El cuerpo, biológicamente entendido, está organizado de modo tal que todas sus funciones y estructuras están estrechamente vinculadas. Esa tensión interna sostiene al ser humano en la existencia; no obstante ningún organismo puede desarrollarse sin un diálogo con el afuera. El mundo exterior, el puramente físico y el mundo cultural y de las subjetividades propias de cada cultura, recorta al cuerpo dándole un espacio, un modo de andar en él, un peso específico, un volumen, una sexualidad. El cuerpo y su dominio es, quizás, el primer y último campo de batalla del hombre. Desde los inicios del pensamiento organizado el dominio de las pasiones, los placeres y los padeceres del cuerpo ha quitado el sueño a moralistas y religiosos, médicos y pensadores de toda laya y condición.