Los recientes acontecimientos que explotaron en los medios respecto a la situación de la ciudad de Bariloche, han generardo el rebrote de la discusión sobre temas de gran actualidad como el poder de la policía y su juicio para actuar. Aquí publicamos una nota que gentilmente nos han enviado desde la Asociación Civil el Brote de Bariloche.
Seguro que a vos también te pasó. Que temblaste ante la posibilidad de perder el trabajo. Que para conseguir un trabajo tuviste que poner otra dirección porque si ponías la del alto ni siquiera te entrevistaban. O no me digas que no tuviste que ir a hacer la cola a las cinco de la mañana al hospital para que te atiendan o para conseguir un remedio. O que, la mayoría de las veces, la policía te mira mal porque sos morocho o tenés algún tatuaje, y sentís miedo. O que algún puntero político te amenazó con sacarte el plan si no ibas al acto o a pegar afiches de campaña. ¿O no te basurearon los “patovicas” a la entrada del boliche? ¿O no viste como las autoridades o la policía te tratan diferente si sos del alto o de los kilómetros? O que la droga circula por todos lados y no hay un solo funcionario que hable de eso ¿Qué se banca con esa terrible cantidad de guita que mueve la droga? ¿Algunas campañas electorales o proyectos políticos, quizás? ¿Será por eso que durante casi dos décadas no aumentaron las tasas para los comerciantes que más tienen? Todo esto te hace sentir mucha bronca, te hace sentir sin proyectos, sin futuro.
Claro, nosotros, tanto como vos, queremos tranquilidad. No nos gusta que nos roben lo poco que con tanto esfuerzo y trabajo conseguimos, tener que poner rejas o alarmas por todos lados o esperar ansiosos a nuestros hijos de la escuela (cuando hay clases) para ver si no les pasó nada. ¿Te preguntaste alguna vez quiénes compran las cosas robadas? ¿Adónde van a parar? ¿Quién maneja ese circuito? ¿Por qué nunca se investigó el circuito de la droga que envenena a nuestros jóvenes cuando son vox populi los nombres de los empresarios que la manejan en Bariloche? Cuánta hipocresía ¿no?, poner a la misma altura algunas vidrieras rotas con el daño permanente causado a miles de barilochenses… ¿Puede compararse al mismo nivel el robo de quienes por no tener futuro, ninguna perspectiva, desde el momento que nacen de padres morochos en el alto, con el que realizan grandes empresarios barilochenses diariamente imponiéndonos los precios más altos de la argentina, evadiendo los impuestos que contribuirían a paliar la miseria o teniendo a los que ellos denominan “negros” en negro, sin acceso a la salud?
No es más represión y policías la solución. Hay que resolver los grandes problemas sociales. Hay dos Bariloches: el de la opulencia, el de los grandes hoteles, boliches, 4 x 4… y el otro, el de la pobreza extrema, el de los excluidos. Mientras esto sobreviva NUNCA VAS A ESTAR SEGURO.
Esto se resuelve con igualdad y justicia, no con más marginación y discriminación. Mucho menos con gatillo fácil. Con más muertes de chicos y adolescentes.
Desde el Municipio se nos dice ahora que hay que rever las políticas sociales. Que hay que redireccionar el gasto social. Fueron necesarias tres nuevas muertes para que advirtieran que la “ayuda social” es una gota en el océano. Que las diferencias son abismales. Que la brecha tiende cada vez a ser más amplia.
Durante el tremendo conflicto generado por los asesinatos de Diego, Nicolás y Sergio, el poder político provincial y local se ocultaron, deliberaron en secreto con sus aliados: las cámaras empresarias, las conducciones gremiales adictas, los organismos de seguridad. Es difícil enhebrar una explicación de lo que ha sucedido. Se acerca la temporada turística. Hay que eludir en el análisis las causas profundas que provocaron el conflicto. Hay que inventar otras para confundir a la población. Entonces, acusaron a las organizaciones sociales de promover el conflicto. Reapareció la figura del “subversivo”. Resurgió el lenguaje que pensábamos que al caer la dictadura y en democracia habíamos abandonado para siempre.
Y al calor de estas reuniones, y en forma que algunos quieren hacernos creer como espontánea, aparecen masivas movilizaciones apoyando a la policía rionegrina en el Centro Cívico de nuestra ciudad. Y esa brava Policía Rionegrina, tan orgullosa de su bravura como la Bonaerense, con tantos casos de gatillo fácil en su haber, desfila ante los ciudadanos que la vitorean haciendo ostentación de su fuerza, exhibiendo sus armas. Los medios locales que siempre compartieron la fiesta de los poderosos se regocijan y exaltan esta situación. Los chicos asesinados pasan a segundo plano. El drama se convierte en una fiesta.
Y en esa fiesta participan concejales (Otano, Cejas, Alves, Paz), grandes empresarios de la Mitre, abogados defensores de violadores y pedófilos, policías e integrantes de fuerzas de seguridad retirados, punteros políticos y sindicales de los partidos mayoritarios, el presidente del Colegio de Abogados y lamentablemente muchos vecinos confundidos por el temor que los aqueja. Desde Viedma el ex Jefe de la Policía Rionegrina, Cufré, mira con satisfacción. Mientras tanto, el expediente que lo imputara y procesara por trata de blancas duerme en algún cajón de la burocracia judicial en Choele Choel.
A los vecinos confundidos, el temor les nubla la posibilidad de reflexionar. Les impide analizar que vivir en sociedad implica compartir no sólo valores y una cultura, sino también bienes con equidad y justicia. Y que cuando ese equilibrio se rompe y las grietas se profundizan, la violencia y las muertes no cesan de multiplicarse. El complejo, diverso y heterogéneo entramado que conforma una sociedad sólo puede sostenerse unido sobre la base de la solidaridad.
La mano dura, la xenofobia, la discriminación no dio resultado en nuestro país ni en ningún lugar del mundo. Sólo generó mayor desigualdad y por ende mayor conflictividad y violencia. Así la gloria pasajera de los Blumberg fue quedando en el pasado, en el olvido. No seamos los barilochenses quienes reiteremos los mismos pasados de moda e inservibles pasos. Decidamos si queremos vivir en sociedad o en una jungla■