No es un error de ortografía, no es del verbo haber, digo que me duele.
Soy un trabajador de la educación, no puedo evitar involucrarme en tratar de cambiar lo que creo que debe ser cambiado. Hay muchos temas sobre los que se pueden escribir libros. Este, sin duda, es uno de ellos. Una vez más me encuentro escribiendo sobre “algo de tanto”, y deberé seleccionar (¡¡¡Socorro!!!)… y plantear un muestreo de problemáticas, con algunas opiniones mías. En fin, generar debate.
Un poco de historia
La ley Nacional 1420, sancionada por el Congreso el 26 de junio de 1884 y promulgada por el Presidente Julio Roca el 8 de julio, tuvo vigencia hasta 1993. Garantizaba la educación primaria obligatoria.
Era la expresión de un modelo de país.
Era un país que recibía una gran inmigración europea (artículo 25 de la Constitución Nacional, aún), y que debía modernizarse sólo hasta garantizar su función de productor de materias primas, según la división internacional del trabajo. Para ello eran necesarias escuelas con una estructura jerárquica, docentes que tenían el saber y la autoridad incuestionables (hoy aún se mantienen estas posiciones y estructuras en algunos Estados municipales o provinciales o en instituciones y docentes en particular. Bueno, nuestras escuelas son parte de nuestro país, que tiene su historia, con causas y consecuencias. Somos todos seres de esta misma tierra, con nuestras diferentes ideas, actitudes, vocaciones, sueños…varios temas para desarrollar…). Se procuraba así una homogeneidad y un disciplinamiento social. Pero
Y, siempre algo se les escapa.
Sigamos analizando los cambios en la obligatoriedad
Pasamos a la ley 24.195, ley federal de educación. Sancionada el 14 de abril de 1993 y Promulgada el 29 de abril. Extiende la obligatoriedad de 7 a 10 años, al incluir al último año de la educación inicial (pre escolar) y los primeros 2 años del secundario (estos se incorporan a la educación primaria, ahora llamada Educación General Básica).
Una ley que pudo ser la base de un nuevo tremendo achicamiento del Estado, ya que era en el gobierno de Menem, por lo cual sabíamos que querían avanzar sobre más derechos, de nuevo con el argumento de que el mercado regula todo de manera sabia. Además, miraban con mucho entusiasmo el modelo educativo chileno. Hubo grandes marchas contra los primeros proyectos. Recuerdo lo que costaba conseguir esos borradores. Se logró la incorporación explícita (artículo 61) del compromiso de llevar la inversión anual en educación del 4% del PBI (base 1992) al 6 % en 1997, (o aumentarla en valores netos a un 50% de aumento, si esta cifra superaba al otro incremento en caso de que el PBI se retrasara). De todas formas esto no ocurrió y hubo que esperar al 21 de diciembre del 2005 para que el Congreso Nacional sancione la ley 26.075 de financiamiento educativo que fijaría de nuevo el incremento de la inversión pública educativa desde 2006 a 2010, con garantía del Estado Nacional en un 40% para llegar al dichoso 6% del PBI no cumplido hasta ahí, pese a que era ley.
Es más, hubo que salir a la calle y cayó un ministro de economía al intentar recortar el presupuesto nacional, en particular el de las universidades, (López Murphy, que así duró sólo 2 semanas en aquel marzo del 2001, después vendría Cavallo, por favor no sacar conclusiones tontas, que también iba a caer, pero por problemas más amplios).
La reforma educativa incluía la segunda etapa de desprendimiento de escuelas por parte del Estado Nacional. Durante el Proceso tuvimos la transferencia de escuelas primarias a las provincias (1978).
En 1993 vendrá la de las escuelas secundarias: la destrucción de las escuelas técnicas, los mamarrachos realizados en muchas jurisdicciones (la ciudad de Buenos Aires, de forma casi irónica, fue postergando, al estilo del chapulín colorado cuando decía “sí, voy”, la modificación de cantidad de años de primaria y secundaria, Córdoba y Entre Ríos dispusieron el sistema de 6 años para cada nivel). Vale destacar los esfuerzos de Graciela Giannettasio, ministra de educación de Eduardo Duhalde en la Provincia de Bs. As., en destruir el ya herido sistemas educativo provincial pese a los esfuerzos de parte de la docencia bonaerense en resistir la reforma (después también sería ministra de la Nación cuando, el ya ex gobernador durante dos mandatos entre 1991 y 1999, que había perdido las elecciones nacionales en el ‘99, y que iba a abandonar la política, hizo la “gran Duhalde” y llegó a presidente, ¡ay, patria mía!)
La falta de proyectos verdaderos, bien realizados, hacen que, en esta provincia, por ejemplo, en enero de 1992, Susana Farías de Castro, ministra de educación provincial de Duhalde, dijera:
A la vez que anunciaba un sistema de educación formal con salida laboral para quienes “no deben (SIC), no pueden (¿?) o no quieren ( también discutible)” ir al secundario. Después, con Gianetassio, el secundario sí debía ser obligatorio y Duhalde decía que, para terminar con la inseguridad, la receta era “construir más cárceles y educación secundaria obligatoria”.
Llegamos a la Ley de Educación Nacional Nº 26.206, sancionada el 14 de: Diciembre de 2006 y promulgada 13 días después. Esta extiende la obligatoriedad al nivel secundario (art. 29) y da la posibilidad a cada jurisdicción, con un plazo de 6 años para decidir, entre 6 años de primaria y 6 de secundaria, o 7 y 5 respectivamente (art 134).
Mas allá de que sería muy interesante hacer un análisis sobre el espíritu de esta ley, por ahora transcribo 2 artículos como muestra:
ART. 2º — La educación y el conocimiento son un bien público y un derecho personal y social, garantizados por el Estado.
ART. 3º — La educación es una prioridad nacional y se constituye en política de Estado para construir una sociedad justa, reafirmar la soberanía e identidad nacional, profundizar el ejercicio de la ciudadanía democrática, respetar los derechos humanos y libertades fundamentales y fortalecer el desarrollo económico-social de la Nación.
Actualmente se ha logrado, a través de las leyes y las decisiones políticas sobre inversiones, que muchos más alumnos estén en la escuela (ver anexo sobre situación anterior). Pero, ¿qué veo a diario como docente?:
Hay una enorme crisis muy extendida y el problema es que es cultural.
La educación en sí está desvalorizada, “nadie aprende a menos que quiera aprender y crea que de alguna manera lo necesita”.
Muchísimos padres se han desentendido de su responsabilidad. La escuela puede ayudar, pero no suplir ese rol fundamental.
Hay una enorme crisis de voluntad. En esto influyeron los acontecimientos políticos, por ejemplo, el proceso y el menemismo, con sus “prohibido cambiar” y “no hay otra salida” respectivamente.
La invasión de tecnología abruma y provoca un desenfreno en el ansia de consumo que no libera sino que esclaviza, porque el mayor poder en influenciar los modos de uso lo tiene el mercado, cuyo objetivo es el lucro, con lo cual se logra una nueva alienación y un círculo vicioso que sólo se corta con conciencia.
La escuela sigue teniendo la misma estructura, una estructura donde faltan libertad y límites, porque no hay responsabilidad consiente, con la cual creo que conviven y se complementan armoniosamente esos dos elementos tan necesarios. Sólo se logran avances a costa de enormes esfuerzos personales o de pequeños grupos aislados. Como escuché decir a Freire:
La escuela debe tener espacios de encuentro, más allá del aula donde se trabajan los contenidos curriculares y se intentan encontrar los alumnos con los docentes. Debería haber otros espacios institucionales para el diálogo entre los distintos actores de la comunidad educativa, incluso entre alumnos y docentes encontrándose en otra situación. Los docentes no pueden trabajar en equipo en nuestras escuelas.
Urgen espacios en los que se pueda centrar la mirada en la vida:
Con respecto a los contenidos, debería haber un debate más profundo y aclarar ideas, evitar reduccionismos o simplismos. Al respecto Freire dice:
Creo que deberían tomarse más en cuenta, a la hora de seleccionar los contenidos, las diferencias de intereses en los alumnos, según la orientación que eligen. Y corregir errores de elección a través de preparatorias.
Hay una pérdida de la palabra, que también tiene que ver con causas históricas. Hay que volver a hacer circular la palabra en la escuela, para que sea un lugar donde se experimenta la creación y no una reproductora del orden que graba en las cabezas “lo que es es, y nada puede cambiarse”.
Por ahora, debemos fortalecer nuestra tarea en la educación formal y hacer intentos en la no formal. Y aquí celebro los bachilleratos populares, con muchas similitudes con las escuelas racionalistas anarquistas (ver anexo), como un muy necesario y motivador tema de trabajo.
Sigo pensando que desaprovechamos muchísimo la potencialidad que tienen las escuelas como lugar de encuentro, intercambio de ideas, semillero de las transformaciones de nuestra sociedad. Nosotros, los que estamos en ellas, alumnos y trabajadores de la educación, somos los primeros que debemos pensar, proponer y luchar para que esto mejore. ¡No se desanimen los docentes con vocación! Levante la mano el que cree que no estamos en una crisis educativa cada vez más profunda. Levante la mano el que cree que no podemos hacer nada. Los que no levantamos la mano tenemos un urgente y maravilloso desafío■
Dos anexos para compartir
[2] El artículo 6º de la ley 1420 dice: “El minimum de instrucción obligatoria, comprende las siguientes materias: Lectura y Escritura; Aritmética (las cuatro primeras reglas de los números enteros y el conocimiento del sistema métrico decimal y la ley nacional de monedas, pesas y medidas); Geografía particular de la República y nociones de Geografía Universal; de Historia particular de la República y nociones de Historia General; Idioma nacional, moral y urbanidad; nociones de higiene: nociones de Ciencias Matemáticas, Físicas y Naturales; nociones de Dibujo y Música vocal; Gimnástica y conocimiento de la Constitución Nacional, para las niñas será obligatorio, además, los conocimientos de labores de manos y nociones de economía doméstica. Para los varones el conocimiento de los ejercicios y evoluciones militares más sencillas, y en las campañas, nociones de agricultura y ganadería”.