La figura del extranjero siempre ha sido fascinante. Alguien venido de lejos que rompe el “nosotros” y con su mirada o su sola presencia quiebra la calma chicha de la semejanza. ¿Por qué? Porque no se nos parece, o tiene otros hábitos, o simplemente viene de allende la frontera para ganarse el pan o conocernos. Los palurdos de siempre dirán que el extraño viene a robarnos el trabajo, los hospitales, la asistencia social pero lo cierto es que los extranjeros han poblado el mundo desde que los albañiles lo alzaron de la tierra yerma porque todos lo somos.