El hábitat, como espacio de conformación global de la población que alberga, un mestizaje de diferentes pensares y posiciones, pero que se genera con la sumatoria, con el aporte de todos los seres que en él  conviven. Cada casa,  cada espacio, cada situación que podemos ver en los alrededores de nuestro hogar fueron producto de personas que pasaron por esos espacios, que los habitaron. Y también son parte nuestra.

Lo construido corresponde a los aportes personales, nuestro propio hogar (entiéndase hogar como espacio de confort, aunque no siempre sea de esta forma).Las decisiones que tomamos respecto a él, desde la posición de la cama, la mesa o el sillón hasta la elección de los colores, la ampliación de espacios y demás detalles, son producto de nuestra vivencia con el entorno que nos rodea.
La participación colectiva, entonces, se convierte en el eje principal de este texto, debemos comprender que sí podemos modificar la calidad de vivencia de otro dentro de nuestro hábitat, y no solo estaríamos ayudando a su visión particular, sino al fortalecimiento de un vínculo sociocultural.

La posición global del urbanismo actual del territorio se basa en el proceso de gentrificación. Este proceso tuvo origen en la década del sesenta, y fue definido por la socióloga Británica Ruth Glass en relación a la invasión de algunos barrios obreros próximos al centro de Londres por individuos de clase media que rehabilitaron la deteriorada edificación residencial, haciendo subir los precios de la vivienda y provocando la expulsión de las clases obreras, que originalmente habían ocupado el sector.

Existen procesos previos a la denominada gentrificación. Los filtrados residenciales, concepto que fue estudiado por Homer Hoyt, un economista de la Universidad de Chicago, que realizaba estudios de suelo para determinar qué viviendas podían correr riesgo de ser hipotecadas. Cuando uno habla de filtrados, existen de “arriba hacia abajo” y de “abajo hacia arriba”. El filtrado de “arriba hacia abajo” es el primer paso por dar para la gentrificación. Consiste en desfavorecer la zona, generar situaciones externas que puedan ayudar a la huida de las masas con cierto nivel socioeconómico; por ejemplo, por medio de la inseguridad, de la falta de conexión de transporte público y del desmejoramiento de las obras viales existentes.

Cuando la sociedad pudiente del hábitat en cuestión se traslada hacia otra zona, quedan vacancias que pueden ser ocupadas por gente con menos recursos, ya que el valor de los terrenos y de las edificaciones entra en decadencia, generando un envejecimiento del barrio, y dan paso a la inversión de grandes grupos desarrolladores que compran terrenos de poco valor con la intención de demoler las construcciones y generar emprendimientos inmobiliarios para la zona. Esta última condición es el filtrado de “abajo hacia arriba”.

Las políticas del Estado actuante en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires intentan demostrar que el proceso de gentrificación ayuda a fortalecer las zonas en donde se aplica, generando mejoras que ayudan a la seguridad y a la circulación turística, y logra un mejoramiento global en la arquitectura y su estética.

Actualmente, estos procesos se pueden observar en varias zonificaciones del centro urbano de Buenos Aires, como el siempre relegado sur. Barrios tales como Parque Patricios o La Boca están sufriendo ataques constantes, refugiados en el concepto de distritos, tecnológico y de las artes, respectivamente.

Desde la mirada social, ingenua de los conceptos mencionados, esto puede generar un cambio positivo, pero las personas que habitan estos barrios no terminan de comprender que el entorno o hábitat está formado por la participación colectiva, y que el desplazamiento de las personas de bajos recursos será solo el comienzo del desplazamiento de una gran masa social que habita esos barrios desde su infancia, generando una perdida sociocultural irreparable.

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