En todo lo que comienzo a garabatear a través de la escritura encuentro una palabra a la que puedo llamar “anzuelo” y es aquella que me atrapa y ahí comienza el desborde de las que le siguen. Es como gente amuchada esperando entrar en algún lugar y de repente la puerta se abre. En este caso la palabra es “inseguridad”. Y este anzuelo sabe mal. Es una palabra que solo vinculo a cosas que hacen temblar.
Esperanzas del día – Andén 56
Me traspasa el canto mañanero del pájaro mientras pongo la pava, y va perfilándose el recuerdo de lo de anoche: -Señora, deme la plata.
La mano dura de la colonialidad – Andén 56
Día tras día, los medios masivos de comunicación nos machacan la cabeza con el flagelo de la inseguridad que asola a nuestro querido país. Una semana son los asaltos; la siguiente, las violaciones; la otra, los homicidios y siempre el narcotráfico, los que someten a la sociedad argentina a un carrusel orgiástico de inmoralidad, muerte y destrucción.
La imagen es conocida y es repetida incansablemente, de arriba hacia abajo, por los grandes medios hegemónicos, los especialistas de turno, los políticos opositores, los/as conductores/as de mayor rating, el tachero porteño, las señoras gordas de recoleta y la espantada clase media citadina.
Los niños espectro, semillas en el fantasma de la inseguridad: La Escuela Segura – Andén 56
¡Cuidado que hay olor a pobre! Más grave aún si son niños, oscuros y mocosos, que rápido crecen contagiando su ignorancia y su odio.
¿Tengo un plan? – Editorial 56
La máquina avanza lento, inconfundible. Las vías, a diferencia de los caminos, tienen pocas posibilidades, la incertidumbre es menor. La determinación, en ciertas ocasiones, demasiado arbitraria. El tren se detiene en un andén donde muchas opiniones confluyen, chocan, se debaten, se quiebran y se rearticulan. Definitivamente, no es el ANDÉN de la seguridad.