«Al orgasmo lo inventó la revista Cosmopolitan en los años ochenta”, dijo una vez Sofovich en alguna emisión de Polémica en el Bar, y las carcajadas fueron unánimes. “¿Vos te pensás que mi madre en los años cincuenta no tenía orgasmos? ¿De dónde te pensás que vine yo?”, le respondió uno de sus interlocutores. “¿Pero qué tiene que ver?”, arremetieron los demás casi al unísono, advirtiendo la confusión del interviniente entre goce sexual y concepción.
La pornografía y tu cerebro – Andén 80
Ese sublime y vertiginoso momento en que una ¿espontánea? inclinación al sexo se convierte en adicción. ¿Cómo se produce ese enloquecedor acrecentamiento de autosatisfacción? Largá las manos y leé esta nota, porque el cerebro también es parte de tu cuerpo.
Porno– Andén 80
¿Y para qué sirve la imaginación? ¿Y qué sería del porno sin ella? Una opinión contundente sobre el valor del imaginario como sustrato fundamental del placer.
¿Por qué hacer pornografía? – Andén 80
¿La fantasía de quién se representa? La pregunta que este artículo plantea conduce a un relato autorreferencial, confesión que se orienta a producir un cismo en los discursos heteronormativos en torno a los vínculos sociales y sexuales y en torno a la fantasía como ámbito de poder. Un testimonio para pensar el carácter político de lo personal.
«Convoy articulado autopropulsado sobre vía férrea», a sólo una estación de decir «sí» – Andén 77
El oscuro estado de los trenes genera una gran tristeza, cuando se piensa en lo que eran aquellos trazos ferroviarios que se extendían como venas por el país. El desafortunado destino de las locomotoras tiene su sostén en intereses políticos. Sin culpabilizar, no pondremos la atención en el ayer ni en el hoy, sino en el mañana. Es un llamado a concientizarnos.
5 discos 5 para Freud que nos mira por TV – Andén 41
La expresión en algún punto es fallida. No hay salud mental posible. ¿Cuál es el criterio? ¿Cuál es la piedra de toque que delimita el lado de la taba en el que lo real es lo real y el delirio una mentira? No lo sabremos nunca. Con todas nuestras ciencias sólo atinamos a guiarnos por las convenciones que introyectamos junto a la leche materna, los tabúes y los miedos. A lo sumo, con suerte, dolor y griterío de por medio, conseguimos sospechar de ese castillo de naipes que es el yo y lo apuntalamos con dudas. Nada más.