No hay modo alguno de estar a favor del aborto, aunque sea necesario, se lo acepte como tal y se obre en consecuencia. Aun cuando algunos lleguen a la conclusión de que no han matado a nadie, la reflexión subsiguiente deja, y debe dejar, ese extraño sabor en la boca que deja la duda cuando nos ha picado para siempre. Porque no sabemos si el alma existe o no, y si existe si los dioses nos lo tendrán en cuenta. Y si no existe tampoco sabremos si hemos desechado o no la oportunidad de parir y formar al otro ante el cual reflejarnos y proyectarnos al futuro.