Reflexionamos sobre diez razones por las cuales comprometerse con lo público se vuelve primordial y sobre por qué los espacios de militancia política, entendidos como zonas mucho más amplias que los partidos políticos o sindicatos, se constituyen como las polis modernas, como el espacio político por excelencia y ni más ni menos que como el lugar de la resistencia humana.

El maquinista de Andén me encomendó una tarea: “Pensar diez razones para abrirnos paso con ‘Militancias’”. Desde entonces no hago otra cosa que pensar cuáles fueron los motivos por los cuales desde los quince años, de algún modo u otro, participo en política. Me embistieron muchísimos hechos, personas, imágenes, valores, banderas, sentimientos y voces. Pero como de algún modo la propia coyuntura los volvía contradictorios y paradójicos, sentí que mi experiencia personal no sería suficiente referencia para alcanzar la meta confiada – y tampoco la experiencia de mis allegados. Me sentí obligada a viajar atrás en el tiempo y revisar algunas percepciones milenarias que convertidas en abstractas, hoy siguen arrojando luz sobre la realidad, interpelándola.

Sin ser fanática de la Real Academia Española (ni de cualquier otra academia), debo admitir que  recurrir a sus definiciones como punta de lanza se vuelve sumamente útil. Dejando de lado aquellas acepciones vinculadas a la guerra, enuncia que militar significa tanto figurar en un partido o en una colectividad; como haber o concurrir en una cosa alguna razón o circunstancia particular que favorece o apoya cierta pretensión o determinado proyecto. Dos palabras se iluminan al releer estas definiciones: colectivo y proyecto. La primera entendida como agrupación de individuos y la segunda como un devenir en perspectiva, involucrando el futuro y sus posibilidades. Enseguida se me viene a la mente Utopía de Tomás Moro. Recuerdo como si fuera ayer al profesor de Teoría Social y Política I escribiendo en el pizarrón “ο τόπος“, sin lugar en griego, designando la proyección humana de un mundo idealizado que se presenta como alternativa al mundo existente. Este andar hacia algún lugar, entonces fundamentado en una crítica constante, replanteando la realidad a cada momento, redefiniendo el norte. Es en este momento cuando irrumpe el capítulo “La esfera pública y la privada” de la famosa obra La Condición Humana. Hanna Arendt nos lleva, finalmente, hasta la sagrada asamblea -el ágora- y la polis griega. Comienzo a atar algunos cabos.

De todas las actividades humanas solamente dos eran consideradas políticas y aptas para constituir el bios politikos de Aristóteles: la acción (praxis) y el discurso (lexis). En la esfera doméstica (privada) los hombres vivían juntos llevados por sus necesidades y exigencias, la fuerza de la vida los unía, para su sobrevivencia. Sin embargo, la esfera de la polis (pública), era por el contrario la esfera de la libertad. Los hombres se juntaban para crear sus propias instituciones, todos iguales, a base de acción y discurso. La necesidad era entendida como un fenómeno prepolítico, que se hacía fundamental dominar para luego poder alcanzar la libertad del mundo y felicidad del hombre.

Puestas sobre la mesa de debate estas nociones y devenidas aquí, paradójicamente, como  atemporales, me vienen a la mente al menos diez razones que creo hacen valiosa la militancia política, desde ya que entendida como una zona de acción mucho más amplia que la de los partidos políticos o sindicatos. Nuestro compromiso puede estar involucrado también con una sociedad vecinal, un centro cultural, un club deportivo, un centro de estudiantes, una organización del ámbito empresarial, académico, comunicacional, profesional, comercial; una institución educativa, una cooperadora, una agrupación que defiende los derechos de las comunidades originarias u otra los de las comunidades extranjeras; una junta promotora, un organismo defensor de los derechos de los consumidores o uno que apuesta al desarrollo sustentable y al cuidado del medio ambiente, entre otros.  

1. Mantiene viva la utopía. Militar hace que recreamos día a día al hombre y mundo que soñamos, fomentando la creatividad y potenciando nuestra sensibilidad frente a todo lo que nos rodea.

2. Promueve el discurso. Aprendemos a comunicarnos mediante el uso de la palabra, a transmitir nuestras ideas y puntos de vista.

3. Fomenta el intercambio colectivo. Participar de una agrupación de personas naturalmente heterogéneas y únicas, nos permite intercambiar diferentes puntos de vista, dar razones, reflexionar, persuadir y que nos convenzan. Refuerza así lazos de fraternidad.

4. Es pacífica. Ejercitando la palabra en un colectivo de desiguales, nos alejamos de la violencia, ya que la pura violencia se sabe muda.

5. Actúa. Es pura acción. Impulsamos el hacer, la praxis. Paradójicamente, la historia fue separando injustamente la acción del discurso, porque si lo pensamos bien, encontrar las palabras justas en el momento justo, también constituye una acción. ¡Cuántas vidas se han puesto en juego en este sentido! Hablar oportunamente puede detener hasta una guerra.

6. Lucha por la libertad. Para los griegos era condición fundamental para la felicidad, ya que ser libre significaba no estar sometido a la necesidad de la vida ni bajo el mando de alguien y no mandar sobre nadie, ni gobernar ni ser gobernado. La igualdad es la propia esencia de la política. Esta capacidad de crear nuestras propias instituciones, trae consigo una profunda sensación de liberación, de autonomía.

7. Da una razón en la vida (o varias). Nuestra existencia es finita y comprometernos con causas comunes nos aproxima a un propósito que guía nuestro andar.

8. Humaniza. Ponernos en el lugar de los otros, reconocerlos como sujetos iguales y actuar en función de la búsqueda de su felicidad y de su libertad, nos humaniza. Trabajar solidariamente por aquellos que no tienen palabra ni poder para la acción se convierte en nuestra razón existencial.

9. Impulsa el pensamiento crítico. Promovemos el pensamiento autónomo para no caer nunca en el conformismo. Aquellos militantes que se amoldan a las reglas del juego, a los que les falta análisis crítico y de valores, se terminan volviendo funcionales al modelo hegemónico de dominación. Hay que ser valientes también para detener la inercia de la masa o para no tentarse con la ambición de poder.

10. Resiste al neoliberalismo. La derecha conservadora no abraza la participación política, ni el compromiso social, ni la vocación pública. En un insistente y estratégico embate contra el pensamiento crítico y la autonomía; descompone el tejido social, fomenta el aislamiento, la incomunicación, el individualismo, el hedonismo y sobre todo el desaliento. La militancia nos constituye en rebeldes por naturaleza, una suerte de Zion en el mundo de Mátrix. ¿Y por qué no una suerte de polis en el mundo moderno?

 Quizás sea sete el quid de la cuestión. Más allá de algunas jerarquías dentro de las instituciones políticas en las que participemos, la igualdad se encuentra en el basamento de todas. Muchas veces desacreditamos a la polis griega para interpelar a las complejas sociedades de hoy en día; y si bien es cierto que aquella democracia directa sería impensada en un sentido macro, estas experiencias de militancia y compromiso público conllevan claramente su misma esencia: colectivo, igualdad, diálogo, acción, humanidad, utopía, libertad, felicidad. Presiento (intensamente) que los espacios de militancia política se constituyen como las polis modernas,como el espacio político por excelencia, ni más ni menos que como el lugar de la resistencia humana   

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