Situar el pensamiento en este territorio implica, ineludiblemente, plantear grandes discusiones con la tradición de pensamiento homogeneizante y colonizador que durante siglos tiñó nuestras páginas con producciones o reproducciones de sentido con un marcado anatopismo cultural, dando cuenta de la miopía de nuestros intelectuales, cíclopes admiradores de Europa.

 

En ese marco, este ANDÉN recupera ciertas experiencias concretas: la significatividad de la producción de sentido geo y corpo-políticamente centradas, pensando ya no sobre, sino desde los actores oprimidos sexual, racial, religiosa, cultural y etariamente. De allí que, si bien el tema general que atraviesa el periódico es la filosofía y el pensamiento popular latinoamericano, este número se divide en tres secciones: Pedagogías críticas, Ética de la liberación y Movimientos Sociales.

Pedagogías críticas

La escuela, que es tan sólo una de las formas posibles que puede adoptar la relación pedagógica en términos institucionales (pero que se ha vuelto la hegemónica), se consolida en la segunda modernidad, aunque se organiza sobre las bases de la colonialidad que sobrevivió al fin del colonialismo. Deudora de la lógica jesuítica, en palabras de Pineau, la escuela “se construye a partir de su cerrazón y separación tajante del espacio mundano”, en una organización del tiempo y el espacio disociada hasta la desestimación de las particularidades culturales de los territorios en los que se asentó; no consideró en la conformación de su calendario, por ejemplo, los tiempos de la siembra y la cosecha, determinando así una domesticación del tiempo en relación a los momentos de descanso o de trabajo desentendida de las prácticas locales.

Al igual que las misiones jesuíticas, el principal objetivo de la escuela es completar al carente, terminar de “llenarlo”, para incorporarlo a la humanidad o a la vida civil, que es su expresión secular. Así como la estrategia colonial, la liberal republicana en el momento de consolidación de los Estado Nación ha procurado la subsunción de la otredad al proyecto hegemónico. De cualquier forma, hace ya varias décadas que esto que podríamos llamar “paradigma pedagógico de la misión del hombre blanco” comienza a encontrar fuertes resistencias que, si bien siempre existieron, en la actualidad cobran fuerza y visibilización. En ellas encontramos las experiencias más variadas, como la educación intercultural bilingüe, pedagogías populares y bachilleratos populares, filosofía con niños, entre otras. Todas estas experiencias y propuestas dan cuenta de un fenómeno particular e interesante: ya no sólo es la elite buscando educar al pueblo, sino éste mediante organizaciones sociales, movimientos territoriales, y fuertes trabajos reconstructivos y propositivos, intenta educar al Estado, que por mucho tiempo tendió a invisibilizar las diferencias en su ideal de asimilación-integración a la vida nacional.

Ética de la liberación

La ética de la liberación se propone como una fuerte interpelación a la historia del pensamiento moderno-occidental al menos en dos sentidos: por un lado, en tanto muestra un límite a la pretensión de totalidad moderna, intenta dar cuenta del absurdo que rige gran parte de la ontología que comprende al sujeto como una individualidad completa, cerrada sobre sí, autosuficiente; por otro lado, aunque en esta misma línea, propone una forma nueva de producir sentido.

En el primero de los casos, esta propuesta da cuenta del Otro, ese resto inapropiable (aquello que queda por fuera de la definición de sujeto en los términos presentados), priorizando la ética sobre la ontología. Asimismo, a diferencia de las propuestas eurocéntricas, la ética de la liberación realiza una operación más, y es la de ponerle contenido a esa alteridad abstracta del pensamiento occidental: quiebra al sujeto moderno, cerrado sobre sí, demostrando que está desde siempre atravesado por esa alteridad que es inapropiable, que es determinada y que es oprimida.

En una apuesta por pensar ya no sobre, sino desde el oprimido es que se vuelve importante evidenciar las lógicas del pensamiento eurocéntrico, que intentó ocultar este lugar del otro, postulando y arrojándose a sí, mediante la desterritorialización y la descorporalización, una producción de sentido objetiva, universal, absoluta. Situarse y “hacer pie” sobre nuestras tierras es el primer paso para la liberación.

Movimientos sociales

En la escena contemporánea encontramos la emergencia protagónica de los movimientos político-sociales con propuestas alternativas y visiones críticas en torno a las prácticas hasta entonces naturales. Esta nueva situación nos compromete con el fortalecimiento y desarrollo de esas propuestas, en tanto constituyen la expresión de los oprimidos y en ellas se cifra la posibilidad de superar los modelos sociales, políticos y culturales opresivos. A partir de este abordaje se plantean, en el seno mismo del campo popular, perspectivas diversas que pretendemos poner en diálogo: Por una parte se propone la educación para la liberación, que se constituye desde la organización de los oprimidos de manera independiente del Estado, destacando el rasgo marxista de la educación en Paulo Freire y su relación con los movimientos sociales. Por otra parte, se hace hincapié en la vigilancia de las dinámicas y perspectivas para prevenirnos de las prácticas hegemónicas que rechazamos, poniendo en foco la relevancia política y social de la dimensión ética. Una revisión crítica de ambas vertientes es fundamental para comprender los procesos, avances y retrocesos, de las luchas sociales de nuestro continente■

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