Uno podría creer que el verdadero problema consiste en que los pueblos no han leído a Nietzsche; es decir, que todavía no se han informado de que Dios ha muerto. Pues no estar al día con el Obituario de La Humanidad puede traer estos severos desajustes. Podría también creer, en este sentido, que por no haber leído a Hegel no han logrado comprender que la religión es cosa del pasado, una manifestación otrora necesaria pero, desde ya hace rato, más que insuficiente… Pues, es de esperar que si lo supieran, si los pueblos estuviesen al tanto de cómo es realmente la cosa, habrían dejado a un lado, por anacrónicas, muchas de sus enajenantes creencias, muchas de sus alienantes prácticas.