Que un hombre, ex guerrillero, acepte las reglas del juego democrático, se postule y gane es todo un avance. No es el primero en Latinoamérica, los sandinistas lo han hecho antes junto al M19 en Colombia —por no hablar del triste ejemplo nacional de toda una serie de Montoneros reciclados para bien y para mal. Eso nos habla de un camino de reflexión andado y de una catadura moral que muchos demócratas de la primera hora no tienen. Aceptar el consenso como forma de llegar al poder es quizás la demostración más efectiva de una voluntad abocada al bien común. Luego, lo que pase con esa voluntad, si atina o no a las políticas adecuadas, es otro cantar.