La danza es el arte del movimiento y, por ello, una de las expresiones artísticas más antiguas, pues la vida misma es movimiento. Es el teatro no hablado. Como en toda expresión de arte, su lenguaje es universal, y es una de las pocas disciplinas en la que uno mismo es el material. Nuestro cuerpo es el medio, es el que muestra los cómo.
1. De dónde vamos…
Sus orígenes se remontan al período prehistórico, donde el danzar era un hábito cultural y religioso y una clara forma de evidenciar los sentimientos propios y del conjunto social. Los hombres bailaban para controlar las fuerzas de la naturaleza ante su movimiento: para atraer a la lluvia, para alentar la cosecha. También lo hacían para festejar nacimientos o, incluso, ante la misma muerte. Los guerreros bailaban antes de entrar en batalla y los cazadores antes de perseguir a sus presas. Las tribus lo hacían para convocar la ayuda de los dioses o aplacar su ira, como también para exorcizar a los espíritus del mal.
En cada cultura se desarrolló y difundió un tipo distinto de danza, pues sus hábitos y necesidades eran distintos, y, como el cuerpo puede moverse de modos muy diferentes, sus posibles combinaciones, dinámicas y manejo de los tiempos derivó en estilos distintos, en danzas autóctonas, folclóricas y, muchas veces, claramente diferenciadas las unas de las otras.
Por ejemplo: los hindúes creían que el mundo había sido creado por el dios Shiva, dios bailarín; luego esta danza está estrechamente ligada a la religión y al mito que gira en torno a los bailes de dicho dios1. En los bailes de las culturas Orientales prevalecía la gestualidad y movimientos que en Occidente no se utilizaban, como los de los ojos, las muñecas, el cuello.
Los antiguos griegos incorporaron la danza, amén de consagraciones religiosas y celebraciones como bodas o funerales, en sus representaciones teatrales. Por su origen en el ditirambo, forma lírica coral que se realizaba en honor al dios vino, Dioniso, en la cual se iba danzando y cantando al altar del dios para ofrecerle las mejores vides, no es descabellado suponer que los integrantes del coro de dicho teatro danzaban mientras recitaban.
En la Edad Media a pesar de que la danza fue despreciada por los moralistas cristianos no pudo ser erradicada. Los preceptos evangelizadores suponían al alma asociada con el bien y al cuerpo con el pecado. La danza sobrevivió en los sectores populares como las ferias callejeras y las ceremonias cortesanas. Pero la Peste Negra y la crisis del siglo XIV cumplieron un papel fundamental para el desarrollo y difusión del género más importante de la época: la Danza de la Muerte. La presencia de la peste trajo la evidencia física de la muerte, por lo que el hombre tomó conciencia de la muerte y, a su vez, de la vida. En ella se expone el poder igualador de la muerte y se establece una crítica a los hombres y cosas del mundo político y social. Dependiendo del país de procedencia, en algunas la muerte, que aparece como figura alegórica, hace danzar a vivos que representan las distintas clases sociales, y en otras un doble del vivo es el que baila como si fuera espejo de la muerte —danza de los muertos—.
El Renacimiento va a ser el propulsor de la danza con un patente fin lúdico. Pero no así de la danza a nivel profesional, con sus reglas y metros como hoy la conocemos, lo cual va a cumplirse algunos siglos después con la creación de la Academia Real de Música en manos de Luis XIV —fines del siglo XVII—.
1 Shiva, el dios hindú de la destrucción es también conocido como Nataraja, el Señor de los bailarines (en sánscrito, Nata significa danza y Raja significa Señor). Hay una interesante leyenda detrás de la concepción de Shiva como Nataraja. Los sabios, en un principio, llegaron a violentos conflictos entre ellos, pero su enojo fue pronto en contra de Shiva, y se esforzaron para acabar con él por medio de conjuros. Luego de vencer a un tigre feroz, los sabios continuaron con sus conjuros, y produjeron una serpiente monstruosa que Shiva incautó y envolvió alrededor de su cuello. Entonces empezó a bailar, pero lanzaron sobre él un monstruo en forma de enano maligno. Sobre él el dios apoyó la punta de su pie y rompió el lomo del animal, de modo que se retorcía en el suelo, y así, frente a su postrado enemigo, Shiva reanuda su danza.