De más está decir que la televisión es una herramienta de control social para bien y mal. Desde que una emisión de Pokemón generó ataques de epilepsia en decenas de niños en el Japón y desde que las torres gemelas cayeron para los televidentes del mundo en vivo y a todo color también, debe ser considerada un arma de destrucción masiva de infinitas posibilidades. Porque se equivocan aquellos que dicen que la revolución no será televisada, todo lo contrario, la mostrarán tan en detalle que la dejaremos escapar en medio de cientos de miles de discursos superpuestos, cada uno de ellos contando su versión, avalando e impugnando ese dato menor entre la novela de las 6 y el reality de las 7:30.