«Con hambre no se puede pensar”. La frase, se sabe, está hecha. Más aún: recontrahecha. Tanto que quien intente decir algo más en torno a ella es o un redundante o un malintencionado. Al fin de cuentas, ¿quién podría – con un mínimo de sensatez – cuestionar el sentido de dicha sentencia? No obstante, con menos que un mínimo de sensatez, aquí queremos preguntarnos al respecto: ¿qué es lo que supone esta frase? ¿Qué es lo que produce?
Silogística moderna: El cuerpo y el color como premisas – Andén 60
«Género original: blanco. Primera raza: muy rubio (Europeos) de frío húmedo; segunda raza: rojo cobrizos (Americanos) de frío seco; tercera raza: negra (Africanos) de calor seco; Cuarta raza: amarillo olivo (Asiáticos) de calor seco (…). La humanidad existe en mayor perfección en la raza blanca. Los negros son inferiores, pero los más inferiores son los americanos.»
Producción y reproducción del sin-sentido común – Andén 53
La colonialidad hunde sus raíces en nuestro sentido común, y desde allí germina, lenta, hasta ofrecer los amargos frutos que luego, la mayoría de las veces, recogen los grandes medios de comunicación para alimentar nuestro insaciable apetito de realidad. Las operaciones mediante las cuales, sobre todo los informativos, producen y reproducen las condiciones y los condicionamientos propicios a las más variadas y sutiles formas de dominación y justifican las muchas maneras de la desigualdad son numerosas. Aquí nos detendremos, sucintamente, en una de ellas.
¿Una casa de mentira, con ladrillos de verdad? – Andén 45
A veces nos encontramos con ideas que, ni bien las comprendemos, nos parecen a la vez obvias y reveladoras. Algo en nuestra cabeza nos dice y sí, era así de simple nomás. Y no deja de sorprendernos que alguien haya encontrado la fórmula justa para tornar evidente lo evidente.
En «Ciencia, política y cientificismo» esta experiencia se repite una y otra vez. Y aunque aquí tomaremos sólo unas pocas ideas, recomendamos, y mucho, su lectura.
¿Dios y Dios son cuatrio? (Cuando el algoritmo no te alcanza) – Andén 40
Uno podría creer que el verdadero problema consiste en que los pueblos no han leído a Nietzsche; es decir, que todavía no se han informado de que Dios ha muerto. Pues no estar al día con el Obituario de La Humanidad puede traer estos severos desajustes. Podría también creer, en este sentido, que por no haber leído a Hegel no han logrado comprender que la religión es cosa del pasado, una manifestación otrora necesaria pero, desde ya hace rato, más que insuficiente… Pues, es de esperar que si lo supieran, si los pueblos estuviesen al tanto de cómo es realmente la cosa, habrían dejado a un lado, por anacrónicas, muchas de sus enajenantes creencias, muchas de sus alienantes prácticas.
Derecha, izquierda… ¿y nada más? – Andén 32
Si atendemos a la trayectoria política de “Pepe” Mujica, resulta tentador pronosticar —como muchos lo hacen— que, con su gobierno, Uruguay realizará un desplazamiento hacia la izquierda. Sin embargo, no faltan quienes entienden que dicho desplazamiento es improbable, o al menos que su magnitud será ínfima en relación a tales expectativas, ya que una cosa es pertenecer en los setenta a la guerrilla tupamaro y otra, muy distinta, formar parte del Frente Amplio en estos días.
El fin justifica los medios – Andén 11
El Nombre de la Rosa, bellísima obra del italiano Umberto Eco, nos informa de una antigua disputa medieval, en la cual se intentaba dilucidar el estatuto ontológico de los universales. Se confrontan allí dos posiciones antagónicas a la hora de definir qué tipo de realidad debemos asignarle a nociones tales como la de Belleza o la de Hombre. De un lado, estaban quienes sostenían que este tipo de nociones generales no era más que flatus vocis, es decir entidades que sólo tienen lugar en nuestro lenguaje y de las cuales nos servimos para ordenar nuestra la realidad; pero que, de ningún modo, tienen una existencia per se. Del otro lado, en cambio, se sostenía que este tipo de conceptos sí refería a entidades realmente existentes, de carácter autónomo; por tanto, no sólo no eran producto de nuestro discurso sino que, muy por el contrario, operaban de referencia objetiva y auténtico parámetro de todo lo existente. Optar por una u otra concepción implicaba configurar y experimentar mundos totalmente diferentes, contrastantes, realmente antagónicos.