«¿Cómo que no hay vías a Montevideo? ¿Y en qué vamos?” Preguntas que hace unas semanas sonaban en la redacción y sumaban a la incertidumbre por la respuesta viajar en barquito. “¿En barquito?”. Si, la semana pasada la empresa ferroviaria cruzó el charco hacia la vecina y oriental República del Uruguay, con el no exclusivo fin de cubrir la asunción de “Pepe” Mujica en la Presidencia del País, pero sí con una prodigiosa expectativa por el acontecimiento. 

 

Es que el pueblo uruguayo vive con especial atención y expectativa la llegada al poder de un ex – guerrillero tupamaro al poder democrático, y no es para menos. Por ello, valga preguntarse, ¿cuál es la diferencia entre aquel viejo guerrillero y este nuevo presidente?, ¿cuánta agua ha pasado debajo del puente?, ¿de qué se trata este nuevo proyecto? En el presente número se intenta dar respuesta a algunos de estos interrogantes que son, a la vez, tan cercanos y tan lejanos.

El mismo presidente del Frente Amplio -que toma la palabra entre medio de la multitud-, ha manifestado al respecto: “Mujica fue un guerrillero que luchó y puso en peligro su vida por un país diferente. Él mismo ha dicho que el método que utilizó en su momento es equivocado, y el pueblo uruguayo se lo reconoció al llevar a la Presidencia de la República a un Tupamaro, a un luchador social que luchó en su momento por la vía armada; y hoy es un líder absoluto y convencido de que a través del diálogo, el trabajo de todos los uruguayos es posible dar vuelta la cosa”.

Hay algo de lo que pocos dudan en Uruguay y es el profundo compromiso de Mujica con la realidad social de su país. A ello se le suma la profunda austeridad con que ha vivido y eligió seguir viviendo. El efecto que produce esto en las calles es algo notablemente interesante. Es que el “pepe” –como se lo suele llamar– es visto como uno más del pueblo. Y de allí la expectativa, de allí la importancia del camino que ha recorrido. Primero por la vía armada, luego comprendiendo –según lo manifiestan las palabras de Brovetto–, que el camino era el de las urnas, cuestión que por sus particularísimas condiciones personales, el pueblo quiso reconocer, impulsar y aplaudir.

Sobre este tema de singular importancia, pueden realizarse algunas breves reflexiones, suscitadas en las palabras que a salida del acto de asunción comentaba un militante de un partido de izquierda: “con profunda tristeza hemos venido hasta aquí para ver cómo algunos compañeros de izquierda que en los ´70 se jugaban la vida por la revolución, hoy están defendiendo el sistema capitalista… y como dice el “pepe”: “hoy ganó el capitalismo”… son Gobiernos de corte progresista pero que generan que la gente esté con el empresariado, con los grandes capitalistas, en vez de ayudar y defender los intereses de los de abajo”.

Esta singular reflexión está directamente dirigida al vuelco político realizado por el Presidente uruguayo. Y a estos mismos términos y críticas se han referido el mismo José Mujica y Rafael Correa, el primero en el acto cívico celebrado en la plaza central de Montevideo, el segundo en una conferencia brindada en la Universidad de Montevideo al día siguiente (y que en los próximos números será reproducida). Ambos coincidieron en calificar como infantil a estos movimientos que por no involucrarse en las condiciones de juego que actualmente reglamentan la cultura política latinoamericana, se configuran -cuando no ausentes- intrascendentes.

Y ello hace comprensible que Mujica entienda necesaria la “Unidad nacional, y unidad y abrazo para los pueblos de América Latina”, admita su pasado en tanto “pertenecemos a una generación de la que quedan algunas reliquias de los que queríamos tocar el cielo con las manos… soñamos construir como podíamos sociedades mejores” Y, en esta mezcla y recopilación de los diversos discursos pronunciados, valga lo siguiente a modo de conclusión: “Electo me advierte que no me distraiga y recuerde que estoy mandatado para la tarea. No en vano, el otro sobrenombre de los presidentes es mandatario. Primer mandatario, si se quiere, pero mandado por otros, no por sí mismo”. Este concepto es notable y digno de atención, toda vez que configura el poder del máximo responsable del Estado, como un poder obedencial  -en términos de Dussel-.

Sobre este tipo de alternativa al pensamiento se refiere especialmente Ezequiel Pinacchio en su nota derecha, izquierda… ¿nada más? En esta nueva sección inaugurada el número anterior por Santiago Sánchez, intentan buscarse y pensarse caminos alternativos a la lógica con la que cotidianamente se analizan los problemas. El despertar de esta nueva teoría llamada “descolonialidad” abre todo un nuevo eje de análisis de los problemas que nos circundan y las condiciones que nos asedian. Lejos de recluirse en un academicismo abstracto, la propuesta de pensar Latinoamérica desde sus condiciones existenciales más duras -herida abierta desde la era colonial, que aún no sana, ni cierra-, brinda una puerta tentativa a pronunciarse en una acción que antes de superadora, se pretende alternativa y constructiva.

Desatados ya los cabos del puerto, se invita a los pasajeros a disfrutar la nueva aventura del naufragio en aguas nuevas y brizas frescas■

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