1 Internet se ha transformado en la venganza de la escritura. Cambió el soporte, pero no el método: ya no es con lápiz y papel, sino con teclados. Leemos y escribimos más que antes. La diferencia está la fragmentación: nuestras lecturas son más dispersas, más caóticas, más rápidas; nuestra escritura es más urgente, más improvisada, incluso más despojada. No siempre es así, claro está, pero depende de qué se esté haciendo en Internet: no es lo mismo escribir una sesuda entrada en un blog sobre cuestiones de la agenda periodística que comentar una nota en una red social o en un diario digital. A veces somos más acartonados, otras veces nos damos el lujo del diletantismo; depende del contexto y de los usos.
Encontramos de todo en la red, el contenido y la calidad (hay errores de ortografía, de sintaxis, incoherencias, pero no deberíamos quedarnos sólo con eso) son variados. Es un soporte interactivo, donde podemos intercambiar gustos y opiniones en simultáneo sobre diversos temas. El campo de la prescripción se ha ampliado, pero al costo de reconocer las reglas del juego (que son las del mercado, que ofrece plataformas instrumentalizadas a los cibernautas). No sólo leemos la opinión de los especialistas, sino de otros que pueden ser considerados pares; leemos reseñas –de diversa profundidad– sobre música, televisión, cine, literatura, poesía; leemos ensayos de todo tipo, crónicas periodísticas, micro-blogging. Nos topamos cosas que no teníamos en cuenta, o que no conocíamos, o que no teníamos a nuestro alcance. Internet nos acerca a consumos que antes estaban vedados. Democratiza el acceso para aquellos que tienen la capacidad de poder utilizarlo, porque existe –desde el comienzo– una barrera cultural entre aquellos que convivieron desde el principio con una educación informática y los que no la tuvieron. A la diferenciación entre nativos y migrantes digitales hay que agregarle la diferenciación entre los que acceden y los que no acceden a las nuevas tecnologías. La desigualdad en el acceso al mundo digital plantea desafíos enrevesados. El ejemplo del Plan Conectar Igualdad es sintomático: en algunos casos, es la primera vez que tienen una computadora en la casa, lo que implica un largo aprendizaje sobre su funcionamiento y su mantenimiento. El problema es la brecha cognitiva: no serviría de nada aumentar la cantidad circulante de computadoras si no se puede explotar el potencial creativo que ofrece, si sólo sirve para consumo y dispersión.
2 Internet promueve una nueva dinámica de mercado: más fragmentado, más des-territorializado; somos comunidades de consumidores que no ocupamos un mismo espacio geográfico, sino virtual. El capitalismo ha tenido la capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos, globalizados, generando nuevas lógicas de consumo y de control. Según la antropóloga Paula Sibilia, “el nuevo capitalismo se erige sobre el inmenso poder de procesamiento digital y metaboliza las fuerzas vitales con una voracidad inaudita, lanzando y relanzando constantemente al mercado nuevas subjetividades”. Las modas se instalan, se desarrollan brevemente, cambian y desaparecen. Todo es breve, cambiante, efímero. El mercado se adapta a las respuestas del público, moldea su propuesta de acuerdo al análisis que hace de la situación; si encuentra novedades aceptadas que están alejadas de sus lógicas, intenta captarlas, integrarlas, neutralizarlas.
En la red, el público es permanentemente interpelado para consumir: entrega, de forma voluntaria, información que es captada y analizada por las empresas; en internet mostramos nuestros gustos personales, los posteamos en las redes sociales, nos hacemos fan de diferentes páginas; para los predadores del mercado esto es información valiosa, porque facilita los sondeos de mercado (tomando los casos individuales) sin tener que hacer encuestas engorrosas. En la era del control, es necesario ser precavido porque esta voracidad no sólo está ligada a las preferencias sino también a los datos íntimos.
3 En internet ocurre algo novedoso: lo que antes era considerado patológico, megalómano, ahora es un comportamiento aceptado. Se produjo un desplazamiento hacia lo que Sibilia denomina “el show del yo”, una extraña coyuntura donde se incita a la creatividad personal, la excentricidad, la producción de diferencias –sobre todo en los medios electrónicos interconectados. Lo que antes era algo típico de la esfera privada (los diarios íntimos, las notas personales, los borradores, los álbumes fotográficos), hoy tiene un público potencial. La proliferación de redes sociales –que tuvieron sus antecedentes inmediatos en los blogs y los fotologs– es signo de época: se hace pública la intimidad ajena (y la propia, si uno se integra). Las redes son parte de la venganza de la escritura y, también, de la fotografía (que, a diferencia otras épocas, puede retocarse, estilizarse aún más). En algunos casos, irrumpieron nuevas figuras públicas o se crearon nuevos públicos, de todos los géneros imaginables. La red promueve redes de circulación muy particulares: la oferta se concentra en pocos buscadores y muchas páginas; las propuestas deambulan entre lo viejo que se adaptó y lo nuevo que aprovecha los actuales canales de difusión. Ejemplos hay de sobra: los tuiteros estrella, los bloggeros de toda índole, los músicos que cuelgan sus canciones, los realizadores audiovisuales que suben sus trabajos a YouTube, etc. Para recomendar hay mucho material, pero a veces es mucho más interesante y regocijante hacer una búsqueda personal.
4 Hay nuevas formas de circulación de productos culturales, y la forma de acumulación también es nueva. Las unidades de almacenamiento se han miniaturizado (por ejemplo, tenemos discos, películas, series de televisión guardados en un mp3, en un pen drive, en una unidad externa). Y lo que se almacena no es sólo lo que ofrecen las corporaciones: en internet, en los últimos años, se liberaron –y se liberan– contenidos; se puede acceder libremente a ellos y también se los puede compartir, en tanto y en cuanto se cite la fuente. El copyleft, o el anti-copyright, es una nueva ética, que no se basa en el lucro, sino en la difusión, en la democratización de los contenidos. A diferencia de la lógica del mercado, no está aprisionado por la amortización, por la ganancia inmediata, por la reproducción del capital. Pero, en cambio, cuentan con dificultades como la falta de financiación, la dependencia del boca en boca, la lucha desigual contra las corporaciones (que tienen la capacidad de instalar modas, difundirlas y cambiarlas cuando se agotan). No obstante, siguen apareciendo materiales y experiencias novedosas; es un panorama positivo. Estas prácticas son una hendija en un contexto donde el mercado se expande voraz, avasallante. Son tiempos donde se desenvuelve una dialéctica entre control y libertad jamás visto, donde las herramientas y la creatividad pueden ser instrumentalizadas o pueden producir rupturas (dependiendo de los usos). Internet es un espejo del capitalismo actual: contradictorio, contingente, efímero, donde conviven lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer■