Federico es un rabino, bueno, estrictamente rabino, no; seminarista, pero no tiene la imagen prototípica de quien habla de dios a sus fieles. Es joven. Si se lo busca en internet incluso se lo puede encontrar haciendo covers de Luis Miguel. Eso lo humaniza. Lo vuelve cercano. Cuando habla de los misterios de su fe no duda, los conoce. Como todo rabino, maneja la miríada de preceptos y normas de una religión que ya era ancestral cuando Sócrates nacía. Y, sin embargo, no usa el tono de los decidores de verdad. Es un intérprete, “un buscador”, alguien que aprende, y enseña, a buscar la naturaleza de la creación en el sentido que hay oculto detrás de las palabras.