5 discos 5 para descolgar el poster de la pieza – Andén 57

No hay dictaduras sin sociedades que las sostengan. Porque las dictaduras son hijas del miedo. De pronto, muchas personas consideran que la restricción o la pérdida de una serie de derechos es un mal menor en pos de un bien mayor y en un abrir y cerrar de ojos se encarcela a los opositores y pasan cuarenta años. Y todo lo bueno que pueda surgir en ese tiempo se va derechito hacia la cloaca ¿Por qué? Porque no se puede aprender a ser libre con el retrato del mismo tipo junto al pizarrón durante mucho tiempo. ¿Hay dictaduras buenas y dictaduras malas? ¿Hay dictaduras democráticas y dictaduras que no lo son? ¿Basta con que haya elecciones para que no podamos hablar de una? Hay muchas preguntas y sospechas sobre la gente que se atornilla a su sillón y se queda remontando el barrilete del poder.

5 discos 5 para meter miedo en barrios súper chic – Andén 56

El mundo es básicamente un lugar inseguro. De eso, pues, se trata la vida una vez que nos expulsan del vientre, de estar a la intemperie, a merced de otros más fuertes o más inescrupulosos que uno mismo. Por eso, lo débiles fundamos una y otra vez la ley, para que esa inseguridad no nos impida hacer la digestión, criar hijos y tener sueños bonitos. Pero por lo general no funciona con esa sencillez. ¿Cómo se hace para que el fuerte cumpla con la ley? ¿Cómo se hace para que el débil no tome el ejemplo del fuerte y crea en esa palabra escrita que sin la voluntad de los hombres es pura tinta?

5 discos 5 para sexo entre Hobbes y Mona Lisa – Andén 55

Hay formas del arte que son en sí mismas declaraciones políticas, como el stencil que en su apropiación de las paredes está diciendo algo sobre la vía pública. Pero el arte, por comprometido que sea o se pretenda nunca deja de ser testimonial, descriptivo; a lo sumo inspirador. La política es acción, movimiento que pretende un cambio o que nada cambie. En ocasiones, el arte es uno de sus resultados. De todo el universo de cosas que hace el hombre, algunas (habrá que ver cuáles) son arte, y de estas algunas son, además, políticas que ensayan los fragmentos de un discurso cuyo tema es común a los integrantes de la sociedad. Por eso en las revoluciones y en los golpes de Estado de cualquier signo, los primeros que son guillotinados son los artistas; porque tienen el berretín de recordar o proponer la reflexión sobre temas que el poder de turno no tiene es su agenda.

5 discos 5 para unas merecidas vacaciones – Andén 54

El tiempo libre es una bendición que se les pide a los dioses y se desea como pocas cosas en la vida. Nadie lo tiene de sobra. Nadie cree que no lo merezca. Estar panza arriba sin hacer nada, sin que las agujas del reloj nos zumben el poto; con la certeza de que no habrá castigo alguno si uno amanece sin la certeza de estar condenado a una muerte lenta de colectivos, subtes y corbatas. Tiempo para regalarle a la fantasía desbocada, a la creatividad, a la reflexión que se sucede de hora en hora, de copa en copa sin apuros. No hay nada más lindo que mentirse que durará, que será ininterrumpidamente. Pero es mentira. Porque en el tiempo libre reverberan los ecos de lo no dicho y de lo que tan bien ocultamos en el ajetreo de la cotidianeidad.

Esa encantadora tregua de mentira – Editorial 54

La idea de “vacaciones” es eminentemente moderna. No fue sino hasta bien entrado el siglo XX que comenzó a pensarse que el trabajador merecía un descanso anual. Lo que hoy llamamos vacaciones era solo una atribución que las clases dominantes se arrogaban porque podían hacerlo, porque podían delegar sus asuntos sin merma de su patrimonio y de su estilo de vida. Se las tomaban cuando querían, cuando necesitaban un descanso o un viaje. La literatura está llena de ejemplos de gente a la que sus médicos le recomendaba un “cambio de aires” en balnearios, en la montaña o en casas de campo. Cosa impensable para los obreros de la revolución industrial que miraban con añoranza los tiempos en que las estaciones determinaban sus temporadas de descanso y de trabajo.

5 discos 5 para el vermout con papa fritas y good show – Andén 53

De más está decir que la televisión es una herramienta de control social para bien y mal. Desde que una emisión de Pokemón generó ataques de epilepsia en decenas de niños en el Japón y desde que las torres gemelas cayeron para los televidentes del mundo en vivo y a todo color también, debe ser considerada un arma de destrucción masiva de infinitas posibilidades. Porque se equivocan aquellos que dicen que la revolución no será televisada, todo lo contrario, la mostrarán tan en detalle que la dejaremos escapar en medio de cientos de miles de discursos superpuestos, cada uno de ellos contando su versión, avalando e impugnando ese dato menor entre la novela de las 6 y el reality de las 7:30.

Esa linda cajita boba para interpretar – Editorial 53

En épocas de video-política no nos queda más que juzgar a la televisión como médium omnipresente entre lo comunitario y lo individual. Nuestra relación con los hechos sociales hace tiempo que dejó de ser de cuerpo presente. Asistimos al foro público colocándonos frente a la pantalla. Desde allí damos o quitamos nuestra aprobación, abonamos la ilusión de participar de un proceso social enjuiciándolo con un mero clic al control remoto.

5 discos 5 para el pueblo ideal – Andén 52

Vivir en una ciudad es cómodo pero a su vez es comprarse un problema en cuotas. Hay algo en el amuchamiento que es desagradable, los olores, los humores a destiempo de uno, la polución visual que nos pone un culo en la cara en cada puesto de diarios, los colectivos y los trenes a deshoras, los cortes de avenidas y un larguísimo etcétera con el que convivimos a diario. No es que la vida en pueblos y barrios suburbanos sea mejor o más tranquila. Esa es una idealización pequeño burguesa que añora lo que no tiene porque no quiere. La vida en comunidad es difícil, ardua. Y lo es porque la presencia de los otros es un mal necesario, porque los necesitamos para vivir y están ahí lo queramos o no. Pueblan nuestros sueños y nuestros gestos más vagos.