Hay un dicho popular que sentencia: en la mesa nunca hables de política ni de religión; menos mal que existe ANDEN para reflexionar sobre esos temas. En los últimos años hice dos viajes que en algún momento incluyeron, casi como excursión, una experiencia católica apostólica pero que produjeron en mí sentimientos antagónicos.

Por un lado en enero de 2008 me fui con una amiga del alma, quizás la más practicante de la doctrina católica de todas, hacia el norte argentino. Averiguamos si nuestra estadía en salta podría coincidir con la celebración de la Virgen del Corazón Eucarístico de Jesús, más conocida como la Virgen de Salta. Arreglamos algunas cuestiones de recorridos y llegamos a la capital luego de pasar por varios pueblos y entrar en cuanta Iglesia estuviera abierta, pero sin dejar de lado la joda. De hecho, la noche anterior a la visita de la Virgen salimos hasta tarde y ese día nos costó levantarnos, sin embargo ahí estuvimos a las 9.30 de la mañana subiendo el cerro a pie, a modo de sacrificio.

La primer impresión que tuvimos fue la de estar en un lugar de mucha paz, donde las palabras sobraban hasta para esta polítóloga que no deja de hablar casi nunca. Una vez que subimos fuimos recibidas por dos mujeres sonrientes que nos regalaron estampitas de la Virgen y nos ofrecieron agua gratis, nos llamó la atención la ausencia de comercios, puestos de ventas y tampoco vimos pedidos de colaboración, el dinero parecía lo que es, algo terrenal sin sentido en ese lugar elevado de espiritualidad profunda.

Después de unas horas de oración, reflexión y silencio natural, empezó la Misa.  Entre otras cosas la Señora Lidia contó los mensajes que le dio la Virgen en ese cerro y las dificultades que tuvo para ser reconocida por el poder papal, que finalmente lo hizo. Ya para en ese momento mis lágrimas no dejaban de brotar de mis ojos.

Como corolario de esa jornada, muchísimas  personas nos pusimos en fila, esperando que Lidia nos impusiera las manos y por medio de ella sentir a la Virgen. Los primeros fueron los enfermos, a la vista de todos los asistentes, quienes atónitos, cómo la gente se desvanecía al ser tocados por la señora.

No todos tenían ese efecto, varios quedaban en pie y yo me preguntaba internamente ¿qué pasará conmigo?, por las dudas le dije a mi amiga que si me caía no se fuera de mi lado, dado que el impacto de lo desconocido estaba generando algo extraño en mi.

Después de un rato nos tocó a nosotras, yo estaba rezando por algo puntal que fui a pedir (con foto incluida que después le ofrendé a la Virgen). Me caí y como a todos los que les pasaba eso me atajó un voluntario, pero me puso la cabeza en una piedra. No recuerdo cuánto estuve acostada pero sé que por algún lapso de tiempo estuve en otro lado, no escuché nada, sentí una paz inexplicablemente profunda.

Cuando fui tomando conciencia, me di cuenta de que me había caído, que estaba llorando a mares y que no paraba de pensar en lo que había ido a pedir, lo cual repetía mentalmente no como un rezo sino como un diálogo con esa energía que me mantenía ahí llorando.

Quise levantarme, pero cuando me senté una voluntaria del lugar me dijo que me quedara como estaba hasta que me calme el llanto. Yo seguía llorando como muy pocas veces en mi vida.  Me dejé fluir, recé, agradeciendo por muchas cosas y pedí por algunas personas.

Un poco más tarde abrí los ojos y la vi a mi amiga esperándome como habíamos quedado y fui hasta ella, nos abrazamos, lloramos un poco más y empezamos a contarnos cada una su experiencia. Ella sintió algo diferente, no lo que estaba convencida que le iba a  pasar, pero sin dudas lo que necesitaba; eso me dio la pauta de que no es producto de la sugestión ni del autoconvencimiento lo que genera este fenómeno.

Fue un día único, de encuentro conmigo, de reflexión profunda sobre mi vida, donde se aclararon muchas cosas que me dieron impulso para la acción. Viví un momento de conexión con algo superior sin ningún lugar a dudas, para mi fue la Virgen, para otros puede ser simple energía pero es algo que me dio paz y me iluminó.

Por otra parte, el año pasado tuve la oportunidad de viajar a Europa y mi primer destino fue Roma. Mientras esperaba a mi compañera de viaje, otra amiga del alma, me fui a comer al lado del hotel donde conocí a un guía de turismo de un grupo católico. Por alguna razón me comentó que le sobraban dos entradas para la audiencia papal del día siguiente, que lo llame a la tardecita. Y me las daba.

A la hora indicada me comuniqué y me invitó a verlo en un café, a la vuelta de nuestros hoteles. Fuimos con mi amiga y nos encontramos con un grupo de una iglesia catalana, muy amables que nos invitaron a tomar el te y con quienes combinamos para ir el día siguiente al Vaticano.

Casi sin pensarlo nos embarcamos en la excursión al estado más pequeño del mundo. Ni bien llegamos vimos durante cuadras comercios y puestos de venta de muchas cosas y unas cuadras adelante la majestuosidad de la plaza San Pedro, un lugar a cielo abierto lleno de gente de todo el mundo, fundamentalmente jóvenes europeos.

Al rato salió el Papa y empezó a hablar a los asistentes y ahí fue mi desilusión más grande. El Sumo Pontífice habló de Constantino y Constantinopla ¿no sería mejor usar ese poder de tanta gente escuchando transmitiendo mensajes más actuales, más relevantes socialmente?

Aburridas y desinteresadas por lo poco que transmitía Benedicto en mensaje y en energía nos fuimos, salimos de la plaza y por dónde mirábamos había puestos de venta de todo tipo de artículos. Después de comer con el grupo nos fuimos al Museo del Vaticano, increíble pero ¿es necesaria tanta opulencia?

La respuesta que encontré a las dudas y las experiencias contrapuestas es que  la Iglesia Católica Apostólica Romana está compuesta por hombres y justamente por ello tiene errores, debilidades, oportunidades y potencialidades y como toda institución tiene intrínsecas luchas de poder que se cristalizan en sus estructuras.

Lo importante no es tanto los hombres que la componen, a lo que hay que prestarle atención es a lo que se puede lograr a través suyo y está a la vista que con esta religión se canalizan comedores, hogares, grupos de contención, actividades solidarias ocasionales, capacitaciones de nuevos dirigentes como la que próximamente va a tener lugar en Chascomús, entre tantas otras acciones positivas.

Por último lo realmente relevante es rescatar lo que la mayoría de las religiones comparten: el amor, amar al otro como a uno mismo y actuar en consecuencia■

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