Baldomero Fernández Moreno descubrió setenta balcones y ninguna flor; Andén precisó recorrer setenta y siete números, antes de encontrar su temática más próxima: el ferrocarril. Hace años que venimos con la perorata de los vagones, los quebrachos, las vías, los pasajeros; todas excusas válidas para encontrar un enfoque profundo de temas intencionalmente marginados, pero no para saldar nuestra deuda. El tema no es simple. No se trata exclusivamente de una trama histórica, porque la actualidad nos interpela; pero tampoco se trata sólo de un hecho actual, porque solo con la historia bajo el brazo se comprende nuestro aquí y ahora. Sucede que, por intentar analizar el presente, muchas veces olvidamos el pasado y que otras tantas, por hurgar en la historia, olvidamos en qué tiempo y lugar vivimos.

 

La disyuntiva presentada atraviesa la publicación, la tensiona. Al abordar el tema, evaluamos la posibilidad de trabajar exclusivamente con datos duros, pero la presentación de esta información a secas siempre esconde al sujeto que los recoge y las intenciones (no siempre conscientes) que lo impulsan[1]. No hablamos desde un lugar objetivo, nos presentamos como lo que somos: usuarios de un trasporte público y curiosos de su historia. Comprenderá el lector que este posicionamiento no implica, por sí mismo, una mirada de menor rigurosidad que la existente en la propia investigación científica: reconocer el suelo que pisamos es el primer paso para elaborar una teoría, teoría que deberá ser revisada y retroalimentada por nuestra práctica.

Esta redacción sugiere que no es la ausencia de información dura lo que proporciona pobreza de ideas. Por el contrario, es la carencia de ideas la que no permite trabajar con los datos duros. Walter Mignolo lo enuncia en el diálogo transcripto en la quinta hoja de esta publicación: “La colonialidad ha puesto los bueyes delante del carro”. En el aspecto histórico, los trenes crecieron a la par que la colonialidad. La razón que sustentaba su avance hacia la profundidad de América guarda estricta relación con la posibilidad de extraer la biodiversidad disponible a la mano del hombre. Esto se comprueba en el trazado de las líneas férreas de nuestro país: casi todos los boletos conducen a la capital, es decir, al puerto. Desde el ángulo coyuntural, encontramos que el sistema ferroviario se ajusta más al balance de las empresas que a las necesidades de los usuarios. El Estado es un elemento clave en este aspecto, y parece haberlo recordado demasiado tarde.

En tono alzado, a modo de reflexión final, anunciamos: el tren será el pasaje de tiempo y espacio donde será posible el encuentro azaroso desde donde vincularse social y físicamente con el desconocido, cuya presencia se nos presentará o bien como destino, o bien como contingencia. Si el tren es objeto de figuras retóricas, esto se debe a que en las arenas de la retórica se juegan disputas de ideología.

*

En esta edición nos despedimos de las 11 tesis sobre filosofía y política; las rancieranas. En esta última intervención, Manuel Fontenla delimita la tierra desde la cual se elige escribir y reflexionar, trasluciendo en ese acto las intenciones de nuestra publicación.

*

Es la primera vez, en los cinco años y medio de existencia de Andén, que el periódico reconoce ante los lectores que existen problemas graves en el sector editorial que lo afectan. Andén se hizo, y se hace, gracias a la voluntad de muchas personas, pero esa voluntad no es suficiente para que el objeto “periódico” esté en las manos de las personas, ni hace que el objeto “web” corra con distinta suerte. En un momento francamente crítico para el sector de las publicaciones independientes, Andén comparte la suerte de cientos de publicaciones de todo el país que no saben si podrán seguir saliendo. El beneficio –y acaso sea errado llamarlo de ese modo– es el resultado de una negociación colectiva de la Asociación de Revistas Culturales Independientes de Argentina (AReCIA), de la que este periódico forma parte desde 2011. Sin perjuicio de ello, agregamos que las órdenes de publicidad no solucionan problemas, apenas emparchan agujeros. En AReCiA, y desde AReCiA, trabajamos para conseguir un derecho para todos: La Ley de Fomento para la Producción Autogestiva de Comunicación Social para Medios Gráficos y de Internet

[1] Sin perjuicio de esta aclaración, el lector interesado podrá encontrar en la web de Andén información cruda en la nota titulada “Accidentes ferroviarios argentinos 2003-2013”. Advertimos que estos datos no son la excepción a la regla enunciada.

Entrada anterior Un buen amigo olvidado…el ferrocarril – Andén 77
Entrada siguiente Ne govorim slovensko. Una experiencia de traducción – Andén 78

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *