Vivir mejor; la realidad. El mundo está completamente fuera de toda razón. O, lo que es peor, sólo dentro de ella.

Al mejor estilo Bersuit Vergarabat: Se mueve para aquí, se mueve para allá, y en ningún momento saca la cabeza para respirar. Hasta que se ahoga. Ahí tal vez la saque, o tal vez muera, sin más, por falta de aire.

Cada mañana es un desafío o una rutina. El desafío: conquistar; la rutina: sobrevivir. Ambas aristas convergen en una única preocupación: Vivir mejor. Y si para vivir mejor se debe renunciar al tiempo, al juego, a la emoción, al sentimiento, a la pasión, a la magia… sea pues, el fin fagocita los medios.

Así lo dice Rodolfo Kusch en Indios, porteños y dioses: “La realidad indudablemente se impone porque es dura, inflexible y lógica. Más aún, es una especie de punto de referencia para nuestra vida, porque cuando andamos mucho en las nubes viene una persona práctica y nos dice: ‘hay que estar en la realidad’.”

Yo

Pero si eso fuese todo, el problema sólo sería triste, cuando además es trágico. Vivir mejor implica la conquista a cualquier precio; el querer por el querer (o por la razón, ambas causas por igual incompresibles), implica competir, implica dominar, implica –y aquí lo peor- poner el mundo a disposición del hombre, apropiarse de la naturaleza y sus frutos como si sólo existiesen con el único fin de ser utilizados por los dominantes.

Así sucede que la naturaleza, el resto de los hombres y la existencia toda aparecen en el segundo plano del individuo. Primero el “yo”, luego “el resto”, o “lo que resta”.

 Yo soy; yo conquisto

Descartes pronunció hace casi cuatrocientos años “Pienso, luego existo”. A partir de esto, toda la realidad se le aparece, a quien la quiera conocer, mediada por esta hipótesis. Primero debe pensar para poder fundamentar su existencia, mas luego avanzar sobre lo que lo circunda. “Yo pienso, yo soy”, punto primero a partir del cual toda la realidad es fundada. Por tanto, se encuentra al sujeto individual por un lado, y el resto del cosmos por el otro, todo fundado en el primero, todo condicionado a su existencia.

Valga ahora reconocer cómo esta metafísica se pronunció en la realidad: El sujeto pensante europeo inventa el mundo a piacere y se lanza a la conquista –racional, claro está- de todo el mundo. Y conquista, y coloniza, y extermina, y somete: América, África, Asia, Oceanía.

Y es el mismo sujeto conquistador y colonizador quien crea el sistema capitalista, el que, antes que un sistema económico, se constituye como un modo de vida, regula cada aspecto de la existencia, se erige como una cosmovisión.

 Eterno retorno

Y aquí se está de nuevo al principio, el humano es una máquina: ¿Se ha preguntado alguna vez cuál de las actividades que realiza a diario podría ser suplida por una máquina –compleja, pero máquina al fin-? Esto es, ¿cuál es el valor agregado de la especie humana? Si todo en la vida se resume en ser práctico, eficiente, rápido, racional, competitivo, ¿qué sentido hay? ¿No es ésta una incoherencia? Vivir para conquistar es serruchar el piso que nos sostiene. Es disparar contra sí mismo. Es comportarse como un animal voraz que en el afán de satisfacer sus instintos acaba comiéndose desde su propia cola. Es saber que se está ahogando y seguir y seguir sin sacar la cabeza para respirar.

 Incoherencias

Usualmente se habla del fracaso del socialismo, atendiendo casi exclusivamente a la experiencia soviética. Sin embargo, en la actualidad hay en el mundo alrededor de cuatro mil millones de pobres –lo que representa aproximadamente dos tercios de la población total- y casi no se habla del fracaso del sistema capitalista.

¿No son acaso las prácticas –o lo que las permiten y potencian- lo que genera las encrucijadas que asedian a la humanidad? ¿No existe acaso más alternativa que acabar cediendo ante la precarización laboral para generar condiciones de competencia que permitan, exclusivamente, vivir mejor o, peor aún, tan sólo la supervivencia? Pero ¡momento! ¿No hay posibilidad de pensar un modo de vida alternativo?

En definitiva, y como consecuencia, ¿quién apostaría a que el sistema más racional fuera –a la vez- el más incoherente? Más allá de toda apuesta azarosa, conviene avanzar en la vía racional para continuar la incoherencia, ya que si el pensamiento, si el raciocinio, se la traen, pueden suponerse un par de hipótesis: o bien no se piensa bien, o bien el humano no es un ser –completa y únicamente- pensante.

 Bien vivir

Con motivo de la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el cambio climático y los derechos de la Madre Tierra, los pueblos del mundo presentaron en Bolivia otro tipo de vida. No otro tipo de economía, de política o educación, ya que todo ello lo abarca el colonialismo antes referido.

En Bolivia se planteó la Des-colonización. La descolonización implica una cosmología absolutamente opuesta; implica el retraimiento de aquel lugar ficticio en que la modernidad había ubicado al sujeto, hasta su ubicación al fondo del tarro: Primero la Pachamama (que es la Madre Tierra en tanto abarca una visión cosmológica del universo entero y no exclusivamente de la tierra), luego el resto de la existencia y sí, por fin, último, al hombre.

Esta propuesta de vida superadora no implica, bajo ninguna circunstancia, el vivir mejor antes representado. Ya que el vivir mejor sigue estando dentro de la lógica competitiva, colonial y capitalista que se pretende superar. Tampoco se trata de un ambientalismo simplón. La propuesta es, entonces, el vivir bien, o el buen vivir.

 “Existo, luego pienso, y no al revés”

La superación de la lógica, del logos; el dejarse llevar por el pathos. Asumir .lA.IncoHerenciA.La.LoCuuuura. Dar lugar al senti-miento. Nuevamente. Al pathos. ALAINTEGRACIÓN. Antes de la Separa-ti-vidad implicada en la metafísica moderna. Encontrarse como parte de la pachamama, como sus hijos, y no como dueño de la tierra.   Comprender enlugarde ConoSer; cuidar envezde Competir -o-Conquistar. Promulgar el amor y el cariño, la pasión y la iRRaSionalidad como parte innegable de la existencia es, en definitiva, dar lugar al Buen Vivir.

 La ¿máquina? humana.

Entonces, y por fin, nuevamente: ¿qué máquina puede reemplazar las funciones del hombre? Muchas máquinas pueden reemplazar algunas funciones. Pero nunca habrá una máquina para reemplazar al hombre que ama, que siente, que comprende, que vive

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