Grabados en la memoria

Algún mes del año 1978. Ese año, había obtenido el «permiso» de ir solo hasta el colegio, tercer grado. De todas maneras, veinte años más tarde me iban a hacer la gran revelación: en los primeros meses, me seguían las tres cuadras que separaban mi casa del establecimiento, para saber si cruzaba bien la calle. Claro, hoy impensado para la cantidad de vehículos y temas de inseguridad. De ese año, tengo algunos recuerdos.

Outside

Siempre recibía el catálogo, pero ese día el encuentro fue algo sobrenatural, hito arqueológico. Allí estaba la publicidad de la heladera inteligente última generación, con gavetas de opción programables digitalmente para determinar días y horarios en que podían ser abiertas, convirtiendo al artefacto en un aliado en el cuidado de nuestra silueta y salud. Había leído en la página web de la fábrica en Australia que un reciente estudio realizado en Vancouver demostraba que los microorganismos, que lo habitan absolutamente todo (incluyendo nuestra comida) al ritmo del britpop, por un proceso de regeneración celular favorecían la reproducción de partículas que son beneficiosas para el hombre cuando las ingiere. Esta maravilla del no frost incluía, por supuesto, la música funcional que alegraría a los bichitos de mis alimentos.