Escribo estas líneas mirando el reloj con cierta impaciencia. Todo el tiempo estoy llegando tarde, todo el tiempo tengo que estar yendo hacia otro lugar. Imposible sentarse a escribir. Muchos menos a re-flexionar, a realizar esa acción del pensamiento que implica detenerse y volver sobre las cosas, los acontecimientos, las ideas. Detenerse, para avanzar. No, imposible. Solo hay avance. Las maquinas perforados avanzan en el cerro, el gobierno avanza en sus declaratorias de muerte, la justicia avanza en su persecución de los que estorban. No, imposible detenerse. Y, sin embargo, hay una voluntad que pecha, que tira, que te dice,
Maglione no existe, visítela.
Algún tiempo atrás, apareció en la red social del odio #Twitter un “hashtag” una tendencia, muy particular, #CatamarcaNoExiste. Intentar ensayar la explicación de un chiste o de una ironía, aburre tanto al escritor como al lector, a la ves que es un imposible. La cuestión es que la cuenta de Turismo de Catamarca, entendiendo todo, respondió (no cito textual) “Catamarca no existe, ah re que si, los invitamos a conocerla”. Repito: entendiendo todo lo que hay que entender, y que es imposible de explicar.Lo que también es imposible, es que un pequeño pueblo de agricultores del norte de Italia llamado
Fotos mentales de japoneses obedientes
2 a.m., Nakano. Salgo de un bar a una de esas calles de ladrillos tan elegantes que caracterizan al barrio y donde los catadores de tragos y sake pasan un rato interactuando hasta que deciden volver a sus casas. Yo también encaro la caminata de cinco minutos que va a llevarme a la mía en la parte más residencial del barrio. No hay un alma a la vista, pero sí un semáforo peatonal, el mismo por el que paso siempre y en donde una y otra vez me pregunto por qué carajo existe. Está en rojo. Estoy a punto de
Obediencia defaulteada
¿Es la obediencia un valor absoluto? ¿Hay que tener valor para obedecer, o para desobedecer? Pensar estas últimas dos preguntas ayudará a responder la primera. Hay obediencia debida, indebida, ¿adebida?, ¿defaulteada? Me gustaría que lean este artículo. No es una orden… Obedecerás al orden establecido Cuenta la historia bíblica que Abraham obedecía ciegamente a “Don Barbosa” hasta el punto de que casi mata a su propio hijo. Muestra máxima de obediencia y de fe. No hace falta mucha imaginación para pensar cómo este hecho puesto de ejemplo para seguir pudo influir en millones de actos de “obediencia debida” para justificar
El rock tiene razones que el corazón obedece
The Rolling Stones representa un inclaudicable modelo de tenacidad y fidelidad al rock. Desde sus jóvenes comienzos, influenciados por el sonido blues e inmersos en un Swinging London que se transformaba vertiginosamente, a un presente que, seis décadas después, celebra la permanencia como punto cardinal insoslayable del género por el puro placer y disfrute de seguir perteneciendo. Si se quiere, también, la mega banda enarbola la obediencia a cierto canon que establece un parámetro de perdurabilidad que no abunda en la profusa historia de uno de los fenómenos culturales más preponderantes del siglo XX. Podríamos contar el derrotero del Rock and Roll
Elogio a la mediocridad
El miedo y la incertidumbre no se manifiestan de una manera tan lúcida como cuando se intenta cuestionar el porqué de nuestros actos; aunque esto sería irrelevante, sino fuera porque determinan nuestras ambiciones y deseos1. Preferimos proclamar una obediencia a ciegas y colocar en un pedestal el temor a equivocarnos, nos convertimos en una autentica profecía literaria que reivindica al Premio Nobel de Literatura José Saramago, cuando culmina su libro Ensayo sobre la ceguera —somos ciegos que ven. Ciegos que, viendo, no ven—, este fragmento sería la extremaunción de quienes certifican en la obediencia su condena a la sumisión en
Obligación mística: la leyenda de la ley
Paradójicamente esta nota fue una de las más desobligadas, desobedientes y, ¿libres?, de las últimas emisiones de Andén; al menos así me engaño. La nota misma ha funcionado −hacia dentro de ella y hacia mí− como un leve experimento sobre la obligatoriedad en general y, en particular, sobre la obligatoriedad de escribir o de “hacer” algo de determinado modo. Siguiendo con el sinceramiento, queridos lectores, la nota (y el Andén todo) estaba programado, debía salir en octubre pasado, noviembre a más tardar. Y aquí estamos, la redacción de esta nota aún no sabe si ella misma verá la luz. El
Borgen: la clase política de la obediencia y el internacionalismo enlatado
La serie cuenta los entremeses de la política danesa con condimentos necesarios para no pasar desapercibida ni quedar a destiempo, encontrar tipificaciones muy cercanas a las de nuestra sociedad resulta fácil, a pesar de las lejanías geográficas y socioculturales. No existen los smartphones ni la sobreinformación, pero sí presenta un desafío actual; encontrar una línea divisoria entre la política y los medios masivos de comunicación. La trama de Borgen transcurre hace diez años y, entre sus grandes atractivos, se encuentran las mutaciones en las instituciones y sus vínculos. Sin feminismo lavado por el internacionalismo, esta serie desarrolla la vida de
Apología de la maldad: Analía Placenti y Mi maldito gen polaco
Placenti leyó un cuento, o un fragmento de uno de sus retratos malditos, en el ciclo “Estaciones”, que Gito Minore organizó en el centro cultural El Surco de Boedo en febrero de 2020, cuando la pandemia estaba lejana, cuando las amenazas cotidianas todavía seguían gestándose en cada esquina, en cada recodo del barrio, detrás de la mirilla de las puertas que nos cobijarían del fin (eso que llamamos ASPO). Esa fue la primera vez que me acerqué a su obra y a las aristas que propone su galería minimalista del mal. Clara Beter y su colección “Tinieblas” −y el nombre,
They live
They live (1988), la película escrita y dirigida por Carpenter, tiene como centro de su argumento la construcción inconsciente de la obediencia por parte de unos alienígenas que se camuflan en la sociedad y forman parte, en su mayoría, de las clases dirigentes y de los grupos económicos más poderosos. Medios de comunicación, poder político y económico, todo está atravesado por un velo que disimula distintos imperativos (“obedece”, “consume”, “reprodúcete”, etc.) detrás de los elementos cotidianos como publicidades, billetes y revistas. En su película-documental Pervert’s guide to the ideology (2012), Slavoj Zizek explica cómo funciona la ideología. El personaje principal