El señor Perogrullo podría haber dicho que es más fácil demoler un edificio que reconstruirlo. Nadie hubiera estado en condiciones de contrariarlo. A lo sumo, con algún gesto de desdén hubiese apuntando con el dedo la pantalla del televisor que contenía la imagen de un gran demoledor: Carlos Saúl Patillas. El golfista amateur que evitó el quórum opositor para satisfacer su ego es el mejor exponente. Él y Cavallo, en la apoteosis del credo neoliberal, fueron los artífices de la desarticulación del Estado, retirándolo en sectores claves y necesarios para aplicar políticas sociales en favor de los sectores vulnerables de la sociedad. Profundizaron el problema e intentaron resolver los problemas con dos soluciones que se complementaron: la represión –recordemos los sucesos de Cutral-Có– y el clientelismo.