Sólo con levantar la vista y mirar a nuestro alrededor podemos descubrirnos rodeados de tecnología. Vivimos  tironeados entre la hiperconectividad y la ola new age que nos invita a reconectarnos con la naturaleza. Pero no es en esta dicotomía donde se encuentra la respuesta a la aceleración de la vida moderna.

Cuando pensamos en tecnología nuestro sentido común nos lleva a imaginarnos todo tipo de aparatos y aparatitos electrónicos. En los últimos tiempos, los teléfonos celulares y las computadoras que nos permiten (o nos esclavizan según quién lo mire) estar conectados permanentemente con la pesada de nuestra madre  o con las últimas noticias sobre los más remotos lugares del globo se han vuelto una parte indispensable de nuestras  vidas.

En general este desarrollo tecnológico también es pensado como la culminación de un proceso evolutivo que comenzó con la modernidad. Así la revolución que arrancó con la maquina de vapor en el siglo XVIII en Inglaterra fue el puntapié inicial y necesario  para que hoy haya cientos de satélites orbitando alrededor de nuestro planeta. Si bien no es la intención de este articulo negar dicha continuidad, si es pertinente ampliar la idea de que “la” tecnología no es solo propiedad de la modernidad occidental. Para eso debemos recordar que lo que hay en realidad son distintos tipos de tecnologías, que han acompañado a la humanidad durante su larga existencia.

El homo sapiens se diferencia del resto de las especies animales por su capacidad de observación a partir de la cual genera un conocimiento que luego es aplicado al medio para modificarlo. Con una ventaja adicional, estos saberes además pueden acumularse y transmitirse generacionalmente (no siempre en sentido unidireccional).

Si tenemos que repasar la historia del hombre sobre la tierra, inevitablemente nos topamos con los desarrollos que imaginó para sobrevivir. El dominio del fuego, las herramientas para cazar y construir viviendas, los canales de riego son obra de la misma capacidad que logro llevar a 3 hombres a la luna.

Si nuestra habilidad para crear dispositivos que modifican el mundo, la “naturaleza”, nos es inherente, entonces es al menos discutible la sentencia de que es la tecnología la que nos aleja de nuestra esencia. La idea de un “estado de naturaleza” del que los hombres se han alejado nos retrotrae a J.J. Rousseau y su Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. Allí el filósofo francés especula acerca de los orígenes de la humanidad. Un tiempo en el que los seres humanos eran solitarios, libres e inocentes. Solo se concentraban en satisfacer sus necesidades. En la medida en que los hombres se integraron a la vida en sociedad se corrompieron, comenzaron a sufrir y enfermarse.  Ahora, cuando en la actualidad se repite el discurso de que es necesario volver a los orígenes, a lo natural, ¿a qué naturaleza se refieren? Abandonar los avances tecnológicos  no es el camino. Todas las comunidades humanas poseen tecnologías para adaptarse a su medio y sobrevivir. No existe la posibilidad real de volver a un estado de naturaleza, si es que este alguna vez existió. Probablemente la alienación en la que vivimos es menos culpa del blackberry y más de las relaciones sociales en las que estamos inmersos.

La escritura como tecnología

La idea de que la tecnología como perturbadora de la vida puede rastrearse hasta la antigua Grecia. Walter Ong, en su libro Oralidad y escritura.Tecnologías de la palabra analiza el surgimiento de la escritura como una tecnología revolucionaria cuyo efecto más importante ha sido la reestructuración de la conciencia humana. Según Ong las mismas críticas que hoy en día se le hacen a las computadoras pueden encontrarse en Fedro y la Septima Carta de Platón. Allí, el filósofo griego critica la escritura por inhumana “al pretender establecer fuera del pensamiento lo que en realidad solo puede existir dentro de él”, por debilitar la memoria y el pensamiento ya que ofrece un recurso externo para reforzar las debilidades internas, y finalmente por ser pasiva ya que la palabra escrita no puede defenderse como es capaz de hacerlo la palabra hablada natural: “el habla y el pensamiento reales siempre existen esencialmente en un contexto de ida y vuelta entre personas”. En estas críticas puede rastrearse la idea de que los avances tecnológicos pervierten la  naturaleza humana, pero lo paradójico según Ong es que en ambos casos estas críticas no podrían realizarse sin el apoyo tecnológico que rechazan.

“Las tecnologías no son sólo recursos externos, sino también transformaciones interiores de la conciencia (…) la alineación de un medio natural puede beneficiarnos, y de hecho, en muchos sentidos resulta esencial para una vida humana plena”.

Que podamos ver a las tecnologías como algo propio de lo humano no implica que debamos asimilarlas críticamente. Detrás de cada nuevo adelanto hay un saber, y con el saber también se concentra el Poder■

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