No son nuevos los gestos solidarios con Haití, el país más postergado de Latinoamérica. Sin embargo, hay intereses en juego y un pueblo que se defiende. Una de sus armas es el lenguaje, arena privilegiada de las luchas de clases. Haití representa al continente que debemos defender. Haití sigue siendo la resistencia autóctona frente a los estandartes de Colón.
Las lenguas oficiales en Haití son el francés y el créole. Estas lenguas se encuentran en una situación diglósica; es decir, sus hablantes no las utilizan indistintamente, sino que hay un fuerte desequilibrio y conflicto entre ambas porque son utilizadas en distintos contextos y son motivo de diferentes actitudes inconscientes por parte de sus hablantes. En toda situación diglósica, hay una lengua dominante y una lengua dominada. Y si bien lo más lógico es que el créole sea la dominante, ya que es hablada por el 98.5% de la población, la lengua de prestigio es el francés, utilizada por un grupo minoritario, el 1.5%. A pesar de la enorme brecha entre ambos idiomas, esta desigualdad no pasa desapercibida en las actividades cotidianas de los habitantes del país caribeño: mientras que el francés es utilizado en las funciones altas de la sociedad: judiciales, jurídicas, literarias, civiles, etc., el créole ejerce las funciones cotidianas, hogareñas. Y en realidad, si bien estas diferencias parecen inocentes, esta marginación lingüística es consecuencia (y también causa, en un todo dialéctico) de la marginación social por parte de las potencias imperiales, apañadas por las oligarquías locales, que utilizan la lengua como puerta cultural para ejercer un control también político y económico. Por eso, la población haitiana, como antes de su independencia en 1804, sigue haciendo la revolución. Porque la lengua aun hoy, en pleno siglo XXI, sigue refractando la imagen desquiciada del colonizador y el colonizado.
Descripción lingüística
El primer reconocimiento oficial del francés fue en la legislación haitiana de 1918. En ese año Haití estaba ocupado por marines norteamericanos que habían desembarcado en sus costas en 1915. Permanecieron ininterrumpidamente hasta 1930: suficiente cantidad de años como para militarizar a la sociedad y seducir a sus gobernantes, entonces mulatos, que se lograron conectar con el mercado internacional y las potencias capitalistas, beneficiándose del excedente generado por las masas campesinas. En ese contexto, la oficialización de la lengua francesa le hizo frente a la amenaza de la lengua de la ocupación: el inglés, y le permitió a la reducida oligarquía políglota conectarse con el resto del mundo.
El créole, lengua de esclavos, campesina y regional, no fue considerada hasta 1964, cuando fue mencionada por primera vez en uno de los artículos de la Constitución. Sin embargo, ni esa mención ni su declaración como lengua nacional en 1983, y cooficial junto al francés en la Constitución de 1987, fueron suficientes para empoderarla: el texto de la Constitución fue escrito únicamente en francés y no existe hasta la fecha uno oficial escrito en ambas lenguas; todas las traducciones al créole fueron hechas por iniciativas personales de diversos traductores. La desigualdad económica que divide al país en una pequeña oligarquía y una mayoría empobrecida, se evidencia también en el tratamiento marginal de la lengua del pueblo.
En el Parlamento, los textos jurídicos son escritos y promulgados en francés y no hay un organismo oficial de traducción. Con respecto a la Corte, las sentencias pueden realizarse en ambas lenguas, aunque los juicios orales solo se pronuncian en francés. Las detenciones, por otra parte, se realizan en ambas lenguas para cerciorarse de que el detenido entienda por qué lo arrestan, aunque después no pueda entender, en la sentencia, a qué lo condenan.
En los medios masivos de comunicación, el créole aparece en la radio, medio rural y económico, que no utiliza la escritura. Todo lo escrito se encuentra en francés, incluso los nombres de las estaciones de radio. Con respecto a la televisión, prepondera el inglés, en tanto que no hay transmisiones televisivas en créole. La mayoría de los canales de televisión emiten programación norteamericana, debido a la estrecha relación entre Estados Unidos y la oligarquía; es de suponer que los programas televisivos tengan éxito y refuercen estos lazos, al tiempo que difundan ampliamente y en colores la cultura norteamericana. Por otra parte, la prensa escrita está fundamentalmente en francés, y son muy raras las publicaciones en créole.
En cuanto a la señalización, los usos son diferenciados: en las capitales, los carteles en los edificios pertenecientes a organismos de gobierno son escritos únicamente en francés; en las zonas rurales, en donde la población desconoce el francés o es analfabeta, los carteles están escritos en francés y en créole. La señalización, en las rutas, está escrita en francés. Es necesario subrayar que este tipo de datos confirma la idea de que la oficialidad del créole es más simbólica que real, ya que los carteles oficiales deberían estar escritos en las dos lenguas oficiales, así como también la señalización de las rutas.
En relación a la educación, durante el período primario (seis años) la enseñanza es en francés y en créole; aparentemente se trataría de una enseñanza bilingüe. Los manuales de enseñanza están en francés, excepto las gramáticas escritas en créole. A pesar de estos datos, podemos afirmar que educarse en Haití, aun en la escuela primaria, está reservado a unos pocos. La mayoría de la población vive en zonas rurales y las condiciones materiales de vida de la población son alarmantes: el 20% de los menores de 15 años, niños en edad escolar primaria, están subalimentados y viviendo en hogares de adopción, donde realizan el trabajo doméstico (una situación denominada restavek) o viviendo en la calle. La esperanza de vida no supera los 54 años. Por otra parte, Haití posee escasísimos estudiantes universitarios, el 1,2%, que se educan en francés y forman parte de los sectores más ricos. A pesar de que la educación primaria en Haití es obligatoria, muy pocas escuelas son estatales, aun la educación primaria está en manos del sector privado. Los problemas de malnutrición, la ausencia de infraestructura en los edificios escolares, entre los cuales muchos ni siquiera poseen letrinas, la ausencia de bibliotecas públicas o escolares, la escasez de escuelas gratuitas privan a los niños de asistir a la escuela. La educación no es prioridad para el estado haitiano y las inversiones privadas son de difícil acceso.
Ayiti: el pueblo que resiste en créole
Las actitudes hacia las lenguas tienen que ver con comportamientos inconscientes de los individuos. Las representaciones sociolingüísticas son “imágenes mentales” en el sentido de manifestaciones sociales a partir de actos de percepción, apreciación, conocimiento y reconocimiento en los cuales los agentes invisten sus intereses (Bourdieu: 1982). Mientras que las actitudes son conductas, las representaciones son imágenes que se interponen entre las prácticas lingüísticas reales y la conciencia social de esas prácticas. Estas representaciones son discursos circundantes en la sociedad, pero que responden a ciertas luchas de poder, de allí la formación de discursos y contradiscursos.
En Haití tanto las actitudes como las representaciones lingüísticas responden a la imagen diglósica que privilegia el francés por sobre el créole. Sin embargo, no toda la sociedad haitiana es homogénea con respecto a las representaciones y las actitudes. La legislación lingüística llevada a cabo por el Estado y otros organismos privilegian el francés. Esto se evidencia en que la lengua nacional y luego oficial no es utilizada en la escritura de los estatutos oficiales y no se determinan leyes que permitan su estandarización. Tampoco hay leyes de protección hacia esta lengua. Esto es causa (y consecuencia, otra vez, en un todo dialéctico) de que las representaciones lingüísticas que predominan entre los sectores altos en relación al francés, lo consideren útil y reconocido. Los escritores publican en francés para consagrarse al acceder a otro tipo de público. El francés tiene el respaldo de la Unión Europea, es una lengua con tradición, es la lengua de la civilización, la de “nuestros ancestros”. En cambio, las representaciones sociolingüísticas de las clases altas para con el créole la consideran una lengua atrasada, infantil, subdesarrollada, utilizada por los incultos, sin reconocimiento internacional, sin hablantes en el resto del mundo; en definitiva, es una lengua que solo sirve para cuestiones domésticas porque no sirve “para nada”.
Sin embargo, las actitudes de las clases bajas hacia su lengua materna son muy diferentes: los hablantes del créole defienden su lengua materna. Y esto se debe, en principio, a que la sociedad se siente explotada económica y socialmente. El francés sigue siendo la lengua del dominador y los jóvenes que se educan en esa lengua están reproduciendo el sistema capitalista y colonial. Justamente, el créole, al ser la lengua de un pueblo oprimido, desconocida y reprimida, se transforma en la lengua que conforma la historia de la resistencia. De allí que en la constante lucha por su liberación, el pueblo haitiano resista a través del créole, reivindicándolo, junto con las prácticas vuduistas, para emanciparse del dominio cultural y simbólico, consecuencia (y causa) de un dominio político, social y económico. A lo largo de la historia de Haití sucesivos gobiernos fueron destituidos por insurrecciones. Las batallas en este país se dan a través de las armas, de la religión y de la lengua. Las insurrecciones, la defensa del créole y las prácticas vuduistas, como para sus ancestros, son modos de expresar su identidad.
Todos somos Haití
En medio de un caos económico, político y social, las lenguas están vivas, inscribiéndose también en luchas simbólicas y culturales. Haití oficialmente es un país bilingüe, aunque ─como ya vimos─ según su legislación lingüística, la oficialidad del créole es más un simbolismo que una realidad. La misma desigualdad, opresión, abandono, falta de cuidado y discriminación que se observa contra los sectores más pobres de la sociedad se refleja en la lengua créole. Una sociedad que grita desde el analfabetismo frente a un sistema político que en lugar de resolver este problema, trata de acallarla como puede. La política lingüística en Haití prácticamente no tiene lugar y en manos extranjeras es una estrategia de gobierno para avanzar sobre el país. El avance del inglés se corresponde con la intromisión de un Estado poderoso, cabeza de un Imperio que no conoce fronteras territoriales, con un fuerte arraigo cultural y simbólico en todo el mundo. En Haití, este avance, sumado a la simpatía de la oligarquía y a la dominación simbólica que se está generando a partir de los programas televisivos norteamericanos, posibilita el pronóstico de que el inglés podría oficializarse. Y esto se traduce en el carácter intervensionista de Estados colonizadores que siguen buscando la dominación económica, el endeudamiento, que privan de libertad a los pueblos latinoamericanos. Debemos ser conscientes de que a través de la lengua se pliega un mundo, un mundo que avanza donde le dejemos una grieta. Y esto no implica ser puristas con la lengua, sino valorar nuestras fortalezas y buscar modos de manifestar nuestra identidad, de autodeterminarnos.
En definitiva, Haití es el país más pobre de Latinoamérica porque fue el primero en independizarse. Y las potencias extranjeras no le perdonaron esta independencia. Como si tuviésemos que pedir permiso para autodeterminarnos y ser libres. Como si tuviésemos que conquistar nuestra propia identidad de antaño, que gime agazapada, amenazada con que el zarpazo extranjero le quite el alma■
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