¿Dónde iremos a parar, si se apaga Balderrama?” encaraba el primer estribillo  con gran entusiasmo y voz de largo alcance un muchacho como cualquier otro, en una peña como cualquier otra. Estribillo de la maravillosa y muy conocida “Balderrama”, zamba de Gabriel “Cuchi” Leguizamón. Nos rodeaba a todos una voz robusta, de buen color, buen vibrato, atenorada, y perfecta… desafinación.

Me llamó mucho la atención escuchar cantar a alguien con la capacidad de desafinar prácticamente todo con la misma precisión. No fallaba en pasajes difíciles, como suele suceder habitualmente sino que cantaba casi todo un cuarto de tono (distancia entre do y re dividida en cuatro partes iguales) por encima del temperamento de su guitarra. “¿Dónde iremos a parar? A la c… de tu h…” me animaba a cantar por lo bajo buscando algún oído cómplice. Tratando, al mismo tiempo, de no herir sensibilidades en la tertulia que el cantor había congregado frente nuestro. 

Con la enorme cantidad de elementos que nos provee la tecnología, estar afinado pareciera no ser un gran problema hoy día. Pero revisando un poco la historia de la música encontramos que la afinación ha sido y seguirá siendo un tema de controversia, investigación y análisis. Teniendo en cuenta, además, que cada época tiene un paradigma dominante o un zeitgeist y por tanto su producción cultural es consecuencia directa de esto. Dicho de otra manera, cada época tuvo un sistema propio de afinación y este sistema, a su vez, era consecuente con la cosmovisión del mundo que se tenía.

Toda revisión histórica nos transporta casi unívocamente a la cultura de la antigua Grecia: para los griegos, la música no era un divertimento solamente. Las leyes numéricas de la proporción que rigen en la naturaleza se encontraban presentes también en las relaciones de los sonidos. La música era la representación sonora del orden universal mismo. Al tal punto tenían esta certeza que se afirmaba que el movimiento circular de los astros celestes producía un sonido armónico al que Platón llamó “El sonido de las esferas”. De la misma manera que uno al trasladar a velocidad constante la yema de un dedo por todo el borde mojado de una copa produce un sonido de frecuencia también constante, los planetas girando sobre sus órbitas provocaban el mismo efecto, generando por sumatoria de frecuencias en perfecta proporción una frecuencia única que empapaba como un éter sonoro a la humanidad. Esta frecuencia, a su vez, no era audible para el oído humano porque debido a su perpetuo sonar desde hacia infinidad de siglos el oído ya no la percibía.

Existieron varios teóricos pero sin lugar a dudas el más importante fue Pitágoras quien logró establecer relaciones numéricas para todos los sonidos, partiendo en distintas secciones una cuerda tensada entre dos puntos fijos. De estas particiones o fracciones, Pitágoras consideró consonantes -esto quiere decir más agradables al oído sonando conjuntamente- a las primeras cuatro relaciones que casualmente son las que conocemos hoy como consonancias perfectas: Unísono, 1/1, corresponde al sonido de toda la cuerda puesta en vibración (La=440Hz). Octava, 1/2, corresponde a la altura que se genera poniendo a vibrar solo la mitad de la cuerda que equivale al doble de frecuencia de la cuerda entera (La´=880Hz). Quinta, 2/3, corresponde a las dos terceras partes de la cuerda puestas a vibrar (Mi=660Hz). Cuarta, 3/4, en este caso las tres cuartas partes de la cuerda en vibración (Re=586,67Hz). Utilizando estas relaciones se puede obtener el total cromático de sonidos. Partiendo del sonido Do me quedo con sus dos terceras partes obteniendo la quinta que es el sonido Sol. Aplico exactamente el mismo procedimiento al Sol obteniendo su quinta que es el sonido Re. Así sucesivamente voy aplicando a cada sonido obtenido el mismo proceso. Los resultados son trece sonidos a distancia de quinta en el siguiente orden: Do, Sol, Re, La, Mi, Si, Fa#, Do#, Sol#, Re#, La#, Mi#, Si#.  El último sonido debería ser igual al primero para cerrar el círculo, pero no. El Si# es un poco más alto que el Do. Puedo también hacer el recorrido inverso en quintas descendentes: Do, Fa, Sib, Mib, Lab, Reb, Solb, Dob, Fab, Sibb, Mibb, Labb, Rebb. Este último tampoco es igual al primero sino que es un poco más bajo. Tanto más bajo como en el otro extremo es de alto, valor llamado como “coma pitagórica”. Resumiendo, el sistema Pitagórico es un sistema de afinación donde no existe lo que hoy denominamos “enarmonía”, dos sonidos que se llaman distintos suenan igual (Do#=Reb, Si#=Do, Fab=Mi, Labb=Sol, Sib=La#). En este sistema los sonidos sostenidos son un poco más altos y los bemoles más bajos de lo que usamos hoy día. Por otro lado una escala mayor pitagórica va a tener todos los tonos de la misma distancia y los semitonos un poco más pequeños.

 Este sistema se va a volver problemático pasado el medioevo donde la práctica de la polifonía (varias voces independientes) va a extender el espectro utilizando sonidos alterados y consonancias imperfectas (6tas y 3ras) exigiendo una gran pericia a la hora de afinar y de lograr mediante la correcta afinación un todo compacto y sonoro. Durante la época griega y el medioevo la música se practicó en estilo monódico (melodía sola) o con acompañamiento heterofónico (dos melodías donde una es más despojada y la otra tiene más adornos) y hasta allí el sistema pitagórico de afinación era suficiente, incluso para las primeras practicas polifónicas del  siglo XIII basadas sobre las consonancias perfectas ya mencionadas. Pero cuando las composiciones empezaron a dar más preponderancia a las consonancias blandas de 3ras y de 6tas, el sistema pitagórico de afinación se empezó a volver un problema ya que estas sonaban desafinadas.

 Ya entrado el Renacimiento las relaciones de tono y semitono de una escala van a construirse tomando como referencia la serie armónica de un sonido. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que un sonido puede ser descompuesto en una serie de sonidos más elementales llamados armónicos. Los primeros armónicos van a coincidir con las consonancias que habían obtenido los pitagóricos (octava y quinta) a excepción de la cuarta que es un armónico bastante lejano del sonido fundamental. Quizás por esta razón el intervalo de cuarta empezó a considerarse disonante, por lo cual se evitaba de ser posible o necesitaba un tratamiento compositivo especial.

Esta concepción del sonido fundamental contenedor de todos los demás sonidos era concordante con la cosmovisión de un único Dios. Cuanto más consonante la relación, más cercano es a Dios, por tanto a la proporción, a la virtud, a la moral. Cuanto más lejano de Dios, es más disonante, por tanto más caótico, menos virtuoso, más inmoral. Casualmente, el intervalo de 5ta disminuida o 4ta aumentada (distancia de 6 semitonos, Ej. Do – Fa#, Si – Fa, Mib – La) era considerado directamente como la presencia musical del Diablo en persona. Por otro lado, el acorde mayor (Do – Mí – Sol, una tercera mayor de Do a Mí y una quinta de Do a Sol) simbolizaba la Santísima Trinidad, justamente porque unos de los primeros armónicos de la serie está a distancia de tercera mayor respecto de la fundamental.

 Tenemos aquí unos de los motivos por el cual el último acorde de una obra escrita en modo menor es mayor muchas veces. Este sistema de afinación basado en la serie de armónicos se va a llamar sistema de afinación justa o natural. La escala mayor obtenida utilizando este sistema va a tener la particularidad de tener dos tipos de tono uno mayor y otro menor, y el semitono no va a ser la mitad de ninguno de estos dos tipos de tono. Este sistema va a seguir dando los mismos problemas del pitagórico con la diferencia de que la tercera mayor va a ser más afinada.

 Desde el medioevo hasta entrado el Siglo XVI varios fueron los músicos investigadores de los que podemos citar a Boecio, Guido d´Arezzo, Gioseffo Zarlino, Vincenzo Galilei, Lodovico Fogliano, Franchino Gaffurio, Ptolomeo. Más o menos a favor, las aguas quedaron divididas entre la obtención de terceras o quintas más ajustadas. No existe un sistema en el que se puedan obtener las dos relaciones puras simultáneamente. El nivel de ajuste que se haga sobre uno u otro intervalo dio pie a lo que se llamó afinación mesotónica que se mantuvo hasta el período barroco, del cual cada instrumentista era conocedor.

 Finalmente vamos a llegar al sistema de afinación que utilizamos hoy día llamado de afinación temperada; su creador, Bartolomé Ramos de Pareja. Este sistema lo que hace es corregir el corrimiento que se produce en el sistema pitagórico, reduciendo proporcionalmente todas las quintas para que el círculo cierre en Si# = Do o Rebb = Do. Esto quiere decir que la distancia entre dos sonidos consecutivos dentro de la escala cromática va a ser siempre la misma. Un tono va ser equivalente a la suma de dos semitonos. Cosa que no sucedía en el sistema pitagórico donde los semitonos son más pequeños que en el temperado o en el sistema de afinación natural donde existían dos tipos de tono. Pero el inconveniente va a ser que tanto las quintas como las terceras van a dejar de ser puras. Dicho de otra manera: se altera la distancia de todas las relaciones para que la octava quede dividida en doce partes iguales desafinando muy poco todas las demás relaciones. Es un sistema desafinado se vea por donde se vea. Pero 200 años de práctica nos han acostumbrado a ello. La gran ventaja de este sistema, a pesar de que para un oído de esa época acostumbrado a tocar con afinaciones puras, es que el sistema temperado era un atentado contra el color; es que todas las escalas suenan iguales. Por ejemplo, Do mayor va a sonar exactamente igual que Rebb mayor, por lo tanto me permite como compositor utilizar acordes de tonalidades más lejanas sin problemas graves de afinación como con los otros sistemas.

 Quizás la desintegración a la que la música tonal llega en el siglo XX con el dodecafonismo y el atonalismo sea en parte consecuencia de la afinación temperada. No es casual que varios compositores del siglo XX reivindicaron los viejos sistemas de afinación e incluso la utilización de sistemas muchos más complejos con escalas de cuartos de tono (material que será tratado en otro artículo, claro está).

 

 Lamentablemente para nuestro querido amigo de la peña no hemos encontrado un sistema de afinación que lo contenga, ni público que lo aguante; habrá que seguir practicando nomás■

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