Fabián Casas y Pablo Ramos son, a mi gusto, los dos mejores escritores de una camada de jóvenes plumas nacionales que recién hace un par de años comenzaron a salir en los suplementos culturales de los diarios principales los días domingo. Estos autores lograron que sienta lo mismo que pasaba en el secundario  al enterame que había salido el disco nuevo de la  banda a la que seguía e iba el mismo día a comprarlo.

Justamente es uno de esos escritores, Casas, quien sentencia en la primera línea del primer cuento de uno sus libros que “la dictadura fue la música disco”.  Resulta interesante pensar de qué manera podríamos definir, intentando emular ese estilo contundente, el momento histórico iniciado en 2003.  Creo que una aproximación atinada podría ser que el kirchnerismo fue y es  militancia.

 Formo parte de la generación que era adolescente en 2001. Fui leyendo la obra de los autores que antes mencioné a medida que iban saliendo sus libros; eso me permite  hacer el ejercicio de recordar qué estaba haciendo en cada momento: de qué trabajaba, qué materia estaba cursando,  con quién salía. De esa manera  me doy cuenta cómo lo que se mantiene inmutable en todo este período es un elemento solo: la militancia.

Resulta interesante señalar que si bien es cierto que hay una enorme cantidad de jóvenes que han empezado a tener participación política luego de la muerte de Néstor; hay también una porción que comenzamos nuestra actividad alrededor del momento de su asunción en 2003, por lo que  nuestra participación  política aparece  atravesada por el kircherismo,  en ese sentido rescato la frase de un compañero que suele ilustrar esta idea diciendo: “nosotros no  sabemos repartir un volante en el que no esté presente de alguna manera Néstor Kirchner ”. También claro, hay una cantidad importante de militantes que dieron una estoica batalla de resistencia al neoliberalismo de los noventa en el momento en que la mayoría de la sociedad discurría por canales de individualismo y “libre albedrío” lejos de proyectos colectivos. 

En ese sentido lo que me interesa destacar es que la gran cantidad de experiencias militantes que se han dado  en la última década supone  una regeneración de los lazos de solidaridad que se habían evaporado. Militar implica vivir experiencias de una alta intensidad, requiere la confianza  indispensable para tener un proyecto común y colectivo.  Por eso aquella palabrita, esa categoría, la del  “compañero”, que a veces parece algo desfasada cuando sale de la boca de un megáfono en el pasillo de alguna Facultad pero que rápidamente se llena de sentido cuando caemos  en la  cuenta de que con un compañero/a  se viven cosas que no se dan ni con los padres, amigos del secundario, hermanos o novia. A quién no le pasó querer explicar a alguien la emoción que supone una marcha, un escrutinio, una actividad que salió bien y sentir que las palabras no alcanzaban.

Toda esa militancia desplegada en estos años va a tener un rol fundamental a la hora de impulsar la profundización del proyecto nacional y popular tras el contundente cincuenta y cuatro por ciento de octubre. El kirchnerismo se ha caracterizado por justamente hacerse eco de determinadas reivindicaciones trabajadas y militadas por diferentes espacios durante años para transformarlas en verdaderas políticas públicas. Esta actitud señalada de manera miope por algunos sectores como “apropiación de banderas ajenas” que da cuenta de la mezquindad con la que entienden a la política generó no sólo la posibilidad de originar interesantes transformaciones sino que retroalimentó a la militancia que comenzó a ver en el Gobierno un espacio permeable para presentar reivindicaciones y luchas de vieja o nueva data. En la actualidad hay  una sensación de que una causa bien trabajada y militada puede tener repercusión institucional. 

En este sentido me interesa destacar una experiencia de militancia de la cual participo activamente y que es la que llevamos adelante desde LA CENTENO DERECHO UBA, una agrupación política universitaria  cuyo campo de acción es la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires  y que está conformada por estudiantes, docentes y  trabajadores del derecho.

Una parte importante de nosotros somos empleados en diferentes fueros del Poder Judicial y  fuimos tomando contacto con los variados problemas laborales e injusticias que se dan en éste ámbito;  por ello en el marco de la UEJN ( Unión de Empleados de Justicia de la Nación ) venimos trabajando para revertirlas y algunos  incluso participaron de una conquista histórica que se alcanzó tras una larga lucha que  permitió que dejen de existir los “meritorios” efectivizando a aquellos que  estaban bajo ese régimen de trabajo esclavo.

Así fue que aprovechando los vientos de democratización que se viven desde el año 2003 en nuestro país  nos pareció que el mayor desafío en este ámbito tiene  que ver  con  trabajar, analizar y difundir el ingreso democrático al Poder Judicial no sólo en nuestros lugares de trabajo sino donde estudiamos, damos clases y básicamente donde se discute (a veces menos de lo que querríamos) el derecho: la Facultad.

En esta línea, organizamos durante el mes de noviembre el Curso de Capacitación para el  Ingreso a la Justicia que sirve como herramienta fundamental para generar una instancia de formación que no existe para aquellos estudiantes que quieren entrar a Tribunales y a la vez constituye el principio de un itinerario de debates y discusiones que debemos lograr que desemboquen en lo que es ya una urgencia, cambiar el sistema injusto de ingreso a la Justicia. El acto lanzamiento contó con la presencia del Juez de la Corte Suprema Eugenio Raúl Zaffaroni, la Defensora General da la Nación Stella Maris de Martínez y el Secretario General de la UEJN y de Derechos Humanos de la CGT Julio Piumato quienes coincidieron en la imperiosa necesidad de modificar el régimen actual.

La especial importancia que reviste la modificación del sistema de ingreso al poder judicial radica en que en que la modalidad que se viene dando históricamente hasta hoy por la cual son los titulares de cada Dependencia (Jueces, Fiscales) quienes nombran para los cargos a conocidos suyos genera una doble injusticia. Por un lado, los estudiantes de derecho que desean ingresar a la carrera judicial (por vocación , formación o necesidad económica)  y no tienen un familiar o conocido de alta jerarquía vinculado con el mundo judicial  quedan automáticamente sin la posibilidad de hacerlo; y por otro lado  se fortalece “la familia Judicial” ya que sólo puede llegar a juez un sector recortado de la sociedad que comparte tanto una misma visión de la realidad como un grupo de pertenencia cultural y económica, interpretando lo que es el derecho en nombre de todos pero en consonancia ciertos  intereses.

Para finalizar,  retomando a Casas y su capacidad de definición, sería fundamental  que los próximos años puedan ser caracterizadas como los de la democratización del Poder Judicial. Afirmación con bastante menos vuelo poético que la del escritor pero probablemente con mayor impacto político.

No hay dudas de que democratizar la Justicia resulta un eje fundamental en la apuesta por la profundización de un modelo que apunte a revertir la desigualdad estructural de nuestro país

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