Las Falkland no son dos islas ubicadas geográficamente en el ano congelado del mundo. Las Malvinas no son dos parcelas a todo color que se calcan de un mapa en Abril para que la maestra de turno nos ponga un “muy bien diez felicitado”. Que Malvinas fuera una guerra repleta de muertos es, en todo caso, un hecho anecdótico. Malvinas es una herida narcisista en una sociedad cuya única dignidad bélica terminó en 1816, cuando las oligarquías patrias decidieron que los opresores, ahora, serían ellos.
Malvinas no tiene héroes. Malvinas no tiene gloria. Tiene víctimas y culpables. Muertos y amputados. Olvidados, usados. Abusados y suicidados. No es la culpa de un militar borracho. Es la culpa de todos y cada uno de los que salieron a vitorear su recuperación, de todos y cada uno de los que pusieron su dinero y sus cobijas y sus alhajas, porque pensaron que los mismos que secuestraban y torturaban serían gentiles con sus subordinados.Esos dos montículos de tierra yerma que se escapan del mar son el fusible chauvinista de todo oportunismo que no atina a tener una idea clara y distinta de lo que es una política exterior. El juguete rabioso de taradúpidos como Nicanor Costa Méndez, Guido Di tella y Héctor Tímermann y toda esa caterva de señoritos políticamente correctos que aún asocian tierra con identidad en una propagandita filmada a escondidas.
Porque le guste a quien le guste, Malvinas no es sólo de Argentina sino que también es de sus habitantes, sea cual fuere el proceso histórico que allí los llevó: porque en esa tierra se pudren sus muertos y los nuestros.
Por eso 5 discos 5, absurdos, que hacen sufrir, como la guerra, como el nacionalismo de ocasión que corea la hinchada del futbol para todos■
Señales –2006- Callejeros. Es imposible escuchar este disco sin pensar en la tragedia de Cromagnon. Muerte, injusticia, la trama de omisiones propias y ajenas que llevaron a un montón de seres humanos a la muerte. Con ese telón de fondo, callejeros publicó un disco criticado, política y artísticamente pero en el cual el sufrimiento es juez y parte de todas las líneas. ¿Cuán honesto puede ser un producto sospechado de desviar la atención del proceso penal y de cristalizar en él lo más equívoco del llamado rock barrial? No es lo importante. Las intensiones de sus autores son irrelevantes cuando entendemos que, por más primitivo y poco elaborado que haya sido su sonido, las letras de Pato Fontanet siempre funcionaron como crónicas de un mundo atravesado por las voces de los que lloran una ausencia. Un disco trágico como los hechos que lo inspiraron, de hecho, un disco de sobrevivientes.
El salmón –2000- Andrés Calamaro. Si una persona se encierra en una habitación durante casi un año a consumir cocaína y componer canciones puede decirse sin temor a equivocarse que ha ido a la guerra. El resultado fue una producción ubicada sobre la delgada línea que separa la genialidad de la más onda estupidez. 101 canciones sin producción, vomitadas sobre un grabador. A veces preciosas y a veces nauseabundas, la urgencia con la que fueron creadas y con la que fueron expuesta atenta contra la forma tradicional de escucha. ¿Cómo abordamos 5 discos, cada uno diferente pero que a la larga suena igual de desesperado? ¿Por qué se evitó deliberadamente que un productor eligiera y puliera un material que así como está, sólo es atractivo para especialistas? Sólo la cocaína tiene la respuesta. Calamaro fue a pelear una guerra contra sus propios demonios. Afortunadamente sobrevivió. Sus crónicas son estas canciones.
Primer amor –1994- Nicole Newmann. La pregunta no es qué podemos decir en contra de esta curiosidad, sino qué podemos decir a su favor La respuesta es nada. Antes de ser una modelo top consagrada Nicole fue una Lolita que a los 14 años levantó polémica por aparecer en paños menores en cualquier revista. En el tope de esa discusión una discográfica algo pasada de anfetas puso a su disposición a grandes cesionistas y productores para intentar lanzar a la modelo como cantante. El resultado fue, verdaderamente, más que penoso. Si bien tuvo un corte que fue utilizado en una antigua serie para niños, Amigovios, el resto fue sólo un derroche más de dinero y una sesión de tortura al escucharlo. Lo compramos por $1 todos aquellos que nos iniciábamos, por aquella época, en las artes masturbatorias.
War –1983– U2. Acaso con el tiempo U2 se haya vuelto una banda más grande que sí misma. Una maquinaria grandilocuente puesta al servicio de disparar una y otra y otra vez mensajes políticamente correctos con un sonido rock/pop para estadios. Antes de eso, cuando sólo eran una banda de irlandeses haciendo rock por el sólo hecho de hacer rock publicaron su tercer larga duración, en el que comenzaron a coqueatear con el compromiso social y la denuncia. Un disco oscuro, por momentos crudo en el que la batería de Larry Muller por momentos alcanza la épica de la new wave o del post-punk (según cómo se lo mire). Compuesto en la época de Malvinas es inevitable la pregunta sobre cuánto y de qué modo pudo ese trasfondo influenciar un trabajo que hoy día sigue sonando actual. La respuesta la tiene quien lo escuche.
Fin de un mundo enfermo -1994- A.N.I.M.A.L. El segundo disco de una de las bandas más comprometidas de la escena nacional es una demostración de trash y hardcore como no lo había habido antes en la Argentina, llevándolos a ser, incluso, pioneros en América Latina; no sólo por los aires latinos de muchos de los acompañamientos que son el contrapunto de una ejecución precisa sino por los arreglos de voces profundas y guturales. Las letras descarnadas, que describen con amargura y melancolía el mundo que los rodea, confluyen con un sonido violento que impacta de lleno como un obús lo hace sobre el campo de batalla. Un disco fundamental que expresa los trasfondos de injusticia que siempre bullen detrás de toda guerra y un conjunto de canciones que, como toda búsqueda de paz, atraviesan los meandros que van de la desesperación a la muerte.