Apología de la maldad: Analía Placenti y Mi maldito gen polaco

Placenti leyó un cuento, o un fragmento de uno de sus retratos malditos, en el ciclo “Estaciones”, que Gito Minore organizó en el centro cultural El Surco de Boedo en febrero de 2020, cuando la pandemia estaba lejana, cuando las amenazas cotidianas todavía seguían gestándose en cada esquina, en cada recodo del barrio, detrás de la mirilla de las puertas que nos cobijarían del fin (eso que llamamos ASPO). Esa fue la primera vez que me acerqué a su obra y a las aristas que propone su galería minimalista del mal. Clara Beter y su colección “Tinieblas” −y el nombre,

Erhenburg: problemático y febril. Entrevista a lxs inventores del mal

a colección Traducciones de AñosLuz está demasiado politizada. Me preocupa. Debería preocuparle a la Ministra de Educación de la Ciudad. Lo cierto es que Laura Estrin (directora del soviet de Liudostán), Fulvio Franchi (comandante en jefe de dicho soviet a la hora pelar las traducciones) y Nikita Gusev (el arcano 3, la emperatriz del Tarot, quien completa el círculo) han dado a luz una nueva bomba “febrerista” (para los que aún nos quedamos bajos las filas “rojas” de la caballería de Babel) o contrarevolucionaria (para los intereses “blanquistas” de la Guerra Civil). En cualquiera de los dos casos, Laura Estrin

Altar. Humano, demasiado humano – Andén 91

Reificar el mal. Abigarrarlo a las voces; ocultarlo en la brevedad del silencio; hacer del mal una forma de vida, una obediencia debida; es más: reproducirlo, potenciarlo, multiplicarlo. Las formas de la maldad no es una nominalización de desujetarse, sino por el contrario, de volver a anclarse a grandes referencias que de tan monstruosas −siempre monstruosas para enfrentarse a los monstruos, como lo proponía Nietzsche− no nos dejan ni la faz. El mal nos borra la faz, los ojos, nos deja vacíos de órganos −decía Artaud−, nos devuelve al mundo, pero en el vacío más brutal e inhóspito. Quizás el mal sea la verdadera modulación de la vida, el único sentir plenamente bello antes de la muerte. Hacer el mal, orientarlo, volverlo ético, una voluptuosidad.

Vivir sin los padres, dilema del metal criollo – Andén 87

Recientemente vi El ciudadano ilustre, filme de Duprat y Cohn que retrata tan bien (quizás, sin quererlo) la mutación cultural de un artista. En la película, Daniel Mantovani (con algunos guiños hacia Aira, sin duda alguna) es un escritor argentino que gana el premio Nobel. Hastiado de su vida burguesa en Barcelona, decide salir de ese estado post mortem y aceptar la invitación que le hace la municipalidad de su pueblo Salas, en Buenos Aires, para condecorarlo con la medalla de “ciudadano ilustre”.

Río extraño, metal pesado argentino – Andén 81

El heavy metal, por orden genealógica, funciona en el equivalente espacio-temporal del Horror Cósmico creado por Lovecraft en sus mitos: en el mismísimo infierno. Lovecraft lo llamaba Yaldabaoth, el hijo del caos, un demiurgo (arquitecto) asociado con Samael, el arcángel del quinto cielo (en la tradición judía) que hizo de Eva una mujer infiel y, luego, un demonio.