«Con hambre no se puede pensar”. La frase, se sabe, está hecha. Más aún: recontrahecha. Tanto que quien intente decir algo más en torno a ella es o un redundante o un malintencionado. Al fin de cuentas, ¿quién podría – con un mínimo de sensatez – cuestionar el sentido de dicha sentencia? No obstante, con menos que un mínimo de sensatez, aquí queremos preguntarnos al respecto: ¿qué es lo que supone esta frase? ¿Qué es lo que produce?