Hace poquitos meses, en Noviembre de 2011, casi despidiendo el año tuvimos el placer de recibir en Buenos Aires al Grupo de Teatro Santafesino La Tramoya. Fue en el marco de 6° Encuentro Nacional de Teatro Callejero de Grupos organizado por los Actores Culturales de Parque Avellaneda y coordinado por el Grupo de Teatro Callejero La Runfla. La obra con la que nos deleitaron en esta oportunidad Vicente un vecino indiferente fue una excelente oportunidad para reflexionar -sonrisas y carcajadas mediante- sobre el espacio público del que hacemos uso (a veces abuso) cotidianamente.
Vicente un vecino indiferente y el espacio público
Con la presencia escénica de Caty Ortiz, Natalia Isla, Florencia Stechina, Fernando González y Silvia Nerbutti, La Tramoya se presentó en el valioso Encuentro Nacional de Teatro Callejero de Grupos con esta obra que podría resumirse como una muy buena síntesis de simpleza y efectividad (cortita y al pie diríamos en el barrio). Unas lonas en el centro del espacio son el lugar destinado al público; y alrededor, los actores -con un notable entrenamiento, dicho sea de paso- valiéndose de unos pocos objetos y de sus instrumentos musicales nos presentan situaciones cotidianas que pueden verse en cualquier plaza o espacio público.
A medida que los personajes habitan y disfrutan de la plaza se van acumulando basura, mugre y molestias entre los vecinos. Vicente encabeza el ranking de despreocupación en cuanto a la diferencia entre hacer uso o abuso del espacio, disfrutarlo o devastarlo. Entonces se instalan además del conflicto, algunos núcleos de reflexión que bien podrían trabajarse a partir de esta pieza teatral: por una parte la poca responsabilidad que a diario observamos no solo en los espacios verdes de la ciudad, alcanza con poner un pie en la calle para constatarlo y por otra, la equívoca sensación de pertenencia que se instala en los usos de estos lugares públicos.
Pareciera que lo que falta (y allí es donde creo que la obra funciona) es entender de una buena vez por todas que lo público, la naturaleza, la calle… SON DE TODOS (dejemos de aceptar la mentira de que estos espacios no son de nadie). Tal vez (aunque creo que es ojalá la palabra que me da vueltas en la cabeza) entonces dejemos de utilizarlos con un criterio consumista y sabiéndolos propios podamos vivirlos y defenderlos. De lo micro –la vereda, la plaza del barrio, etcétera- a lo macro –la tierra, los ríos, el aire- es un tanto mayor el esfuerzo necesario, seguramente, pero no imposible el paso que hay que dar.
Ahora comprendo y comparto la alegría del público viendo a Vicente tomar conciencia y ayudándolo a limpiar la plaza. Y me alegra aún más que el espectáculo que les acerco en esta oportunidad sea callejero, porque si bien es cierto que en la calle está lo marginal, “lo feo, lo sucio y lo malo”, los grandes estigmas y los estereotipos negativos de las ciudades y los pueblos, como sostiene Héctor Alvarellos[1], también: