Ya lo explicó Lacán: el yo se define por una identificación con la imagen de un otro, por otro y para otro. El yo no es el centro del sujeto, sino que más bien está constituido, por un «baratillo de identificaciones», por un patchwork de imágenes singulares. En estas épocas que vivimos, la preocupación por la estética personal ha alcanzado niveles nunca antes vistos, los cánones de belleza han llegado a lugares imposibles, los centros de estética han colmado los anuncios y las calles (cual Starbucks en aquel capítulo de Los Simpsons); cualquiera tiene al menos un conocido que ya se ha hecho algún “retoque”; y un implante de senos es un posible regalo de cumpleaños para las niñas que cumplen 15.