Se ha disipado la liminalidad entre los medios de comunicación masiva y las manifestaciones artísticas del campo cultural argentino. Sucede que los personajes mediáticos de la televisión han salido de su espacio habitual con la intención de insertarse en el ambiente teatral. Parece ser que, más aún con el calor del verano, se produce esta inexplicable fusión entre la pantalla chica y la escena artística, en las carteleras de la temporada en Buenos Aires. Se distancian del “ilusionismo” y “naturalismo” del teatro moderno occidental los hechos que han acontecido entre algunos de los actores y personajes televisivos durante las funciones teatrales vigentes del pasado año 2009. Una serie de situaciones reales pero inoportunas: peleas, insultos y acotaciones verbales (por parte de los personajes), que no estaban incluidas en el guión ni tampoco indicadas por el director.

Si nos remitimos a un par de siglos atrás en la historia occidental, basta para comprender la esencia del arte teatral, la función del actor y la finalidad de la puesta en escena en la praxis vital. A propósito de aquel teatro ancestral, de efecto catártico/moralista, y reflejo mimético/discursivo de la sociedad, este tipo de acciones y situaciones que, cotidianamente, se ven en televisión, no transmiten el efecto de un teatro aleccionador y educativo, como aquel que estamos acostumbrados a frecuentar. No es necesario que se expongan, en un ámbito de esparcimiento y entretenimiento, situaciones que abundan en la pantalla televisiva.

 Continuemos con el teatro que despierta las pasiones del alma y el espíritu del actor, y conduce al espectador a la reflexión y a la búsqueda de un contenido y/o significado formal en el acontecimiento espectacular al que asiste. Si, tal vez, se desvanecen los límites entre la realidad y la ficción y se quiebra el espacio liminar entre el actor y el espectador, que sea en beneficio de ambos y en busca de aquel teatro sagrado, que dista mucho de ser un mero producto del mercado consumista. En vano, algunas personas, buscan un reconocimiento artístico incipiente y efímero, sin considerar y transitar la educación actoral como lo que es: un Arte

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