hemos quedado ha sido prácticamente con nada. Cada gobierno ahora parece sólo preocuparse por una cosa: lo que estos han venido llamando el “derecho al desarrollo”.

Pero antes parecía que existía una especie de división entre gobiernos decididamente depredadores con la naturaleza, y otros que no sólo enarbolaban nuevas alternativas al modelo capitalista ―hablamos de los países del ALBA―, sino que también acusaban públicamente la inmensa hipocresía de las grandes potencias, quienes eran las mayores responsables de la situación de crisis medio ambiental mundial, y que sin ningún tipo de compromiso real nos estaban llevando a un peligroso escenario catastrófico para la humanidad y el resto de las especies del planeta.

Pues bien, esta división se ha disuelto. Finalmente, de una u otra forma, y en un grado u otro, los proyectos alternativos propuestos por estos gobiernos han cedido ante la presión del proceso de acumulación neoliberal y la razón de Estado. En Venezuela, la bandera del “desarrollo” se está enarbolando cada vez más con mayor crudeza, lo cual está marginando las expresiones y experiencias alternativas que se habían planteado (y practicado) en años anteriores. La Faja Petrolífera del Orinoco es ahora el estandarte del “desarrollo” y el “progreso” nacional. Se comienza a pisar el acelerador del carro desarrollista, lo que supone una expansión de indicadores económicos y de ocupación territorial. El proyecto de la Faja, lleva implícito un proceso de acumulación originaria en el territorio, que va a tener enormes repercusiones medio ambientales, en un mundo que ya no soporta más el modo de producción capitalista.

Así que en Venezuela todo parece que se ha resuelto con sacar más y más petróleo, sin medir las graves consecuencias que esto conlleva, en plena crisis sistémica. No hay alternativa al modelo rentista-extractivista, que se ha acentuado en la Revolución Bolivariana, siendo que el 95% del total de las exportaciones son de origen petrolero, sin contar con el notorio aumento de las importaciones, sobre todo en los últimos años. No hay alternativa al depredador e insustentable patrón energético basado en hidrocarburos, pues PDVSA anuncia, a través del ministro de Energía y Petróleo, Rafael Ramírez que pretende incrementar la producción de la FAPO a 4 millones de barriles por día en el año 2014, a través del Plan Tricolor[1], con un objetivo de llegar a la cantidad de 6 millones 862 mil de b/d en el 2021[2]. Y si 6 millones le parece poco, el presidente Chávez declaró el año pasado que «Algún día, estaremos produciendo 10 millones de barriles diarios de petróleo» -meta alcanzable en el año 2039[3]– y que “tenemos petróleo para 400 años”.

La estrategia es clara: Venezuela debe convertirse en potencia energética mundial, según las Líneas Generales del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2007-2013. Y parece que a cualquier costo, porque el petróleo que se encuentra en la Faja es crudo extrapesado, el más altamente contaminante, y que requiere las más altas cantidades de agua, además de que se caracteriza por un alto contenido de azufre y metales pesados. Es decir, costos ambientales como los que ya hemos visto, por ejemplo, en el Lago de Maracaibo, se pueden ver maximizados, y acentúan el delicado problema medio ambiental en el que estamos sumergidos como especie.

Los territorios que comprenden la FAPO son territorios poco intervenidos que albergan uno de los ecosistemas más frágiles del país, ya que cualquier contaminación química lo afecta en su conjunto, siendo los más delicados en primer lugar el delta y en segundo término las sabanas inundables del sur de Guárico, la zona de morichales de mesa en Monagas y las riberas del Orinoco, sin contar con la presencia del Parque Nacional Aguaro-Guariquito, que está sujeto a protección[4]. Una explotación intensiva de petróleo en los territorios de la FAPO implicaría la eliminación integral de la vegetación de miles de hectáreas, lo que haría evidente la presencia de grandes superficies “desnudas” y “agrupadas”, y su impacto sería tal que dificultaría el proceso de “auto-recuperación” de la vegetación natural[5].

Cuando recordamos lo que le hemos hecho al Lago de Maracaibo, nos preguntamos: ¿estamos llevando al río Orinoco al mismo desastre al que llevamos al Lago? El impacto sería devastador. Las características físico-naturales de la FAPO indican que es este un ambiente propenso a sufrir derrames de petróleo una vez que se inicien todas las explotaciones a lo largo y ancho de esta[6]. Y la contaminación del acuífero del Río Orinoco pondría en peligro todo el sistema de la zona junto a sus pobladores, no sólo a las comunidades Kariña y Warao que viven en la zona ―y que ya bastante saben de eso― sino a todo el proyecto de población de la FAPO. ¿Qué agua se va a beber la gente?

No hay tecnological fix que pueda evitar la contaminación y los derrames. Estos son problemas estructurales a la explotación petrolera, y que lo diga el propio Lago de Maracaibo, con el agravante de que con crudos extrapesados los accidentes son mucho más factibles debido a la complejidad geológica que conlleva su explotación, así como el perjuicio de un derrame de crudo extrapesado, el más complicado de remediar. Tenemos que preguntarnos, con sinceridad: ¿realmente estamos preparados para afrontar el impacto de un derrame petrolero en esa zona? Dada la fragilidad de sus ecosistemas, ¿es sostenible la actividad petrolera en esta unidad ambiental?

Parafraseando a Einstein, no es posible resolver un problema dentro del marco conceptual que lo produjo. No es desde la civilización petrolera ni capitalista que saldremos de esta crisis, o viviremos una vida más digna y justa. Las Líneas Generales del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2007-2013, afirman: El impacto de las actividades humanas ha superado con creces la capacidad de carga del planeta, y son precisamente los pobres los que se ven más afectados por la degradación ambiental. La producción y el uso de los recursos petroleros y energéticos deben contribuir a la preservación del ambiente[7].

¿Cómo puede la producción petrolera contribuir a la preservación ambiental? ¿Sembrando algunos árboles mientras agrava la emisión de gases de efecto invernadero? ¿Invirtiendo en educación ambiental mientras devasta bosques, envenena aguas y desplaza comunidades indígenas? ¿Proponiendo la producción de Etanol, como lo hace PDVSA[8], cuando en Venezuela ni siquiera hay soberanía alimentaria? ¿Será que en el futuro beberemos petróleo en vez de agua limpia, y respiraremos coque en vez de oxígeno?

Este artículo pretende abrir un debate sobre las alternativas a la civilización petrolera, sobre todo en un país como Venezuela. El petróleo no puede seguir siendo incuestionable. El patrón energético basado en los hidrocarburos está haciendo insostenible la vida en el planeta. La única utopía es seguir esperando una salida a la crisis desde este modelo. El debate apenas comienza. A modo de referencia, los invitamos a conocer la iniciativa del Yasuní propuesta por Ecuador, los debates sobre decrecimiento [1] [2] [3] [4], y organizaciones, comunidades y cooperativas que se organizan en torno a otros patrones energéticos y por ende, sociales, mostrando que sí es posible otra forma de vida.

La civilización petrolera es barbarie. Y, como decía Miguel Otero Silva, tenemos que resistirnos a escoger entre el cólera y la peste bubónica

 


[1] AGENCIA Venezolana de Noticias – AVN. Faja del Orinoco producirá 4 millones de barriles de petróleo por día en 2014.

[2] GÓMEZ, Noris. Edición especial “Faja Petrolífera del Orinoco”. p.4

[3] MÉNDEZ Amador, Edilberto. La Faja Petrolífera del Orinoco: Motor económico venezolano.

[4] MÁRQUEZ Brandt, Mariela (coordinadora). Esquema de Ordenamiento Territorial de la Faja Petrolífera del Orinoco. p.69

[5] MINISTERIO del Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables. Esquema de Ordenamiento territorial de la Faja Petrolífera del Orinoco. Diagnóstico: Medio Físico Natural. pp.207-209

[6] INSTITUTO Nacional de Estadística – INE. Informe Geoambiental 2007. Estado Delta Amacuro. p.11

[7] LÍNEAS Generales del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2007-2013. p.39

[8]PETRÓLEOS de Venezuela, S.A. Balance de la gestión social y ambiental 2010 de Petróleos De Venezuela, S.A. p.33

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