Cuando se habla de Latinoamérica uno se ve tentado a nombrar discos de cierto corte izquierdista, como si la región sólo estuviese habitada por hippies con morral que luego de recorrer el mundo se detuvieron en los desiertos y las selvas para contemplar la obra de dios y ver que era bueno. Nada más alejado de la realidad. Latinoamérica no es de izquierda. Pensar eso es sólo una expresión de ¿buenos? deseos.

500 años de derecha han calado hondo en las cosmovisiones de este lado del mundo, demasiado para soñar con un paraíso. No olvidemos que el sueño de la razón engendra monstruos. Tampoco nos olvidemos de esos gobernantes que son tan parecidos al hilarante dictador de Costa Pobre que interpretaba Olmedo o a gentuza tan civilizada como Collor de Melo o Stroesnner. Por eso mismo, como es habitual, 5 discos 5 bien latinoamericanistas, variopintos, coloridos por donde se los mire, para gente de todos los pelajes, para musicalizar el legado de San Martín, Bolivar y Artigas; ése que no se materializó, ése que nos tiene tan, pero tan expectantes e inquietos


 

Polkas de mi tierra -1999- Chango Spaziuk. Lo que nosotros llamamos polka y su maridaje con el chamamé poca justicia le hace al trabajo de etnografía musical que el Chango Spaziuk realiza con los sonidos que él mismo mamó desde la tierra. Un trabajo como éste requeriría páginas y páginas enteras de análisis para desglosar el modo que el músico se fusiona con el antropólogo, con el historiador de la música, con el ejecutante virtuoso, con el poeta y con el inmigrante. El rescate de voces locales y sus historias entremezcladas con el chamamé, música alegre si las hay, demuestra por qué este músico y esas músicas deslumbran en los escenarios del mundo y a críticos que nada tienen en común con el litoral. Latinoamérica en estado puro, mezcla y síntesis.

 

 

Caminos en la Niebla –1993- Huancara. Folk andino para especialistas. Un disco de ésos que no se consiguen (de hecho sólo en cassette) para disfrutar de una música de raíces aymaras que desnuda la alegría y la tristeza de una zona donde aquellos sentimientos se encuentran en una frontera tan difusa como las fronteras cartográficas. El sikus, en tanto principal protagonista de las melodías, le imprime un rasgo marcadamente puneño que en ningún momento desentona con la batería que suplanta los tradicionales bombos. La enorme “Cueca del apocalipsis” parte en dos una placa que todo el tiempo se hamaca entre la tradición más ancestral y el tratamiento pop del folclore instrumental. Si lo consiguen, cosa poco probable pero posible, gocen de la exquisita “Señora Chichera”, una oda etílica para ver morir el sol.

 

 

Guajiro Natural – 2001- Polo Montañez. Hay representantes del folclore cubano más prestigiosos que éste, de hecho, hay muchos y mucho mejores, pero Polo Montañez ejecuta guajiras y boleros campesinos con superficialidad porque, acaso, reconoce que lo cotidiano, eso con lo que nos topamos a diario, es tan importante y dice tanto de nosotros como lo excepcional. No debería importarnos cierta vertiente pop de su trabajo ya que, en una época en donde el rescate nostalgioso da por tierra con la calidad, la franqueza de su sonido es un hallazgo a valorar. Guitarras y bongós, coros femeninos, canciones de amor para cualquier bolero más o menos animado componen un disco ameno, para escuchar en los cafetales proletarios, para enamorarse en una playa latina, sin prejuicios, a todo baile.

 

 

Contra revolution avenue – 1998-Tijuana No! Más o menos para la época en que Manu Chao le muestra al mundo su descubrimiento de América, se publica el tercer trabajo de una agrupación que desde hacía ya un lustro fusionaba el rock inglés de los ‘80 con temáticas y ocultos sonidos del folklore latinoamericano. Desde esa posición y con las enormes sombras del movimiento zapatista echando luz sobre ellos y sus letras, la primera banda de Julieta Venegas (donde sólo tocaba el piano) disparaba consignas de una izquierda militante y lúcida para denunciar la realidad siempre tan abrasiva del norte mexicano. No hay mucha más izquierda en el rock de ese país. Adrenalina a puro salto para gente acostumbrada a pelearla en las profundidades de lo latino pero con la vista atenta al mundo.

 

 

Candyall beat – 2004- Carlinhos Brown & DJ Deró. Se ha acusado a la electrónica dance de ser un género sin alma, de no ser auténtica, de no ser música. Lo cierto es que en este caso en particular la acusación carece de sustento. El prócer bahiano Brown y su par argentino Dj Deró lograron en esta placa doble la confluencia de dos géneros que bien mirados no tienen distancia alguna el uno del otro. Los golpes de bombos brasileños y los golpes de la caja de sonido de un dj experimentado convocan el mismo espíritu tribal que habita las selvas y las ciudades. Lo primal y lo técnico en busca de un mismo objetivo: la dicha de los cuerpos danzantes. Por una vez García se equivoca, en América latina, la alegría es sólo brasilera.

 

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