¿Cultura? ¿Culturas? ¿Como sinónimo de civilización? ¿Como el punto más alto de la pretensión artística? Todo eso y más. Y nunca de un lugar sino del mundo. Cultura es Prokofiev y Pablo Lezcano. Cultura es el libro Oscuro como la tumba donde yace mi amigo de Malcom Lowry y El mendigo chupa pijas de Pablo Pérez. Los cuadros de Monet y las fotografías de Joe Peter Whitking. El locro y el caviart, La torá junto a un termotanque.

¿Cómo diseñar una política que resuma todo lo que hace a la idiosincrasia de los poderosos y de los muertos de hambre? ¿Cómo hacer para que el intento evangelizador y civilizatorio de la educación establecida no barra de la vereda del tiempo otras expresiones menos masivas? Hay una respuesta: prestando atención. Teniendo curiosidad más que prejuicios. Dudando de nuestros propios conceptos de belleza, de armonía, de nuestros valores y de nuestras creencias. No para que todo se vuelva un pastiche informativo que no diferencie el porno del erotismo, un comic de un minué, sino para que todo forme parte del propio acerbo de voces ausentes con las cuales conversar. Para diferenciar los recortes y omisiones del manual Kapeluz, del Billiken, del Clarín, de Kirchner y de toda voz que utilice el tono del elector de Sajonia para decirnos lo que es cultura y qué es bazofia.  Por eso 5 discos para toda cultura, en todas direcciones, infaltables en cualquier política cultural que se precie de tal. ¿Contradictorio, no? Como la cultura misma■


 

The Doors -1967 – The Doors. Jim Morrison era un poeta de la mejor cepa beatnik casi de la talla de Allen Ginsberg o Jack kerouac. Un poeta torturado poseedor de un enorme conocimiento literario y de una sensibilidad que, como los antes nombrados poetas, le permitía conectar con su tiempo, con su sociedad y con su geografía, con los miedos, deseos y esperanzas de liberación de una época agitada y confusa. El sonido de los Doors parecería, por su alegría, no dar cuenta de todo lo antes dicho. Pero está ahí, oculto. Porque canciones como Twentieth Century Fox o la erótica Light my Fire no impugnan en nada la densidad de Break On Through (To The Other Side) y la espectral The End que describe un mundo que no es éste, pero que siempre seguirá siéndolo.

 

En Vivo, El Concierto del siglo – 1999 – Los Kjarkas. Descubiertos por el público argentino gracias a su acertada presencia en los festejos del bicentenario, los Kjarjas son una muestra de que la cultura andina vive y evoluciona a pesar de la imagen estereotipada que izquierdas y derechas (por distintos motivos) hacen de ella. Tras 35 años de carrera pueden jactarse de haber investigado todos los ritmos autóctonos, coqueteado con la electrónica; e incluso haber grabado un concierto magnífico en Japón. Quienes al escucharlos los asemejen a los nocheros cometen un error de apreciación, ése es el tono histórico del folklore boliviano. Lo que en los argentinos es afectación, en nuestros vecinos es constitutivo de su poesía. En este disco en vivo presentan su faceta más tradicional y la que más los ha caracterizado, pero a no confundirse: están ante una de las agrupaciones fundamentales de América latina.

 

Play! Video game symphony – 2009- Orquesta de la Cámara Filarmónica Checa. (Igualmente ver ediciones piratas en vivo, sobre todo la Audience Recording, Stockholm que es la más popular) ¿Una orquesta tocando canciones de video juegos? ¿Dónde está la cultura ahí? En la orquesta y en los juegos. La industria del entretenimiento es fundamental a la hora de pensar el mundo contemporáneo. Los videogames son uno de sus pilares. No importa la movida comercial. El riesgo ya lo hace destacable. Los arreglos de Arnie Roth le imprimen una calidad superior incluso a la de los juegos. Los resultados, fastuosos, dejan ver los relieves grandilocuentes de las historias que musicalizan. El hecho mismo que al escuchar las melodías como las de Super Mario Bross, Metal Gear Solid o World of Warcraft hace recordar el juego y deja en evidencia su presencia en la memoria. Ergo, en la vida.

 

Ayer deseo, hoy realidad – 2008 – Ricardo Iorio. En ocasiones el artista supera a la obra. Iorio, personaje controvertido si los hay dentro del rock nacional, puede ser considerado uno de los padres fundadores del metal en la Argentina. Quizás por esa razón encaró de forma casi arqueológica la tarea de revisitar viejas canciones del rock nacional de bandas del género olvidadas e ignoradas como el caso de El Reloj o La Moto. Y, con una actitud casi docente, darlas a conocer a un público que ni la menor idea tenía de la existencia de una historia que, como tantas otras, fue acallada por la industria. Préstese particular atención a su versión de Durazno Sangrando, de Invisible, como antítesis armoniosa de la de Spinetta, o la conmovedora Mariposas de Madera, del querido Miguel Abuelo, donde, por primera vez, la voz de Iorio emana ternura.

 

The White album – 1968– The Beatles- Cualquiera de sus discos bien podría y debería formar parte de cualquier política cultural.  Porque lo que hicieron es inconmensurable, porque lo que inspiraron fue el disparador de miles y miles de variantes culturales dentro de la música, de la poesía, del cine y de la cultura toda. Fueron los primeros en utilizar el estudio de grabación como un instrumento de experimentación (escuchar Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band), porque escribieron canciones de una belleza abrumadora como Blackbird (en este disco), Because (en Abbey Road), Here, There And Everywhere (en Revolver). Sus películas fundaron el absurdo pop dándole una vuelta de tuerca a la peli con famosos, y cristalizaron el punto más álgido de la cultura pop occidentalizándolo todo y devorando todo cuanto la modernidad consideró devorable. Ciertamente sólo comparables a Cristo.

 

Entrada anterior ¿Patria grande o Colombia versus Venezuela?
Entrada siguiente Políticas Culturales – Editorial 42

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *