Dicen de nosotras muchas cosas: que somos esto, que no somos aquello, que nos gusta más así, que la pasamos mejor asá. Pero hoy, gracias al feminismo, nos permitimos reflexionar sobre qué nos gusta y qué no. Y al hablar del goce, empezamos a desarmar el modelo de sexualidad patriarcal que nos quiere –literal y metafóricamente– coger sin dejarnos disfrutar.

El conocimiento y la información son el puntapié en este desafío que implica no solo derribar los mitos impuestos sobre nuestra sexualidad, sino también poder armar nuestro propio modelo del placer.

“Mi empoderamiento va desde el conocimiento, ese que nos negaron, que nuestra mamá no tuvo y nuestra abuela tampoco, ese que era mala palabra”, dice Tati Español (@tatiespanol), divulgadora sexual, investigadora y creadora del taller Todo sobre tu vulva. Desde allí, ella hace un despliegue enorme de información, historia, data, videos y fotos que intercala con las voces y experiencias de las personas con vulva que se acercan a ser parte de ese espacio contrahegemónico del que se irán más poderosas. Porque si el conocimiento es poder, sin dudas, el taller de Tati empodera. El feminismo atraviesa este encuentro de punta a punta y también es verdad que cuanto más sabemos, más queremos salir a prender fuego todo. ¿Por qué? Porque patriarcado.

No logro orgasmos ni siento demasiado placer durante la penetración…, ¿qué me falta?, ¿qué puedo hacer?, ¿estoy rota? Son las consultas que más le hacen las mujeres a Tati. Una recopilación de encuestas que usa como referencia, dice que un 18% de las personas con vulva sienten placer u orgasmos en la penetración, mientras que a una gran mayoría no le sucede lo mismo.[i] “Y si te pasa eso, sos tan normal como el 82% de las personas con vulva, el tema es que en nuestra sociedad el sexo está tan centrado en el falo que se vuelve complicado sentirse normal”; explica para poner a la luz que no hay mujeres rotas ni falladas. El problema es lo que se impone sobre nosotras en un mundo que en vez de girar alrededor del sol, parece haber girado desde siempre alrededor de un pene.

Lejos de minimizar a las pocas vulvas que sí tienen orgasmos al ser penetradas, se propone un nuevo verbo que incluso ya tiene hashtag en las redes y que pone en el centro a la vulva: vulvanizar. Esta palabra tiene que ver con el acto de frotar el clítoris contra cosas varias como forma de placer y camino hacia los orgasmos. “Las personas con vulva cogemos así; las lesbianas, las hetero, las bi, las pan, las demi. Muchas de nosotras necesitamos vulvanizar para encontrar nuestros orgasmos. Y eso es sumamente compatible con los demás placeres como penetrar, lamer, tocar”, dice Español.

La divulvadora –como la llaman sus amigas– hace muchos ademanes mientras habla y lleva a todos lados a su compañero de aventuras: un clítoris de plástico que alguien le hizo con una impresora 3d. Lo sostiene en la mano, lo mueve y explica las 18 partes que tiene y las maravillas que se pueden hacer con él. “El orgasmo vaginal no existe, las que llegan al orgasmo por esa vía es porque les están siendo estimulados unos bulbos del clítoris que abrazan las paredes de la vagina. Por eso, todos nuestros orgasmos tienen que ver con el clítoris, incluso el famoso punto G está conectado con el sistema clitorial”.

Como los genitales son lo mismo, pero distribuidos de distinta manera, les suceden las mismas cosas. Ambos se erectan, se mojan, el líquido preseminal de los varones viene por las mismas glándulas que dan lubricación en las mujeres; los dos están compuestos por los mismos tejidos. Pero… ¿Por qué se sabe tanto de lo que les pasa a los penes y tan poco de lo que les pasa a las vulvas? ¿Por qué hasta la expresión popular dice chupame la pija y no la concha? ¿Por qué se habla de ponerla y no de frotarla? Porque patriarcado.

“Ustedes son muy lentas, les gusta demasiado la previa” es otro de los mitos que dicen sobre nosotras y que Tati refuta: “Para que nuestro clítoris se erecte –que además está por debajo de la piel y no es visible– necesitamos tres veces más sangre que la que necesita un pene para erectarse. El promedio para la erección clitorial es entre 20 y 30 minutos e incluso puede ser más en algunas mujeres. Tiene que ver con el tiempo que tarda nuestro cuerpo en irrigar tamaña cantidad de sangre y no con que seamos lentas”.

¿Acaso no estaría bueno sacar del centro al pene y su erección –con la presión que eso también puede tener para ellos–? Se dice que los hombres no disfrutan de esa “previa”, pero nosotras creemos –y queremos creer– que eso es un mito y, como al patriarcado, también queremos tirarlo. “Para mí, la clave para el mejor sexo del mundo es disfrutar de que el otro disfrute”, dice Tati. Y eso nos incluye a todxs sin importar qué tengamos entre las piernas. Porque además de hacer tambalear tabúes e imposiciones respecto a nuestros cuerpos y conductas sexuales, las mujeres, lesbianas, trans, travas y otras disidencias, queremos cobrarnos el goce que durante toda la historia nos fue negado.
Ya era hora.


[i] Las estadísticas son de 2017, en link.springer.com/article/10.1007/s10508-017-0939-z

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