Seriedad de niño
Retomar la seriedad que teníamos al jugar cuando éramos niños, ha sido para mí una máxima irrefutable, tan verdadera como la sonrisa de cualquier bebé.Por esto vengo acá a jugar un poco.
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Retomar la seriedad que teníamos al jugar cuando éramos niños, ha sido para mí una máxima irrefutable, tan verdadera como la sonrisa de cualquier bebé.Por esto vengo acá a jugar un poco.
Y un día el tren llegó a un andén repleto de niños y niñas. Un andén para la niñez, un andén desde la niñez y por qué no, hacia la niñez. Desde lo más profundo y auténtico del existir. ¿Por qué abordar la cuestión de la infancia si somos todos adultos? Si hacemos cosas de grandes, ¿para qué pensar en cosas de chicos?
La niñez es una etapa clave. En unos pocos años se arma un mapa imborrable que almacena y configura el modo de ser de una persona para su futuro tránsito por la vida.
Los domingos íbamos al cine Gloria, a matiné. Las películas eran aptas para todo público, claro. Pero una tarde, cuando como siempre, luego del intervalo, pasaron avances de la película del jueves, vi escenas terribles para mis escasos seis añitos, y para cualquiera que piense.
Se dice mucho sobre la niñez, sobre todo desde lo políticamente correcto. Freire y Vigotsky lo hicieron. Rousseau y Perón lo hicieron. Pero lo cierto es que ese cuento de hadas es casi una mentira que nos resignamos a creer. El niño es un salvaje, una bestia despiadada, astuta y cruel hasta extremos inimaginables. Su único propósito es satisfacer su capricho. Al poco tiempo de nacer aprende los rudimentos de la seducción, a sonreír para captar la atención, a exigir, a considerar al mundo como una extensión de sí mismo. Nada muy distinto a lo que canallitas célebres como Kadafi, Ceauşescu o Pinochet dedicaron sus vidas.