¡Escuchen! Alguien ha exclamado “¡No duele!”. Frente a este grito, una mujer se pregunta si acaso puede uno decir algo como eso. Otra, llamada Anna Ajmátova, responde: “Sí, puedo”.
Parada obligada en la comprensión de la realidad
¡Escuchen! Alguien ha exclamado “¡No duele!”. Frente a este grito, una mujer se pregunta si acaso puede uno decir algo como eso. Otra, llamada Anna Ajmátova, responde: “Sí, puedo”.
Escribo estas líneas mirando el reloj con cierta impaciencia. Todo el tiempo estoy llegando tarde, todo el tiempo tengo que estar yendo hacia otro lugar. Imposible sentarse a escribir. Muchos menos a re-flexionar, a realizar esa acción del pensamiento que implica detenerse y volver sobre las cosas, los acontecimientos, las ideas. Detenerse, para avanzar. No, imposible. Solo hay avance. Las maquinas perforados avanzan en el cerro, el gobierno avanza en sus declaratorias de muerte, la justicia avanza en su persecución de los que estorban. No, imposible detenerse. Y, sin embargo, hay una voluntad que pecha, que tira, que te dice,